domingo, 18 de enero de 2009

LOS JOVENES ESTAMOS OBLIGADOS A LEER A RIUS:

LAS HISTORIETAS DEL GRAN RIUS QUE AYUDARON A POLITIZAR A MUCHOS DE NUESTROS PADRES, SERAN OFRECIDAS POR LA JORNADA A PRECIOS MUY ACCESIBLES; LOS JOVENES DEBEMOS APROVECHAR PARA ENRIQUECER NUESTRAS INCIPIENTES BIBLIOTECAS.

!A APROVECHAR ESTA OPORTUNIDAD!!

La Jornada y Grijalbo ofrecerán a los lectores los mejores libros del caricaturista

Tres generaciones se han echado a perder por mi culpa: Rius



■ “El humor es una forma de vida de los mexicanos que deberían envidiarnos los extranjeros”

■ Al personaje Calzonzin lo vi rencarnar en los comandantes zapatistas, indica

Fabiola Palapa Quijas

Ampliar la imagen El maestro Eduardo del Río, Rius en su casa-estudio de Tepoztlán, Morelos El maestro Eduardo del Río, Rius en su casa-estudio de Tepoztlán, Morelos Foto: Francisco Olvera

Rius en primera persona: “Me siento a gusto con lo que he realizado y que ha disfrutado el papá, el hijo y hasta el nieto; son tres generaciones que se han echado a perder más o menos por mi culpa”.

Eduardo del Río, quien figura entre los máximos exponentes de la caricatura mexicana y ha hecho del humor una forma de vida, se trazó un objetivo y lo ha cumplido: cultivar la caricatura. Por ello en cada uno de sus libros de historietas rompe con la solemnidad para abordar con humor temas de filosofía, capitalismo, marxismo, historia, religión y hasta nutrición vegetariana.

Durante más de cinco décadas ha orientado, divertido y formado a miles de vegetarianos y ateos; también ha politizado a muchos mexicanos con sus historietas Los supermachos y Los agachados.

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Elena Poniatowska considera a Rius como uno de los grandes educadores de México del siglo XX, mientras Carlos Monsiváis ha comentado que en el país existen tres secretarías de educación: la SEP, Televisa y Rius.

Calzonzin de carne y hueso

A Eduardo del Río (Zamora, Michoacán, 1934), quien se inició involuntariamente como católico –después fue seminarista, burócrata, embotellador, vendedor de jabón, office boy, encuadernador, cajero, profesor sin títulos y enterrador en Gayosso–, le gusta ver la vida “con humor y optimismo. No siempre es posible pero se hace la lucha. Los mexicanos no le damos tanta importancia a las cosas serias de la vida; lo que más nos critican es que somos una bola de irresponsables que llegamos tarde a todas partes, pero creo que es una forma de vida que deberían envidiarnos los extranjeros.

“Claro, nunca seremos una superpotencia y menos con estos gobiernitos que nos han tocado últimamente.”

A diferencia de las personas que se la “pasan buscando qué diablos hacer en su vida y no saben, tuve la suerte –explica Rius– de que a los 20 años ya sabía ser un buen caricaturista e iniciar una labor, aunque nunca imaginé que llegaría a publicar tantos libros y tantas historietas”.

Explica que uno de sus personajes favoritos para historietas es Calzonzin, porque “lo vi rencarnar en los comandantes zapatistas en Chiapas; se convirtió en alguien de carne y hueso. Además, nunca se había tratado al indígena con humor, sólo se les utilizaba para burlarse de ellos”.

Rius, a quien sus colegas El Fisgón, Hernández y Trino describen como “genio incomprendido, obispo fracasado y eterno curioso”, descubrió que mediante el humor los lectores comprenden mejor temas religiosos, filosóficos y de sexualidad.

“Hubo un tiempo –señala el caricaturista– en que el tema del sexo fue tabú; ahora tengo el libro La cama nostra, de humor erótico, que por cierto, cuando traté de publicarlo en Alemania, me lo regresaron porque era considerado un libro infantil.”

Y como ha encontrado en la caricatura y la sencillez del lenguaje una forma de aprendizaje, considera que la solemnidad fue inventada por el ser humano para no parecerse tanto a los animales. “Si veo un hombre que viste un frac negro con su corbatín y veo un chango, yo me quedo con el chango porque uno se disfraza para ser lo que no es y traiciona a su especie. El ser humano debería ser más natural y portarse como un niño para no vivir de las apariencias, eso es algo que nos ha dado al traste, el tratar de fingir y ser lo que no somos en realidad.”

