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La izquierda en las elecciones
Por lo que ha podido verse, la dirección nacional del PRD, encabezada por Jesús Ortega, le apostó todo a diferenciarse ante las demás fuerzas políticas del movimiento cívico y de su líder. Lo que esperaba es fácil de verse: que electores que dan a la izquierda su voto con reservas la favorecieran en ese enfrentamiento; que las otras fuerzas políticas la avalaran por su lucha civilizada
, según esa misma dirección lo postuló; que los grupos locales y regionales del PRD, aun siendo seguidores de López Obrador, se vieran tentados por ventajas electoreras que ella les ofrecía; que su confiabilidad en la negociación con el gobierno y los otros dos grandes partidos fuera obsequiada con acuerdos y fallos que le favorecieran, como ocurrió en Iztapalapa; que los medios de comunicación la distinguieran como izquierda institucional
, como ella también se pregonaba, y otras más por el estilo.
Nadie entendió el propósito ni el verdadero destinatario de la campaña de medios de Ortega. Sus espots con una niña resultaron ridículos e infames desde el punto de vista de su poder de convicción. La propaganda electoral del PRD fue escasa y sin objetivos claros y se redujo a impresos expuestos en la vía pública. Los candidatos no dieron debates, acaso porque nadie los invitaba, y fue absurdo que el dirigente nacional de ese partido buscara reflectores donde no se los iban a dar, la confrontación entre panistas y priístas. Todo lo que pudo obtener el PRD se debió al activismo de sus bases y, muy señaladamente, al activismo de los partidarios del movimiento cívico.
Ya veremos con cuantos puestos de elección popular contarán los chuchos. Está claro, sin embargo, que el escenario será mucho muy diferente del de 2006. Entonces, López Obrador dejó el partido y su lucha electoral a los grupos tribales del PRD. Muchos condenamos esa displicencia del candidato presidencial, porque a ojos vistas estaba generando un conflicto que ahora estalló y le estalló a él mismo. Nunca fueron tan favorecidos los chuchos como entonces. Fue su gran momento. Acapararon los puestos de elección popular y la misma dirección del partido. En el PRD hay feudos, como en los demás partidos. El DF fue feudo de los chuchos; Guerrero, de un par de grupos diferentes; Zacatecas, de otros dos; el estado de México, de una coalición regional hoy perdedora; Chiapas, de los chuchos, aliados con Sabines; Michoacán, de los cardenistas. En 2006 todos se sometieron a la corriente de Ortega; ahora cada uno va a buscar su propio lugar de provecho.
Los chuchos, en esta ocasión, han sido muy maltratados por anteriores aliados; pero con ninguno de ellos se confrontaron. Fue un error garrafal de ellos hacerlo con el poderoso movimiento cívico de López Obrador y, además, eligieron muy mal el lugar, el DF, en donde su hegemonía era hasta hace poco total. Su insaciable sed de poder, que en la mayoría de los casos es sólo centavismo, avasalló y apabulló a los diferentes grupos y corrientes del partido en la capital. A un cierto punto, éstos decidieron unirse y defender sus propios intereses. Surgió así Izquierda Unida, un mosaico indescifrable que cada vez adquiere mayor cohesión. Reivindicaron su participación en el movimiento cívico y dieron la batalla.
Hasta que tuvimos que dar nuestra lucha por el petróleo, López Obrador fue muy reticente a inmiscuirse en la vida del partido. La actitud claudicante de la dirigencia nacional del PRD lo decidió a apoyar a Izquierda Unida. Esta coalición le ganó a la mafia de Arce y Círigo la dirección capitalina del PRD y también la elección de candidatos para las elecciones de 2009. El feudo chuchista se hizo añicos en un abrir y cerrar de ojos. Arce y Círigo no se resignaron. Derrocharon dinero y recursos de todo tipo, hasta violentos, y todavía no se sabe cómo lograron que el TEPJF provocara el incidente que ya traté en otra entrega. Rafael Acosta, candidato del PT apoyado por López Obrador, aceptó que su candidatura fuera el conducto para la rebelión cívica que López Obrador propuso en contra de la imposición del TEPJF. Y triunfó.
