Somos guerreros: la huelga continúa
Ayunantes llevan casi un mes de librar otras batallas
Padecen además calor, ruido y hasta agresiones
Domingo 23 de mayo de 2010, p. 2
Somos guerreros. La huelga de hambre sigue
, expresa Miguel Márquez Ríos, integrante del grupo de ex trabajadores de Luz y Fuerza del Centro (LFC) que está por cumplir un mes en ayuno en el Zócalo capitalino.
Casi 30 días alimentándose sólo con agua, suero y miel; lapso en el que han estado padeciendo no sólo mareos, náuseas, dolor en el cuerpo, punzadas en los riñones y debilidad general sino la inclemencia del clima de abril y mayo. Además, el ruido incesante de la Plaza de la Constitución.
A diario sofoca el calor debajo de la gran carpa verde y de las tiendas de campaña levantadas frente a Palacio Nacional; si hay lluvia, los chorros de agua invaden la plancha de concreto y, en la noche, la batalla es contra los insectos y el frío.
El plantón del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) no ha estado exento de amagos de civiles sospechosos
que merodean el lugar; una vez les aventaron una estopa ardiendo que alcanzó a quemar una manta y, hace algunos días les lanzaron, desde la parte alta de Palacio Nacional, canicas –las conocidas como ‘bombochas’– las cuales conservan como prueba de las agresiones, y que son adjudicadas a los soldados que vigilan las oficinas presidenciales.
Fieles acompañantes
A toda hora padecen el ruido de automóviles y sus bocinas y los acompaña el murmullo de la gente, las manifestaciones de apoyo de organizaciones sociales y de transeúntes, así como los mítines solidaros.
La semana pasada hicieron malabares para sortear a la multitud que acudió a un concierto de rock en el Zócalo en protesta por la ley antimigrante de Arizona. Los electricistas, frente a Palacio y los rockeros, frente a la Catedral. Los tapones en los oídos de los trabajadores en lucha fueron insuficientes ante el volúmen de la música.
Los electricistas, sus familias y otras personas –principalmente jubilados y jubiladas– que apoyan a los huelguistas, se ajustan perfectamente a las reglas para ingresar al campamento: registro puntual en un cuaderno, colocación de un gafete, cubreboca y gel antibacterial, para evitar daños inesperados.
A unos metros del punto de revisión, del lado derecho, está la carpa de la decena de mujeres en ayuno, quienes no saben estar quietas. Sacan la bolsa con el tejido, acomodan sus pertenencias, ven la televisión o se reúnen para darse ánimos.
Del otro lado están las carpas de los varones, similares a una sala de urgencias de un hospital público, catre con catre están casi pegados; los que iniciaron la protesta desde el 25 de abril pasado, un primer grupo de 10 (hasta ayer quedaban cuatro) ya no aguantan los dolores de espalda por dormir tantos días sobre una cama endeble.
Los huelguistas portan una playera roja con leyendas. Al frente está el escudo de su sindicato y se lee: Por el SME, mi mente, mi alma, mi espíritu y mi vida. Hasta la victoria. Huelga de hambre
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En la parte posterior, de un lado el logo de LFC y en el opuesto el del SME, símbolos que no se llevan en los labios para vivir de ellos, sino en el corazón para morir por ellos
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Los electricistas en resistencia se distinguen por llevar colgado al pecho su credencial, ampliada y resguardada por una mica de unos 20 centímetros de largo por 15 de alto.
Miguel es uno de los dos integrantes del comité central del SME que aprobó los exámenes médicos y que se integró a la protesta.
El otro es Gregorio Ernesto Paredes, de la Comisión Autónoma de Hacienda, con casi 25 años de antigüedad en Luz y Fuerza. Varios líderes estuvieron en la disyuntiva de ponerse en la primera línea del ayuno permanente o continuar en la organización de este movimiento opositor a la extinción de LFC.
No podía quedarme fuera, explica Miguel, prosecretario de las 11 divisiones de la extinta empresa, es decir, quien coordinaba a los 14 mil electricistas que daban servicio a los municipios de poblaciones vecinas al Distrito Federal.
