domingo, 21 de septiembre de 2008

Hugo Gutiérrez Vega

ALLENDE Y LA DEMOCRACIA (I DE V)

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El impacto de mayor intensidad del régimen de Salvador Allende en Iberoamérica se dio en el orden de la cultura democrática, creando inquietudes y fomentando reflexiones en todos los aspectos de la vida sociopolítica y económica de los pueblos que padecían dictaduras implacables o gobiernos corruptos que intentaban, sin lograrlo, mostrar un rostro democrático.

El ejemplo del régimen de la Unidad Popular había demostrado a los pueblos iberoamericanos que la izquierda, a pesar de todas sus debilidades y contradicciones, era capaz de establecer pactos y de gobernar de una manera unificada. Los pueblos iberoamericanos con izquierdas desunidas que vivían en perpetuo conflicto, vieron con sorpresa los logros de la Unidad Popular, empezando por la llegada al poder a través de un proceso estrictamente democrático, y de la realización de la mayor parte de las reformas prometidas durante la campaña electoral dentro del marco jurídico y con un respeto notable al imperio de la ley. Se hacía política, se negociaba, se daban pasos hacía adelante y a veces era preciso recular, pero nadie pudo señalar alguna fractura del orden legal por parte del gobierno de la izquierda coaligada que arduamente intentaba conservar sus pactos y llegar a acuerdos en distintas materias.

Los bajos niveles de las culturas democráticas de Iberoamérica no permitieron, al principio, que los partidos de la izquierda se percataran del profundo cambio que se estaba dando en Chile, y que esto redundaría en beneficio de las pautas culturales de los distintos países. Advierto que estoy hablando de la cultura como el entorno histórico genético, que la estoy tratando en su sentido más amplio.

Sabía Allende que, como afirmaba Marx, la cultura académica, la popular y la artística son “una dimensión esencial de lo humano”. Por esta razón, su gobierno creó casas editoras, abarató el precio de los libros, dio un gran impulso a la cinematografía (El chacal de Nahualtoro, de Miguel Littin, es un buen ejemplo del nuevo cine que proponía la Unidad Popular). El teatro y la música florecieron, en las Universidades y en las Casas de Cultura se formaron pequeñas bibliotecas escolares y municipales y, sobre todo, se fomentó la difusión de la cultura en un ambiente de libertad de creación y de apoyo a las minorías y de respeto al punto de vista de la oposición que, en los primeros tiempos de la Unidad Popular , todavía actuaba con una relativa limpieza. Más tarde utilizó todas las formas del chantaje, el boicot, la amenaza golpista y el control de los medios masivos de comunicación que, en su mayoría, se mantuvieron en las manos de la derecha.

Es necesario recordar que el gobierno de Allende jamás practicó la censura y fue siempre respetuoso de las libertades de prensa y de expresión. Esta actitud democrática encontró críticas en algunos sectores de la coalición gobernante, pues algunos partidos eran proclives al ejercicio de la censura y al control de los medios masivos. Necesario es reconocer que esos medios fueron elementos muy importantes en la preparación, el desarrollo y la culminación del golpe militar, pues, fieles a la empresa privada y, en particular, a las compañías transnacionales, crearon un clima de pánico, mintieron sin pudor alguno y criticaron sistemáticamente todas las acciones del gobierno popular. Mucho presionaron a Allende para que intentará controlar los medios, pero él siempre se negó a ejercer la censura o a mediatizar la información. De esta manera, se vio obligado a enfrentar a los radicales de la coalición y de su propio partido. Esta lucha desgastó de manera notable al poder ejecutivo de la coalición gobernante. Sin embargo, no todo fue silencio frente a los capitostes mediáticos del capitalismo imperial, pues se hizo la crítica de los medios a través de publicaciones que causaron un impacto considerable, sobre todo en la clase media intelectual y en el estudiantado. Ejemplo de esta crítica de los medios masivos son los libros de Mattelart y de Dorfman, así como el sistemático análisis de las campañas mediáticas promovidas por la Democracia Cristiana, la empresa privada y los monstruos transnacionales como la ITT y los monopolios erradicados por el gobierno en las explotaciones del cobre y el salitre. Como primer esfuerzo de crítica de los medios, la labor de los mencionados investigadores y de los centros de análisis tuvo algunos excesos pintorescos. Recuerdo que la crítica severa de personajes como el Pato Donald, Daisy y Rico Mac Pato, llevó a los analistas a una postura casi eclesiástica. Yo, admirador de Daisy y de Goofy, seguidor de Bugs Bunny y de Elmer Gruñón, me sentí poco cómodo ante la rigurosa e inapelable crítica mattelartiana, aunque debo reconocer que, en muchos de sus planteamientos, tenía harta razón, y que sus investigaciones fueron pioneras en el estudio de los efectos del cómic estadunidense en los jóvenes y, sobre todo, en los niños. En este momento serían más que necesarias las investigaciones de los críticos de Donald, pues la violencia obscena de algunos de los actuales cómics está pidiendo a gritos un análisis tal vez más sofisticado que el de los pioneros y, sin duda, más incisivo en el estudio de los valores artísticos y de las técnicas de impresión de esas manifestaciones de la cultura popular, mediatizadas por la llamada cultura comercial, pero, como obra de arte, dueños de una sustantividad independiente que obliga a los investigadores a evitar los análisis crudos y sin matices.