Iztapalapa tiene un triple valor simbólico: para la ciudadanía, para el movimiento cívico y para el PRD. Los ciudadanos en esa delegación dieron muestra de que saben usar de los medios que la ley les pone a mano para imponer la justicia electoral. El movimiento cívico sabe ya que es y puede ser muy efectivo para revertir tendencias corruptas y traidoras de los partidos políticos amamantados por el poder. Los perredistas saben ahora que no están solos ni a merced de sus dirigentes mafiosos, corrompidos y corruptores; ahora han podido ver que ese gran movimiento cívico no se desentiende de ellos cuando se busca avasallarlos y degradarlos. Ese movimiento está presente en el PRD y representa la única esperanza de su rencauzamiento y su refundación.
Salvar el registro del PT y de Convergencia no era sólo un interés parcial de sus dirigentes, sino del mismo movimiento cívico que nació sobre los hombros de la coalición del Frente Amplio Progresista. El movimiento cívico no podía permitir que esos partidos, que permanecieron fieles a su líder y que fueron adversados por los dirigentes del PRD (Carlos Navarrete propuso que se disolvieran en el PRD), perdieran su registro y desaparecieran. En el caso de Iztapalapa, el PT ayudó a revertir en los hechos el arbitrario fallo del TEPJF. Esos partidos sieguen siendo puntales del movimiento y en el PRD hay todavía cuentas pendientes por saldar. Los chuchos, con las elecciones, perdieron también su corrupto dominio del partido.
Si se dice que el PRD fue un perdedor, se estará en lo justo. Pero los verdaderos perredistas y el movimiento cívico salieron triunfantes. Los primeros porque se reposicionaron para rescatar y refundar a su partido; el segundo, porque mostró que no es ajeno a la política de partidos y que tiene con qué dar la lucha. Los perdedores son los chuchos junto con Calderón.
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Propone Ortega continuar el debate sobre posibles expulsiones
Izquierda Unida defiende a AMLO y exige la salida del dirigente
Agobiados por los magros resultados obtenidos en la pasada contienda electoral, los integrantes del Consejo Nacional del PRD reconocieron que existe ánimo para solucionar la crisis que los condujo a obtener sólo poco más de 12 por ciento de la votación nacional.
La conclusión del encuentro que sostuvieron ayer –que se prolongó más allá de medianoche– es que la derrota electoral obedeció a dificultades internas y manipulaciones externas.
El primer factor se atribuyó al “desencuentro entre las izquierdas electorales y la diferencia de apreciación entre las corrientes Izquierda Unida (IU) y Nueva Izquierda (NI) acerca del papel que desempeñó Andrés Manuel López Obrador.
Para IU, fue un error haber enfrentado al ex candidato presidencial y no reconocer su liderazgo, mientras para NI gran parte de la pérdida de votos obedeció a la rijosidad de López Obrador.
El segundo factor se atrinuyó a la manipulación político electoral en Zacatecas y Michoacán, así como a la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) acerca de Iztapalapa, considerados tres casos paradigmáticos que coadyuvaron a la debacle perredista.
Cuentas alegres
No obstante, los consejeros calcularon que la izquierda electoral
tiene 18.5 por ciento de preferencias en el país –contando los votos de PT y Convergencia.
Los consejeros allanaron la ruta para elaborar una estrategia electoral que retribuya al PRD mayor respaldo popular rumbo al proceso federal de 2012.
En reunión cerrada, evidenciaron las alejadas posiciones políticas y programáticas que enarbolan y los caracterizan. IU confrontada con NI y su apéndice Alianza Democrática Nacional (ADN) se expresaron mediante documentos presentados en el orden del día, integrada por tres puntos: balance, conclusiones y ruta crítica.
El presidente del PRD, Jesús Ortega, presentó a consideración de los consejeros un texto donde se revela escasa autocrítica y un tenue llamado a la reconciliación, que no convenció a la mayoría, ni siquiera al bloque de los chuchos.