Y fue justo en esa región, con amplias zonas rurales, donde se registraron los porcentajes más altos de trabajadores que se negaron a ser liquidados, pese al bono adicional ofrecido por el gobierno.
Ejemplo de la resistencia del SME es la hidroeléctrica Necaxa, cuna de la industria eléctrica en el país y donde permanece el equipo técnico manufacturado en 1907.
De una plantilla de 700 trabajadores permanecen en lucha 468. Ahí, en Necaxa, el pueblo se ha organizado para defender su principal fuente de empleo formal; las guardias al pie de la planta las encabezan no sólo los electricistas sino familias enteras; aseguran que no han dejado entrar ahí ni a la Comisión Federal de Electricidad ni a empresas contratistas.
Y es ahí también donde se prevé, de acuerdo con declaraciones del opositor en el SME, Alejandro Muñoz, la búsqueda de inversionistas privados para que se hagan cargo de esa planta, ubicada en una zona rica en recursos naturales.
Al respecto, el prosecretario de divisiones, quien conoce el proceder de los electricistas del campo y la ciudad, advierte que el pueblo de Necaxa es capaz de defender la hidroeléctrica con la vida misma.
Estamos con el corazón metido en este movimiento. Hay compañeros enlistados, que pasaron los exámenes médicos y que están con la mira de venir a integrarse a la huelga de hambre
, expresa.
Porque, agrega, qué se puede esperar de un títere como Muñoz que primero fue líder, defensor de la materia de trabajo del SME, hoy es empresario y esquirol de nuestro contrato. Si aun con el repudio de trabajadores y jubilados se atreven a llevar a sus inversionistas, lo único que provocarán será un enfrentamiento. Nosotros estamos unidos.
Miguel tiene 22 años de antigüedad en LFC y se integró a la huelga de hambre el 3 de mayo, es decir, ayer cumplió 20 días en ayuno, sin importar las afectaciones –coyunturales o permanentes a su salud– porque está convencido de que la lucha es justa.
Los del SME no somos ni héroes ni mártires, sino un grupo de trabajadores que no está dispuesto a ser pisoteado. Tenemos claro que si en el país no hay justicia, ésta será tomada por propia mano
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Miguel ya perdió más de 10 kilos –al principio disminuía un kilo por día– pero todavía se ve fuerte, apenas con los labios resecos.
Asegura que no van a dar ni un paso atrás; como han repetido desde hace 28 días en que se instaló el campamento en el Zócalo, de una huelga colectiva de hambre posiblemente sin precedente, su lucha es hasta las últimas consecuencias. El gobierno federal, asevera, no les dejó otra opción.
Las respuestas del dirigente son fluidas y enfáticas; pero de pronto la voz se le corta, traga saliva y los ojos se le humedecen cuando recuerda la trayectoria del SME: ¡este es mucho sindicato. Somos guerreros y no permitiremos que este gobierno estúpido acabe de un plumazo con 95 años de historia de nuestra organización y con 106 años de Luz y Fuerza. Nos mantenemos aquí, así, porque tenemos mucha dignidad, mucho valor!
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Domingo 23 de mayo de 2010, p. 3
En las pasadas 24 horas –entre viernes y sábado– han sido trasladados al hospital cinco electricistas del grupo que se encuentra en huelga de hambre en el Zócalo capitalino.
Durante 28 días se han retirado, por complicaciones en la salud, 12 trabajadores de los 80 que han participado en este ayuno colectivo, sin precedente, en la Plaza de la Constitución. De manera simultánea, otros 13 electricistas iniciaron esta forma de protesta en Toluca, estado de México.
La salida de algunos fue necesaria porque presentaban alteración en la presión sanguínea, cuadros de taquicardia, afecciones renales y problemas gástricos severos, entre otras descompensaciones.
Sin embargo, aclara Humberto Montes de Oca, secretario del Interior del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), nuestra resistencia no debe medirse por el número de huelguistas sino por la muestra que están dando al gobierno y al pueblo de México de férrea defensa de sus derechos laborales y del carácter público de la industria eléctrica
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La incorporación al ayuno (sólo toman agua, miel y suero) fue escalonada, en grupos de 10 cada día, desde el 25 de abril pasado. De esa primera decena quedan cuatro y, de las 10 mujeres, sólo ha salido una.
