sábado, 4 de septiembre de 2010


Como todas las actividades humanas, también la guerra está tocada por la expresión musical. Ir a la guerra, ir a matar a otro o a dejarse matar por otro, no es algo que se haga de tan buen humor. No es fácil lograr que otro ser humano se embarque en tamaña empresa sin un profundo trabajo político-ideológico-cultural previo. Son los grupos de poder –los únicos que se benefician de las guerras– los que se las ingenian para lograr que las grandes masas (en general varones jóvenes) estén dispuestos, o no tengan más alternativas, que ir a matar o morir en las guerras. En esa preparación, la música tiene mucho que aportar. Ahí están, por ejemplo, las marchas militares.

¿Para qué hay marchas militares? Para levantar la moral, para crear climas que favorezcan que jóvenes puedan estar dispuestos a ir a dar su vida en nombre de la defensa de valores, principios y riquezas que no les son propias. La música, en ese sentido, juega un importante papel. ¿Quién no se emociona cuando escucha marcial un aire militar?

Durante largos siglos, aparte de los tambores y algún otro medio apropiado para señalar ritmos bien determinados, la música militar no tuvo ningún repertorio ni grupo instrumental. En la primera parte podían golpear o soplar en algún instrumento posible. Los toques de corneta comenzaron a reglamentarse en los siglos XIV y XV. En todo caso, alrededor del siglo XVI habían ya toques de cornetas y trompetas y tambores, que utilizó ampliamente Jannequin en sus famosas fantasía vocal sobre “La batalla”, y que vuelven a encontrarse en parte, en los tiempos de Luis XIII. En la época de Luis XIV, el ítalo-frances Jean Baptiste Lully da el primer modelo de marchas militares, escritas a varias partes para pífanos, oboes o trompetas, formando la base de un repertorio que la colección Philidor nos ha conservado y que permaneció en uso durante la mayor parte del siglo XVIII. Los timbales eran ampliamente empleados en caballería, especialmente como instrumentos de percusión. Fue en 1762, cuando se formó, por deseo del mariscal de Byron, entonces coronel de la Guardia francesa, el primer cuerpo de música militar propiamente dicho; comprendía solamente cuatro oboes, cuatro clarinetes, cuatro trompas y cuatro fagotes. En 1788, esta banda había pasado a veinticuatro componentes, y a treinta y dos al año siguiente. El regimiento de Guardia suizos había seguido idéntico movimiento.

Desde 1777, los conciertos públicos de música militar se efectuaron alternativamente por los dos grupos, primero en Versalles y después en París, en pleno boulevard, principal lugar de paseo en aquella época. Se señala en 1783, la participación por primera vez de estas bandas militares en una ceremonia pública, en el te deum cantado en Notre Dame por la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica. En Inglaterra y en Alemania, tuvo lugar un movimiento análogo, y la organización de las músicas militares, de su repertorio y de sus funciones se basaron en el mismo plan, pero con una gran parte bajo la influencia de lo que entonces se denominó música turca. En 1790, la organización de una escuela de música militar por Sarrette, fue el núcleo de los cuerpos musicales que bien pronto tomaron parte en las grandes ejecuciones públicas.

El músico Gossec fue el principal organizador de estas bandas y el compositor titular de su repertorio, en el que la marcha, la obertura y el pasodoble se confundieron con las piezas patrióticas. Al propio tiempo, Gossee utilizaba sus músicos en las obras con coros. En 1791, la fiesta de la federación le dio oportunidad para interpretar su Te Deum con un número imponente de ejecutantes, sin dejar de aumentarlos en las solemnidades ulteriores, hasta llegar a contar varios centenares de intérpretes en la ceremonia del 14 de julio de 1764. A mediados del siglo XIX, la invención de los instrumentos de metal del tipo Sax, aplicada a otros instrumentos de pistón, dio lugar a introducirlos rápidamente en las bandas militares y a crear el género especial de sonoridad típica de estas agrupaciones en las que tales instrumentos constituyeron desde entonces la base, aparte de los cuerpos de cornetas, trompetas y tambores encargados de los toques y llamadas reglamentarias. Las músicas militares desarrolladas en el curso del mismo siglo, sirvieron de modelo para la creación de numerosas sociedades, bandas y charangas con el mismo repertorio. En España, la música militar, con muy poca diferencia, y como en otras naciones, tuvo su aparición en los principios del siglo XVI con pequeñas agrupaciones formadas por instrumentos de viento (metal y madera) y percusión.

El esquema de marcha militar, europeo de origen, se extendió por todo el mundo, y al día de hoy cualquier obra que se encuadre en esa categoría más o menos presenta la misma fisonomía. Para demostrarlo presentamos aquí tres marchas militares, todas marciales, con marcado ritmo binario anacrúsico (típico de esta especie musical) de tres territorios muy lejanos: Alemania, México y China.




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