La religión, gran negocio

Entre los más de cien libros que Rius ha publicado figura el Manual del perfecto ateo, con el cual se ganó la excomunión y lo llena de santo orgullo, y ahora piensa seriamente en inventar una religión porque es un gran negocio.

En el libro explica cómo el hombre comenzó a crear dioses y cómo las religiones se han aprovechado del temor de algunos hombres para su propio beneficio. Asimismo describe los errores de la Biblia, el Corán, el Popol Vuh, el Ramayana, el Tao Te King y el Libro de Confucio, entre otros.

Para los lectores que tienen dudas sobre el manual, su autor plantea las siguientes preguntas: si Dios es tan bueno como lo proclaman los sacerdotes, ¿qué razones existen para temerle? Si se encuentra en todas partes, ¿para qué diablos edificar iglesias? Si es todopoderoso, ¿cómo permite la blasfemia? Si Dios mandó a su hijo a fundar una única fe, ¿cómo es que hay tantas y peleándose entre sí?

Interés por la justicia

En otro volumen, Eduardo del Río documenta los abusos sexuales cometidos dentro de la Iglesia católica y le pide a Jesús que nos salve de ella.

¿Sería católico Jesucristo? es el título del libro que reúne pasajes de la vida de Marcial Maciel, Girolamo Prigione, Norberto Rivera, Juan Sandoval Íñiguez y Onésimo Cepeda.

Rius asegura que prefiere hacer crítica y espera “ingenuamente” que lo tomen en cuenta. “El trabajo de un caricaturista es señalar lo que está mal y no estar haciendo chistes babosos para que las personas se rían; me interesa que haya justicia. Esta lucha es difícil porque, aunque ande uno deprimido y apachurrado por lo que sucede en el país, tiene uno que procurar que la gente se ría un poquito.”

La panza es primero: la triste realidad de la comida mexicana, uno de los bestsellers mexicanos, editado por primera vez en 1973, que La Jornada pondrá a circular en una edición especial a partir del próximo miércoles 21, fue el primer libro en cuestionar las fallas nutricionales de la comida mexicana.

El caricaturista explica de manera exhaustiva que los malos hábitos alimenticios causan problemas como aumento de la presión arterial, padecimientos de la vesícula, enfermedades del corazón, arteriosclerosis, nefritis, vejez prematura y diabetes. Asimismo incluye una lista detallada de los minerales y vitaminas que necesita el organismo.

Rius enfatiza que al comer carne de cerdo, de res o un pescado, “nos estamos comiendo algo en descomposición, pudriéndose, lleno de urea, ácido láctico y otras porquerías. ¡Un cadáver, ni más ni menos!”

Los más leídos

La postura revisionista de Eduardo del Río es clara en La revolucioncita mexicana, libro en el que aborda el movimiento armado de 1910 y reconoce la lucha de Francisco Villa y Emiliano Zapata. “Se trata de una interpretación humorística con pretensiones de veracidad nada más y nada menos, aunque yo sólo sepa de la tal revolución por los libros y las películas.”

A partir del 21 de enero, La Jornada y Editorial Grijalbo ofrecerán a los lectores los mejores libros de Rius, en una colección especial de 12 títulos que se podrán adquirir los miércoles en puestos de periódicos y librerías de La Jornada. Asimismo se obsequiarán uno por uno, es decir, acompañando cada entrega semanal, los 12 cómics con los personajes de Mis supermachos. “Son los libros que más se han vendido, quizá no son los mejores del mundo, pero son los más leídos”, aclara su autor.

Los volúmenes que han hecho historia y que tendrán un costo de sólo 59.90 pesos son: La trukulenta historia del kapitalismo, La basura que comemos, Manual del perfecto ateo, Marx para principiantes, La panza es primero, La revolucioncita mexicana, Economía al alcance de todos, Filosofía para principiantes, 500 años fregados pero cristianos, Horóscopos, tarot y otras tomadas de pelo, El mito guadalupano y ¿Sería católico Jesucristo?