Por ello, pese al retiro de algunos, la dirigencia del SME valora si abre o no la etapa de ingreso de otros trabajadores que acreditaron buena salud y se declaran listos para protestar de esta manera. Son decenas los que están aptos y en primera línea de espera para sumarse al ayuno.
La protesta, considerada por los médicos como extrema por las condiciones a las que se somete al organismo, inició hace casi un mes en repudio a la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LFC), otrora fuente de empleo de más de 44 mil trabajadores.
Un decreto presidencial dio por concluida la vida de ese organismo para trasladar sus operaciones, en la zona central del país, a la Comisión Federal de Electricidad.
Tras la intempestiva toma de LFC la noche del 10 de octubre, con el apoyo de la Policía Federal, el gobierno ofreció a los trabajadores un finiquito con bono adicional, como principal atractivo
para que aceptaran firmar su liquidación.
No obstante, al cierre del año, casi 18 mil trabajadores –de la plantilla de más de 44 mil– decidieron no cobrar y permanecer en lucha; algunos interpusieron demandas por despido injustificado y/o por la reinstalación en CFE, bajo la figura de patrón sustituto, y miles más se adhirieron a la solicitud de amparo promovida por la dirigencia del SME, encabezada por Martín Esparza.
Este trámite fue rechazado en principio por un juzgado de distrito, pero debido a la importancia del caso, es analizado actualmente por los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el cual deberá definir si el decreto presidencial es constitucional.
Durante los siete meses tras el decreto, el SME ha encabezado decenas de protestas que han recibido lo mismo el rechazo de diversos sectores que el apoyo de otros, como organismos y sindicatos del país y el extranjero.
Quizá por las altas temperaturas del viernes, el estado de salud de varios se afectó aún más, por lo que hasta anoche había 68 huelguistas en el Distrito Federal y cuatro en Toluca.
Este mismo viernes, los huelguistas y la dirigencia del SME se reunieron para tratar de mejorar las condiciones del campamento instalado en el Zócalo. Pese a las condiciones adversas, predomina el alto espíritu de lucha de este movimiento que ya trasciende las fronteras
, dijo Montes de Oca.
Estamos firmes, agregó, hasta la devolución de nuestro empleo y el respeto a nuestro contrato colectivo y organización gremial.
Lo cierto es que el criterio numérico no nos ayuda y mucho menos nos define. Hay muchos compañeros esperando que les demos luz verde para incorporarse a la huelga; aquí lo importante es que el ayuno ya tiene un impacto en la sociedad, como muestra de que puede haber resistencia ante actos autoritarios del gobierno
, señaló el dirigente.
Por lo pronto, pese a las bajas, la huelga de los electricistas sigue teniendo carácter indefinido
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Ante la falta de oportunidades
, miles de mexicanos se van cada año a EU
racistaley Arizona, pide López Obrador a Obama
El tabasqueño dice esperar que Fernández de Cevallos regrese vivo
Domingo 23 de mayo de 2010, p. 8
San Jerónimo de Benito Juárez, Gro., 22 de mayo. Andrés Manuel López Obrador pidió al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, vetar la ley Arizona, por considerarla racista y violatoria de los derechos humanos de los mexicanos que laboran en aquella nación
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Recordó que miles de connacionales emigran anualmente al vecino país del norte en busca de mejores condiciones de vida y de trabajo, porque en México se han cancelado ambas oportunidades desde hace 27 años de imposición de una política económica de corte neoliberal, que mantiene en la pobreza a la mayoría de los mexicanos.
El ex candidato presidencial encabezó en esta ciudad la segunda asamblea regional de evaluación de los comités territoriales del gobierno legítimo
, a la que asistieron representantes de Tecpan, Atoyac, Zihuatanejo y Petatlán, no así los de La Unión y Coahuayutla. El político tabasqueño constató los avances logrados y exhortó a sus simpatizantes a seguir trabajando para llegar fortalecidos a 2012.