A pesar de que la víspera anunció que presentaría una propuesta para concretar la expulsión de aquellos militantes que hicieron campaña en favor de otros institutos, reculó con el argumento de que existen diferencias acerca de qué debe hacer la dirección del partido respecto a aquellos perredistas que fueron candidatos por otros partidos, que son representantes de otras organizaciones partidistas o que son dirigentes formales de otros partidos. Este es un tema sobre el que debemos continuar la discusión
.
Ortega planteó que en el Consejo Nacional debe aprobarse la comisión que elabore el proyecto de resolución que haga posible la construcción del bloque político electoral de las izquierdas, elemento indispensable para enfrentar al priísmo que busca regresar al gobierno y con ello constituirse como una regresión política; igualmente para enfrentar al panismo, que aunque debilitado, mantiene posibilidades de recuperación electoral. Un bloque de las izquierdas que se presente como alternativa de gobierno en las elecciones locales y especialmente de cara a las presidenciales del 2012
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Sin exponer soluciones concretas a la caída electoral, señaló que el congreso nacional extraordinario, previsto a celebrarse en noviembre próximo, será la tabla de salvación, porque se edificarán los cimientos de una nueva institucionalidad partidaria.
A su vez, IU emprendió un ataque a la conducción de Ortega y le atribuyó la derrota sin el menor atisbo de autocrítica.
El texto de IU, denominado Balance de las elecciones de julio de 2009, plantea que las cifras del pasado proceso electoral podrían tener “las siguientes características: a) una estrepitosa derrota de Calderón y el PAN; b) el regreso de los dinosaurios salinistas del PRI; c) el fracaso de los chuchos; d) la salvación del registro del PT y Convergencia; e) la telebancada del PVEM; f) la cancelación del registro del PSD, y g) que no todo está perdido; si se suman PRD, PT y Convergencia se parte de 20 por ciento de la votación para volver a comenzar”.
La composición de la bancada del PRD fue punto medular en el reclamo de IU a NI porque, señaló, “conviene decir que los 39 diputados ganados en distritos en su mayoría son de Izquierda Unida; sin embargo, a pesar que Nueva Izquierda casi no gana distritos acapara la mayoría de plurinominales, lo cual resulta injusto dado que las pluris se alcanzan por el porcentaje de votos obtenidos en las urnas”. Dicho de otra manera, esas curules fueron acaparadas por NI a pesar de que quien ganó los votos fue IU.
A pesar de ello, NI tendrá 19 diputados federales; Izquierda Democrática Nacional, 14; ADN, seis; Foro Nuevo Sol, seis; el gobernador de Michoacán, cinco; el jefe de Gobierno del Distrito Federal, tres; los mandatarios de Chiapas, tres; de Baja California Sur, dos, y de Guerrero, uno; Unidad y Renovación, dos; Izquierda Social, dos; AER uno, y siete externos
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IU acusa a NI
IU acusó a NI de asumir “una línea de confrontación con el presidente legítimo de México; adoptaron actitudes confrontacionistas desde varios escenarios; usaron la presidencia de la Cámara de Diputados, con Ruth Zavaleta, para golpear al movimiento, mientras ella se reunía con Margarita Zavala; se hicieron eco de las maniobras mediáticas contra López Obrador; boicoteaban los trabajos durante las jornadas de lucha en defensa del petróleo, se avaló a Leonardo Valdés en la presidencia del IFE y a los magistrados del TEPJF, en franca oposición a la línea lanzada por el gobierno legítimo.
“Se le retiró el poco apoyo de prerrogativas al movimiento encabezado por Andrés Manuel a pesar de que esos recursos se ganaron principalmente por él durante la campaña presidencial; se desalojó al gobierno legítimo y al FAP del edificio de Monterrey 50 y se metieron los chuchos apropiándose como corriente de ese edificio; se deslindaban públicamente de sus posicionamientos y del movimiento, etcétera. Parecía que el adversario principal de Nueva Izquierda era el ex candidato presidencial y no la derecha reaccionaria”.
Por tal razón, Izquierda Unida solcitó, en el texto que presentó en el encuentro, la salida del presidente del PRD, porque Jesús Ortega, su corriente y sus aliados (ADN) apostaron a una estrategia política y perdieron
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