PORTADA DEL ABChé DE RIUS EN JAPONES

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Israel, ese genocida

Me llamo Jorge Moch. Soy mexicano y soy ateo. Mi madre, alguna vez católica, me bautizó sin mi permiso. Mi padre hacía lo que mi madre dictara. Dios hizo lo que dicté yo cuando lo mandé al carajo. Mi abuelo era masón y me enseñó cosas buenas. Mi bisabuelo era judío. Moch viene del hebreo moshé . Un tío abuelo mío estuvo en Auschwitz y fue liberado en 1944 por los rusos. Fue combatiente con las tropas comandadas por De Gaulle. Desde niño tuve amigos judíos y alguna vez pensé en convertirme, pertenecer: los Arakanchi, los Maymón, los Canarek. Buchwald, Ilitzky, Bross. En la sinagoga de Guadalajara podía entrar sin problemas porque los vigilantes creían, de tanto verme por allí, que yo era parte de la congregación. Los padres de algunos de mis amigos a veces me hablaban en yiddish sin que yo entendiera un cuerno, y la sangre judía en mis venas hasta hace poco era motivo de orgullo para mí. El Holocausto es para mí una tragedia cósmica, conmovedoramente real y descarnada: casi toda mi ascendencia en Francia fue diezmada por los nazis. Los Moch, además de judíos, eran maquis, es decir, guerrilleros de la resistencia contra la ocupación. Hay en la familia historias espeluznantes de aquella guerra y de nuestros muertos. El tema del Holocausto pega durísimo en el plexo. Me hace llorar.

Pero el Estado de Israel hoy ha desgarrado mi vena judía. Me ha traicionado. Ha traicionado los mismos ideales por los que millones de judíos sacrificaron su vida y padecieron terrible martirio; el Estado de Israel hoy se ha traicionado a sí mismo, ha escupido los fundamentos sobre los que se sostiene, sobre los ideales de Ben-Gurión, de Golda Meir, en fin, sobre sí mismo y sobre la cauda del suplicio colectivo padecido en las garras del Tercer Reich durante la primera mitad del siglo pasado. Israel es hoy, como sus verdugos de antaño, un asesino de niños, de mujeres, de gente que dormía en sus casas hasta que les cayó encima una bomba de racimo con la estrella de David como insignia y la leyenda, minúscula para que no se vea demasiado: made in usa.

Al imbécil fronterizo de la Casa Blanca que destripó la paz en el mundo por casi una década, se le llena el hocico al decir que la masacre de Gaza es culpa de los palestinos que arrojan proyectiles caseros a territorio que, en los hechos y según el derecho internacional, es suyo; territorio ocupado a la mala, cercado a la mala por una barda peor que la que los mismos gringos nos recetan como bofetada de desprecio en la frontera: los palestinos de Gaza buscan recuperar lo que les fue arrebatado porque Israel tiene más y mejores armas y, según parece, una inmensa avidez por tierra ajena al tiempo que un nimio, minúsculo, inexistente escrúpulo, porque el respeto al derecho ajeno, etcétera.

Quién hubiera pensado que un premier como Olmert, marido de una novelista, pudiera ser acusado de genocida y puesto en la misma apestosa colección de monstruos, con Hitler, Stalin, Amin, Pinochet, Milosevic o Franco… sin utilidad real en el mundo, sin mérito, como no sea para demostrar que la especie humana es capaz de cualquier cosa y que la ultraderecha, aunque se pinte de rojo, ebria de poder, de dogmas, de certezas de papel y cortedad de miras no sirve más que para inventarse santos y matar al prójimo cuando sale respondón, porque en todos lados, en toda época es la misma mierda.

Quién iba a decir que fuera Israel capaz de cometer una masacre como ésta, tan abusivo con sus bombas, si ya eran vergonzosas y criminales la matanzas de los campos de refugiados de Rafah, Jenín, Nahr al-Bared, Sabra y Chatila, masacres inexistentes en el discurso oficial de Occidente, pero con muertos reales, mujeres, varones, niños que alguna vez nacieron y recibieron arrullos para terminar con hoyos sangrantes, hoyos de bala en el cuerpo o despedazados por un bombazo justificado primero en los medios estadunidenses, allí las cbs , cnn , Fox News, y el resto del mundo agachón ante el poder del dinero. Quién iba a decir que los actos de la derecha en Israel restarían valor a la Guerra de los seis días, a sus justicieros pero brutales actos cuando Septiembre Negro, a la gesta vindicativa de Simon Wiesenthal, al heroísmo de Moshé Dayán, al rescate de los secuestrados de Entebbe…

Me llamo Jorge Moch y por primera vez en mi vida me avergüenzo de la sangre que corre en mis venas, de que alguna vez quise probar la aventura del kibutz, de que el segundo apellido de mi bisabuelo fuera Levy. Pobres judíos. Pobres palestinos. Pobre mundo.

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