Ante más de 400 asistentes, el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal aseguró que la gente, actualmente aturdida por los bombardeos que recibe en los medios de comunicación, despertará para rechazar el regreso del PRI al poder
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El presidente legítimo
llamó a los perredistas del estado a evitar las divisiones durante el proceso interno para elegir candidato a la gubernatura –se renovará en enero de 2011– y a participar decididamente en los comicios estatales: después vamos a 2012, al proceso federal, donde sólo con organización podremos ganar la elección presidencial
, anunció.
En materia electoral, López Obrador reiteró su postura de que el próximo candidato al gobierno estatal que represente a la izquierda no debe hacer alianzas ni con el PRI ni con el PAN, porque son lo mismo
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Reiteró que su respeto es para los militantes, porque los de arriba son rateros; el PRI y el PAN son lo mismo, son unos ladrones; son lo mismo (Vicente) Fox que (Carlos) Salinas, (Manlio Fabio) Beltrones que (Fernando) Gómez Mont, (Enrique) Peña Nieto que Elba Esther Gordillo, son lo mismo
, insistió.
Explicó que el movimiento que encabeza escogió la vía electoral para lograr la transformación del país, y en enero próximo los guerrerenses tendrán oportunidad de cambiar la actual situación de su estado, donde gobierna el perredista Zeferino Torreblanca.
Interrogado acerca del escenario que prevé ante la desaparición del panista Diego Fernández de Cevallos, expresó que espera que regrese vivo.
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Se rompe el cerco paramilitar
Autor: Miguel BadilloSan Juan Copala, Oaxaca. Todos los días, desde hace seis meses, hombres armados apostados en los cerros que rodean Copala disparan a todo lo que se mueve. La orden que recibieron, cuenta uno de ellos, es que nadie salga ni entre a este pequeño pueblo de la región triqui oaxaqueña. Así, evitan que llegue el abasto de comida, agua potable y medicinas a las cerca de 800 personas que, hambrientas, sobreviven atrapadas en este infierno.
Miguel Badillo y Zósimo Camacho / Julio César Hernández, fotos / enviados
Cualquiera que intenta cruzar por montes y veredas con rumbo al pueblo de Copala, principal centro ceremonial de la comunidad triqui, se enfrenta a las ráfagas de metralletas AK-47 y rifles R-15 que portan grupos armados, como el que disparó aquella tarde del martes 27 de abril en contra de la caravana por la paz, que encabezaban defensores de derechos humanos y que tuvo como saldo dos muertos y una decena de heridos.
Diez días después de aquel ataque armado, en donde resultó herido con tres disparos de bala nuestro compañero fotógrafo David Cilia (lo que lo mantiene, hasta el cierre de esta edición, internado en un hospital de la ciudad de México) y junto con la reportera Érika Ramírez tuvieron que correr y esconderse por casi tres días en el monte para salvar la vida, otros tres reporteros de Contralínea (Zósimo Camacho, Julio Hernández y Miguel Badillo) han llegado a la región dominada por los triquis para terminar el trabajo periodístico inconcluso: entrar a San Juan Copala y describir el terror que viven aquí niños, mujeres, ancianos y los pocos hombres que aún quedan.
El viernes 7 de mayo, un grupo de 12 indígenas, simpatizante del Municipio Autónomo de San Juan Copala, se comprometió a guiar a los periodistas y escoltarlos hasta esta cabecera municipal, aun con el temor y el riesgo para los triquis de perder la vida en el intento.
La primera recomendación a los reporteros fue evitar llamar la atención entre los habitantes de los pueblos que rodean Copala, en donde las organizaciones Unidad para el Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort), Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT) y Movimiento por la Unificación de la Lucha Triqui Independiente (MULTI) tienen sus bases. La segunda recomendación a los periodistas fue ocultarse hasta que llegara el momento de partir. No se sabe ni hora ni día. Simplemente hay que esperar.
