jueves, 24 de abril de 2008

SALE COLUMNA DEL RESPETADO Y ESTIMADO DR. ORNELAS:

TENDAJÓN MIXTO

El triunfo de los olvidados



Jaime Ornelas Delgado

Paraguay en la memoria

A pesar de las amenazas de violencia y fraude electoral que hizo la derecha y des-pués de sortear las trampas de una guerra sucia que lo vinculaba con el presidente Hugo Chávez de Venezuela, el ex obispo católico Fernando Lugo ganó la presidencia de la República del Paraguay, un país pequeño que sufrió 61 años de gobierno hegemónico del Partido Colorado, un partido que fomentó la corrupción y llegó a gobernar derramando ríos de sangre de los opositores al régimen.

Con una historia poco y muy mal conocida, Paraguay es un país que sustenta su vida en el sector agropecuario y no ha tenido reforma agraria. Su historia es la larga historia de una República despótica que encuentra su punto culminante el cuatro de mayo de 1954 cuan-do se produjo un golpe de Estado contra el presidente Federico Chávez, golpe que fue apoyado por una burguesía comercializadora y dedicada al contrabando y, falta más, por EU. En las elecciones de ese mismo año, fue elegido presidente el general Alfredo Stroesneer que instauró una larga dictadura apoyada por los militares, autocrática, anticomunista, pro nor-teamericana y defensora de la Doctrina de la Seguridad Nacional consistente en acabar con los comunistas en el país, mientras los norteamericanos combatían al campo socialista.

La dictadura concluiría hasta 1989 y en esos 35 años en Paraguay se eliminó todo vestigio de pluralismo y de vigencia de las libertades públicas y los derechos humanos que fueron permanentemente violentados en agravio de los disidentes y de los dirigentes del mo-vimiento popular. Eso, sin duda, hacía muy difíciles las cosas para la oposición al Partido Colorado, que era el partido de Stroesneer, pero se agravaban más si imaginaos que esa dictadura de tres décadas y media afirmó un régimen despótico que entre 1954 y 1987 re-novó puntualmente cada tres meses el Estado de sitio en Asunción la capital del país, im-puso un orden social y económico de dominio y exclusión basado en la identificación de la idea del cambio con el riesgo, el caos, el desorden y la ingobernabilidad, es decir, la dictadura contraponía orden y cambio, persiguiendo a quienes lo proclamaban y corrompien-do y ofreciendo prebendas a los elegidos del gobierno.

Esa herencia de la dictadura tuvo que ser vencida por los pobres que constituyen el 60 por ciento de la población total del país, por los sin techo que suman millares, por los so-brevivientes de los años del terror durante la dictadura y los años posteriores a ella, por los campesinos y los indígenas marginados e infinitamente pobres, las mujeres y hombres de la ciudad hartos de la sociedad excluyente, conservadora y autoritaria. Y lo lograron. Ni la guerra sucia, ni las amenazas contra la población pudieron vencer la convicción de la ne-cesidad del cambio.

Paraguay se incorpora, así, a la larga marcha que han emprendido los pueblos de Amé-rica Latina para alcanzar su liberación definitiva, marcha donde hace falta ya la presencia de México, cada vez más lejos de la historia común latinoamericana y muy cerca de Washing-ton y Colombia.

Lo que haga desde ahora este ex sacerdote, militante de la teología de la liberación, que tu-vo como lema de campaña su “compromiso con los más pobres”, dependerá de lo que man-de el pueblo, así lo ha dicho, así se ha comprometido. Sin duda, el emblemático triunfo de la izquierda en Paraguay refuerza un camino distinto al neoliberal en el Cono Sur, se forta-lece el Mercosur y la integración regional. América Latina, pese a todo, sigue avanzando.

Fascismo corriente

La primera vez que escuché lo que después sería el nuevo espot contra Andrés Manuel López Obrador fue en una intervención que tuvo Enrique Krauze en uno de los noticiarios nocturnos de Televisa. En su perorata francamente reaccionaria, Krauze no incluía a Hitler ni a Mussolini, sino a al “primer emperador de México” Agustín de Iturbide y a “nues-tro mejor vendedor” Antonio López de Santa Anna junto a Victoriano Huerta. Sin embargo, como los dos primeros son verdaderos héroes de la reacción mexicana (Luis Paredes le puso a un tramo del periférico el nombre de Agustín de Iturbide), no fueron incluidos en la versión final del spot, inspirado por Enrique Krauze, quien es muy bueno para reclamar libertad y tolerancia para él sin ser capaz de ofrecerla para quienes no piensan como dice que debemos pensar.

Pero la ridícula y torpe campaña contra López Obrador muestra que al haberse puesto a la vanguardia del debate nacional sobre el petróleo Andrés Manuel está afectando intereses poderosísimos, negocios multimillonarios y eso ha enfurecido a los dueños del capital que ya sentían suya la enorme renta petrolera y de sus amanuenses que odian por encargo, escriben por consigna y mueren de irritación por que no pueden vencer la dignidad de un líder cercano, como pocos, a un pueblo cansado de tanta arrogancia y prepotencia de la derecha y está dispuesto a defender lo que es suyo: el petróleo. Finalmente como escribiera el poeta Hugo Gutiérrez Vega: “Los que se parecen a Hitler y Mussolini son los fascistas, y los fascistas son los derechistas”.

Puede ser

José Woldenberg explica por qué firmó un desplegado junto con Enrique Krauze, la-mentando la toma de la tribuna del Congreso por diputados y senadores del Frente Amplio Progresista (FAP). Y está bien que lo haga, que haga uso de los espacios –que no todos tienen– para decir lo que le venga en gana. Pero si bien Woldenberg señala la razón de su inclusión entre los “abajo firmantes” del dichoso desplegado, no explica los motivos que impulsaron la toma de la tribuna. En todo caos, Woldenberg debió explicar cuales fueron las causas que motivaron a los legisladores a actuar como lo hicieron e impedir la aprobación inmediata de la iniciativa de Felipe Calderón respecto de Pemex y convocar a un debate nacional.

El ex presidente del IFE calificó el acontecimiento pero no explicó las causas que lo pro-vocaron, de haberlo tal vez hubiera firmado un desplegado pero de agradecimiento a los di-putados y senadores del FAP que evitaron el albazo, o quien sabe a lo mejor Woldenberg ya cree que sólo la inversión extranjera salvará a México empezando por Pemex.

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