Economía Moral
La democracia en los tiempos del tribunal electoral
De ciudadanos a consumidores políticos
Julio Boltvinik
En el capitalismo, la política tiende, como la vida toda, a mercantilizarse. De ciudadanos se nos quiere transformar en consumidores políticos: reducirnos, políticamente, al acto de elegir, de manifestar nuestras preferencias, entre los candidatos del oligopolio de partidos políticos, al igual que lo hacemos entre las marcas del oligopolio de refrescos o de detergentes, convirtiendo así el acto electoral (símbolo de la democracia liberal) en algo light. Los espots que venden las mercancías-candidatos son similares a los que venden mercancías comunes. Al igual que en la teoría económica dominante se supone (y se hace todo lo posible para que así sea) que todos somos seres egoístas guiados sólo por el interés propio. El ser genérico, que expresa los rasgos universales de la especie humana, motivado por el interés colectivo, desaparecería. Pero no lo logran del todo. Muchas personas se convierten en seres genéricos, desarrollan necesidades políticas las que, como toda necesidad, se identifican porque su insatisfacción se traduce en daño humano. Sufren por el estado de la cuestión política y social del país y del planeta, aunque dichas realidades no afecten sus intereses personales. Son los auténticos ciudadanos. La gran movilización ciudadana de 2006, encabezada por López Obrador, transformó a millones de consumidores políticos en verdaderos ciudadanos y ciudadanas que sufrimos enormemente con el fraude electoral, una forma institucionalizada de golpe de Estado, perpetrado por el IFE y el TEPJF (tribunal electoral), instituciones creadas por esperanzadas reformas político-electorales para la transición a la democracia. La paradoja de las elecciones de este 5 de julio es que la población que potencialmente votará, ciudadanamente más madura y herida por el crimen del fraude electoral, lo hará en el contexto de una degradación creciente del aparato gubernamental federal (y del de la mayoría de los estados), de los partidos políticos y del IFE y el TEPJF.
La degradación política del país se expresa en tres decisiones consecutivas del TEPJF contra la izquierda independiente, que muestran que no es un árbitro neutro, sino militante contra dicha izquierda: 1) Designó a Calderón presidente en 2006 a pesar de que, según lo demostró José Antonio Crespo en su libro Hablan las actas, no hay evidencias de que haya ganado la elección. 2) Designó presidente del PRD a Jesús Ortega quien tuvo más votos que Alejandro Encinas sólo si se cuentan, como lo hizo dicho tribunal, los supuestos votos obtenidos en casillas que nunca se instalaron. 3) Otorgó la candidatura del PRD en Iztapalapa, ganada por Clara Brugada, a la esposa de René Arce (Silvia Oliva), primer delegado ahí electo, quien la heredó primero a su hermano Víctor Hugo Círigo, todos ellos de Nueva Izquierda (tribu mejor conocida como los chuchos). Para hacerlo, anuló casillas con un criterio (que haya habido uno o más personas en las mesas receptoras de votos que no fuesen militantes del PRD) que se había negado a aceptar en la demanda de Encinas contra Ortega. Vivimos en un país ‘gobernado’ por un presidente impuesto por la conjugación fraudulenta del IFE y el TEPJF, en el cual el principal partido de izquierda es encabezado por una persona impuesta por el TEPJF, y que tiene como candidata del PRD en la delegación más poblada del DF, a una persona designada también por el tribunal electoral. En pocas palabras, el TEPJF ha reemplazado a la ciudadanía que se atreve a votar por la izquierda independiente (y que no avala sus fraudes).
¿Qué debemos hacer este domingo los más de 15 millones de mexicanos que votamos por López Obrador en 2006? ¿Debemos anular nuestro voto para protestar contra este estado de descomposición política e institucional, como dicen que lo van hacer, y proponen que otros sigamos su camino, personajes muy disímiles pero casi todos unificados por sus críticas a la resistencia persistente de López Obrador? Como lo apuntaron sabiamente Octavio Rodríguez Araujo y Adolfo Sánchez Rebolledo en La Jornada el día de ayer, la agenda oculta de muchos de estos personajes es la configuración de un bipartidismo a la gringa: financiado con recursos privados y de la cual se excluye a la izquierda. Por ello proponen reducir, o de plano eliminar, la representación proporcional en el Congreso y reducir los recursos oficiales para los partidos políticos. Por ello desde la izquierda no debemos hacer caso de estos llamados.
La verdadera opción para la izquierda es si debemos abandonar o apoyar a AMLO, en esta elección intermedia en la que está en juego la supervivencia como partidos políticos del PT y de Convergencia, los únicos partidos que se han mantenido fieles a Andrés Manuel, quien ganó la elección presidencial en 2006 y es, por tanto el presidente legítimo de México. La supervivencia de estos dos partidos, o al menos de uno de ellos, definirá si AMLO tendrá manera de ser postulado como candidato registrado a la Presidencia de la República en 2012. Quizás la última oportunidad para la izquierda en mucho tiempo. El voto nulo o en blanco, el voto por PAN, PRI, Panal, PSD o PVEM, se inscriben en la opción que abandona a AMLO abiertamente. El significado de votar por el PRD, del cual AMLO será probablemente expulsado después del 5 de julio, depende de si los candidatos son chuchos (término que de sustantivo se ha convertido en adjetivo). Si son chuchos, un voto por ellos va también en contra de AMLO, y puede ser decisivo en las elecciones para diputados federales, que es la votación que define si un partido mantiene o no el registro. También porque es importante que PT y Convergencia tengan grupos parlamentarios numerosos en la Cámara de Diputados.
Por lo que precede, votaré el próximo domingo por el candidato del PT a diputado federal, abonando a que este partido mantenga su registro y a que aumente su número de diputados federales, sobre todo plurinominales. En las elecciones del DF votaré por el PT tanto para la asamblea legislativa como para delegado de Tlalpan, porque el candidato del PRD a la Asamblea, aunque no es chucho, mostró durante su gestión como delegado (2003-2006) una falta de respeto a la ciudadanía, ya que nos sometió (a quienes vivimos cerca del Bosque de Tlalpan) a una contaminación acústica sumamente dañina a la salud. Aunque el candidato a delegado por Tlalpan tampoco es chucho, por lo que sé, no votaré por él porque no se ha deslindado de la política del anterior delegado a cuyo grupo, al parecer, pertenece. (Como antecedente la gráfica presenta los partidos políticos con más votos en 2003 y la proporción de población indigente en cada entidad federativa).
sábado, 4 de julio de 2009
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