Tres días transcurrieron, hasta la noche del lunes 10, cuando los indígenas triquis vuelven a hacer contacto y acordamos los términos de la incursión hacia el pueblo de Copala: el ingreso será de noche, lo que dificultará el acceso, pero dará una oportunidad más para evitar cualquier agresión; nada de lámparas ni luces que puedan llamar la atención de los francotiradores; hablar lo menos posible y sólo cuando sea necesario hacerlo en voz muy baja; vestir de negro para perdernos en la oscuridad de la noche y llevar botas y mochila con medicamentos para la atención de alguna posible herida de bala; si nos disparan, tirarnos al suelo y avanzar lo más rápido posible para eludir las balas y perdernos de los agresores; resistir el tiempo necesario en el monte hasta encontrar el acceso más seguro y, lo principal, mucha suerte, porque para entrar a Copala se necesita eso y más.
La columna informativa que integran 12 triquis-guías y tres periodistas inicia su marcha por el monte. Seis indígenas van al frente y otros seis en la retaguardia. Los reporteros, en medio de la columna para mayor protección. La instrucción es guardar distancia entre nosotros para evitar ser blanco fácil ante un posible ataque, lo que dificulta aún más el camino; la oscuridad impide ver a medio metro de distancia, sólo el ruido del andar de los indígenas sobre hojas y ramas secas orienta la ruta a seguir. Las caídas y tropiezos de los reporteros son constantes; el peligro de caer en alguna barranca invisible es latente, pero nadie puede detenerse si queremos llegar con vida a Copala. Debemos avanzar lo más rápido posible durante la noche y, de vez en cuando, descansar a petición de los tres de en medio.
El sudor agobiante embarra y pega las hojas y ramas de los árboles en el cuerpo. Los mosquitos e insectos nos acompañan todo el camino: los brazos y piernas empiezan a llenarse de bolas por las picaduras conforme avanza la columna y nos internamos cada vez más en estas rudas montañas. A pesar del peligro, estamos seguros de que no nos equivocamos en querer documentar y contar la historia que vive San Juan Copala.
La ruta es acompañada por constantes disparos que retumban en el silencio de la montaña. Son tiros de advertencia para aquel que se atreva a cruzar por su territorio. La angustia y miedo invaden el cuerpo. Un escalofrío inevitable nos atraviesa de sólo pensar encontrarnos de frente a cualquier grupo armado que patrulle el área. Nuestros guías se mueven rápido, cubren una amplia área de protección; pero al final de cuentas, los grupos paramilitares, también integrados por indígenas, saben dónde vigilar para impedir que alguna persona, sobre todo periodistas, como ya lo demostraron en el ataque a la caravana por la paz, se les pueda colar hasta Copala y dar cuenta del infierno en que tienen metidas a unas 100 familias triquis que quedaron atrapadas en el lugar y no pudieron o no quisieron abandonar el sitio.
Agotados, a lo lejos se ven las luces de velas que alumbran algunas casas del pueblo desierto. Después de varias desesperantes horas, nos acercamos a Copala. En el pueblo no hay energía eléctrica. El motivo es que cortaron los cables desde hace seis meses, cuando iniciaron los ataques de la Ubisort y el MULT en contra de los habitantes que apoyan la presidencia autónoma de San Juan Copala, ahora en manos de simpatizantes del MULTI.
En la región se libra una lucha por el control político y económico del lugar. Viene un periodo electoral en Oaxaca y el Partido Revolucionario Institucional, por conducto de la Ubisort, no está dispuesto a dejar a su suerte al municipio de San Juan Copala, en donde las nuevas autoridades afiliadas al MULTI no quieren saber nada de los partidos políticos, a los que culpan de robarse cada año las partidas presupuestales de los ramos 28 y 33 del erario. Algo sabrán estos indígenas de injusticias, abusos y atropellos de la autoridad, igual que otros 100 millones de mexicanos.
Hemos llegado a la zona más complicada del trayecto. Copala está a menos de 1 kilómetro de distancia. Aquí, en la oscuridad de la madrugada, la vigilancia de hombres armados se vuelve más latente. Hay que esperar, agazapados, entre rocas, arbustos y árboles. Para sorpresa nuestra, el lugar donde nos escondemos sirve de base para francotiradores de alguno de los grupos agresores. La prueba de ello está en el suelo, entre hierbas y hojas de árboles encontramos muchos casquillos de rifles R-15 y AK-47. Eso tensa la espera. Los mismos indígenas, que siempre hablan en triqui, se ven preocupados y nerviosos. Quieren abandonar rápidamente el área, pero deciden esperar y no acelerar el ingreso a Copala.