Hugo Gutiérrez Vega

ALLENDE Y LA DEMOCRACIA (II DE V)

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No tuvo tiempo el gobierno de Allende para cumplir todas las rutas señaladas en su programa en materia de difusión de la cultura, promoción del libro y reforma universitaria y educativa en general. Su programa de la nueva organización de la escuela primaria, que contenía principios de la llamada educación activa y algunos aspectos de educación sexual, fue saboteado en las Cámaras y reprobado por el Episcopado y por las fuerzas de la derecha. Sin embargo, se lograron algunos avances en materia educativa, y el magisterio recibió apoyos, tanto financieros como intelectuales, inéditos en la historia de Chile. Por esa razón un buen número de maestros fue partidario de la Unidad Popular y salió a las calles para apoyar las nacionalizaciones y las medidas de planeación social del gobierno allendista que, contra viento y marea y siempre dentro del marco legal, cumplió una buena parte de sus promesas de campaña y tuvo que enfrentar las feroces reacciones del capital privado, salvo honrosas excepciones, y del capitalismo transnacional. Para apoyar nacionalizaciones como la del cobre, fue importante la limitada, pero muy inteligente campaña llevada a cabo por intelectuales y, en particular, dibujantes y cartonistas que encabezaron una labor de respuesta a la machacona y mendaz cantilena de la extrema derecha.

El 2 de diciembre de 1972, el presidente Salvador Allende pronunció un admirable y valiente discurso en el auditorio de la Universidad de Guadalajara que ahora lleva su nombre. En ese documento indispensable para conocer la idea de nación y la definición de las tareas culturales, especialmente las universitarias, Allende recordó la figura del presidente Benito Juárez, personaje central de nuestro siglo xix y ejemplo de perseverancia y de fe en el imperio de la ley. La izquierda mexicana (o, por lo menos, un sector de ella) nunca registró en toda su enorme valía la figura de Juárez, y puso el énfasis en el programa liberal para reprocharle una supuesta falta de compromiso social. Allende lo llama “el hombre de la independencia mexicana proyectada en el ámbito continental”, y reconoce la gran importancia de su lucha contra la intervención extranjera, y de su defensa a ultranza del orden constitucional. Recuerda que “México es el primer país de Latinoamérica que en 1938, a través de la acción del general presidente Lázaro Cárdenas, recuperó el petróleo”. En esos momentos, Allende tenía ya bien organizado su programa de nacionalizaciones y el siniestro Kissinger, premio Nobel de algo, la itt , los monopolios transnacionales y sus cómplices locales, empezaban a mover sus tentáculos para desestabilizar al gobierno chileno. Por eso, el compañero presidente apeló a los sentimientos del pueblo mexicano que tantas y tan meritorias luchas había emprendido para recuperar su patrimonio y defender sus recursos naturales. “Chile está hoy realizando el mismo camino liberador que ustedes”, afirmó en medio del aplauso de cientos de estudiantes universitarios.

(Hago un paréntesis para lamentar nuestra situación actual. Ya saben ustedes que el gobierno de la derecha mexicana está intentando dar marcha atrás en materia petrolera por medio de un chapucero proyecto de privatización de algunas actividades relacionadas con la explotación de nuestro principal recurso natural. Las transnacionales, entre ellas Repsol, afilan ya las uñas para dividir las tajadas del pastel. Recientemente recibimos la pragmática visita de la vicepresidenta del gobierno de España, que anunció el interés de las empresas españolas en participar en el pillaje. Algo habló, como de paso, de nuestra soberanía y de la opinión del pueblo mexicano sobre el tema, pero su discurso estuvo más cerca de los intereses empresariales que de los sentimientos de la nación. No se lo reprocho. Si el gobierno mexicano ofrece al mejor postor nuestra riqueza petrolera, es de esperarse que los negociantes del mundo se entusiasmen ante la perspectiva de ampliar sus inversiones y sus zonas de influencia. Me pregunto lo que opinarían Juárez, Cárdenas y los mismos fundadores del partido vendedor, Gómez Morín y González Luna, de todos estos despropósitos, tonterías financieras y aceptación, sin pataleo alguno, de las instrucciones de los centros del poder financiero internacional.)

La figura de Allende se agiganta en los terrenos de la cultura de la nacionalización de los recursos naturales, para garantizar su uso en servicio del pueblo y los valores de la independencia y la libre determinación. Fue muy claro, en su discurso de Gudalajara, el llamado a los estudiantes para que cultivaran “una conciencia revolucionaria y antiimperialista”. Sobre este tema afirmó que “no hay querella de generaciones: hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, y en estos me ubico yo”.

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