Una dudosa decisión se ha tomado. En cuanto iniciamos el descenso del último cerro hacia el pueblo, empieza el estruendo de las ráfagas de metralletas, como si los paramilitares esperaran el momento propicio para ejecutar a toda la columna informativa. La orden de nuestros guías ha sido no detenernos. El miedo nos hace cumplirla y no mirar atrás, como si quisiéramos ganarle a la velocidad de las balas que cruzan chiflando por el viento. Inevitablemente hay que pasar por una zona descubierta, que aun con la ropa negra que llevamos y la ayuda de la oscuridad de la noche, a nosotros nos parece que somos muy visibles, tanto como un foco prendido en una habitación.
Pero sólo es el miedo de los 15 que hemos ingresado a las solitarias calles de Copala. Llegados al pueblo, nos movemos con precaución entre calles y las paredes de las casas. Los guías nos advirtieron que algunas familias, que también permanecen encerradas en sus viviendas, simpatizan con los grupos opositores al Municipio Autónomo y sería muy delicado que dieran aviso a los hombres armados de que extraños hemos entrado al pueblo. No queremos hacer ruido, pero los ladridos de los perros nos delatan y antes de que miradas extrañas nos vean, ingresamos a salvo y agotados a una vivienda que nos protege.
La huida de Copala
Hemos recogido los testimonios y relatos de los sobrevivientes de Copala. Durante nuestra incursión, recorrimos parte del pueblo entre los disparos que nunca cesaron. Desobedecimos a los guías, que nos pedían no salir de la casa. De hacerlo, no habría tenido sentido llegar hasta Copala y perder la oportunidad de mirar y vivir en carne propia lo que cientos de mujeres, niños y ancianos indígenas triquis padecen todos los días.
Para los agresores, toda hora es buena para amedrentar y amenazar a la población. En las noches, ráfagas de metralleta quitan el sueño. En el día, sólo unos cuantos, sobre todo mujeres y niños, se atreven a cruzar corriendo las calles para evadir los disparos y buscar alimentos.
Notas, fotografías y videos de Contralínea dan ahora cuenta del peligro que representa vivir aquí. Es el primer material periodístico tomado desde adentro de Copala. Como parte de Contralínea, nuestros dos compañeros agredidos, Érika y David, deben estar orgullosos de que su intento por llegar a ese municipio, hasta que un ataque armado lo impidió, no fue en vano. Por ellos y por lo que les sucedió, el equipo de Contralínea decidió concluir su misión de informar del asecho en que viven decenas de familias triquis a manos de paramilitares tolerados, por decir lo menos, por el gobierno de Ulises Ruiz.
Nuestro grupo indígena de protección ha estado atento en todo momento de la seguridad de los periodistas, aunque aquí, en Copala, nada es seguro. Lo único cierto es que ha llegado la hora de salir de este pueblo olvidado por los gobiernos, los ejércitos y los policías. Otro martirio está a punto de comenzar: volver al monte y abrirnos paso entre la maleza, aunque más preocupante es librar los retenes y las guardias blancas que están dispuestas a no dejarnos huir de sus territorios controlados.
Nuestros guías han trazado una ruta distinta. Nos explican que ésta es más larga, pero más segura. Ninguno de los reporteros se queja, los tres asentimos con la cabeza sin hablar. Nos miramos cansados y mugrosos, porque el servicio de agua fue cortado también por los grupos agresores. La única oportunidad de bañarse es en el río más cercano, pero nadie se arriesga; preferimos mantenernos sucios dos o tres días.
Nuevamente estamos en manos de 10 indígenas triquis. El grupo se ha reducido: dos de nuestros guías se han quedado en la zona de conflicto. Esperamos nuevamente la noche para salir del lugar. Nos han advertido que, esta vez, la caminata será más larga, hasta alcanzar quién sabe qué carretera a la mañana siguiente. Los periodistas estamos listos. Otra vez, los indígenas vuelven a arriesgarse para acompañarnos y sacarnos del lugar con vida.
Ansiosos, esperamos la noche. Apenas hemos comido durante los tres días tortillas, frijoles y chile. Pero nos sentimos fuertes para partir, más por miedo y ganas de huir del lugar. Todo ha sido una pesadilla que apenas duró poco más de 48 horas. Los habitantes de Copala llevan seis meses en esas condiciones. Desde finales de noviembre, viven encerrados en sus casas, sin poder salir, y cuando lo hacen, simplemente arriesgan la vida.
La columna informativa ha iniciado su retorno a no sabemos qué lugar del camino. Las instrucciones han sido las mismas. Con mayor énfasis, nos indican no hacer ruido cuando caminemos, lo que se vuelve imposible ante los tropiezos y caídas constantes de los reporteros. Más cuando esta noche especialmente es más oscura. No hay luna y el cielo está nublado. No logramos ver a nuestro compañero que va enfrente. Es más, decidimos agarrarnos de las mochilas para no perdernos y seguir la ruta de los guías.
La salida de Copala es igual. Rápido hacia el monte para protegernos de los disparos entre los árboles. Una vez más, las balas pasan chiflando cuando rompen el viento. Esta vez los disparos los sentimos más cerca de nosotros, como si los grupos armados estuvieran esperándonos a la salida del pueblo.
Todos estamos nerviosos, también los valientes indígenas que arriesgan su vida para que un grupo de extraños periodistas den cuenta del terror que viven los habitantes de Copala. No nos han pedido pago alguno para ser nuestros guías, sólo nos miran como si fuéramos a solucionar el conflicto. Nada más desilusionante. Como reporteros, sólo sabemos que informaremos lo que allí sucede y que nada pasará. Eso pensamos cuando caminamos por largas horas durante esta agobiante madrugada. Y más cuando sabemos que, en seis largos meses, nadie del gobierno federal ha querido atender el problema. Mucho menos el gobierno estatal de Ulises Ruiz, a quien le corresponde formalmente. El gobierno de Felipe Calderón también es responsable, pues para esta pequeña población indefensa que está siendo agredida durante meses no hay Ejército ni policía alguno que la defienda.
Para salir de este territorio hostil, a la columna informativa le parece que el camino es el mismo, aunque hayamos salido esta vez por el lado opuesto. Los reporteros no distinguimos ruta alguna; nuestra inexperiencia en avanzar en el monte nos hace ver todo igual. Sumamente difícil caminar de noche y sin lámpara por las montañas de la región triqui, de acceso inaccesible y orografía accidentada.
Las horas pasan sin llegar a lugar alguno. Los zumbidos de las balas que arrojan las potentes armas se escuchan todo el trayecto. Por un lado, al norte, el pueblo de La Sabana, dominado por la Ubisort; al oriente, El Rastrojo, la zona controlada por el MULT, ambas organizaciones violentas y fuertemente armadas. Al norte, Yosoyuxi, del MULTI, organización que apoya al Municipio Autónomo y que su principal demanda es que todas las partidas presupuestales que debe destinar el gobierno para la región triqui se entreguen a los indígenas para mejorar la vida de sus familias y pueblos, y no se las lleven los caciques y los líderes de grupos armados.
Antes de amanecer, alcanzamos un camino de terracería. Los indígenas nos piden avanzar con precaución para evitar alguna emboscada. Pero el peligro va en aumento y los guías deciden que debemos volver al monte para estar seguros y dejar la comodidad de seguir en la madrugada por la vereda que nos sacaría a la carretera.
Otra vez el sufrimiento para los reporteros inexpertos en caminar por esos lugares. Casi con la luz hemos salido a un pueblo apartado, allí recibimos el apoyo de un agente municipal que nos permite permanecer en el portal de su vivienda hasta esperar la mañana e iniciar el retorno a la ciudad de México.
Con muchas dificultades, Contralínea ha roto el cerco paramilitar establecido por grupos armados para aislar y ahogar a una población triqui que sólo lucha por su autonomía: San Juan Copala ha quedado atrás y sus 100 familias abandonadas a su suerte. Sentimos dolor y desesperación.
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