jueves, 11 de junio de 2009

15 profesores detenidos y 30 heridos, saldo del choque entre maestros y policías

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Un grupo de policías estatales, metropolitanos, auxiliares y municipales de Puebla se abalanzó hacia los mentores, a quienes propinaron golpes con toletes y lanzaron gases / Foto Rafael García Otero
ARTURO ALFARO GALÁN

Miembros de la disidencia magisterial de Puebla, después de haber realizado una manifestación en el zócalo de la ciudad, fueron agredidos por policías estatales y metropolitanos de la entidad cuando intentaron tomar el control del edificio alterno de la sección 23 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) –ubicado frente al Congreso local–, donde rompieron cristales y quemaron propaganda del Partido Nueva Alianza (Panal), que se almacenaba en el lugar.

Durante la jornada de ayer, al menos 15 profesores de los municipios de Puebla, Cholula, Izúcar de Matamoros, San Martín Texmelucan y Puebla, además de tres activistas de derechos humanos, fueron detenidos por elementos de la Policía Judicial (PJ); en tanto, 30 personas más resultaron con heridas leves, debido a los golpes que recibieron de parte de los policías estatales.

Por la noche se informó que los mentores serán llevados a juicio por los delitos de motín y despojo, querellas que abrieron por separado tanto el gobierno del estado como los dirigentes Erick Lara y Cirilo Salas.

Después de ocho meses de haber tomado las instalaciones de las secciones 23 y 51 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), los profesores disidentes perdieron el control de los edificios magisteriales, ubicados en las colonias del sur y norte de la capital, respectivamente, después de que policías estatales y metropolitanos entraron a los inmuebles por la fuerza y desalojaron con violencia a los mentores.

Al respecto, Miguel Guerra Castillo, vocero de la disidencia magisterial, responsabilizó al gobernador Mario Marín Torres, al secretario de Gobernación Mario Montero Serrano y al subsecretario de asuntos jurídicos de la Segob, Francisco Gil Díaz, de las agresiones que se cometieron en contra de los profesores, por lo que anunciaron que el movimiento magisterial endurecerá las acciones a fin de ser escuchados y de solucionar sus demandas.

Ayer, alrededor de 2 mil integrantes de la disidencia magisterial poblana participaron en una manifestación en las calles del Centro Histórico para exigir al gobierno del estado el cese a la represión de la que son objeto desde hace ocho meses, la cancelación de la Alianza por la Calidad en la Educación (ACE) y la restitución de los salarios descontados hace unas semanas por participar en las movilizaciones en contra del gremio magisterial.

La movilización partió del monumento a Benito Juárez de la zona Dorada con rumbo al zócalo de la capital. Durante la marcha, los protestantes lanzaron consignas contra el mandatario estatal, Mario Marín Torres y contra la líder vitalicia del SNTE, Elba Esther Gordillo Morales.

Después de llegar al zócalo de la ciudad, alrededor de las 13 horas, un contingente de al menos 100 profesores se dirigió a las oficinas alternas de la sección 23 del SNTE, mejor conocidas, como “Escalafón del magisterio”, ubicadas en el número 127 de la calle 5 Poniente del centro, a fin de tomar el control del inmueble.

Durante la incursión, los profesores desalojaron a la fuerza a los trabajadores del Comité Ejecutivo Estatal que hasta ese momento se encontraban laborando, rompieron cristales y quemaron papelería y propaganda del Panal que se almacenaba en el lugar.

En tanto, un grupo de al menos 80 policías estatales, metropolitanos, auxiliares y municipales de Puebla, sitió las inmediaciones del centro y se abalanzó hacia los mentores contra quienes propinaron golpes con toletes, escudos, palos y lanzaron granadas de gas lacrimógeno, gas pimienta y mostaza, a fin de replegar a los docentes.

Los mentores respondieron las agresiones lanzando objetos duros como piedras y palos. En el enfrentamiento resultaron heridos 30 profesores, quienes necesitaron atención médica, entre ellos, el líder de la disidencia magisterial, Gilberto Maldonado, quien fue hospitalizado en un nosocomio particular de la ciudad. El resto de los maestros acudió a clínicas particulares, y su estado de salud se ha reportado como estable.

Más tarde, los profesores fueron replegados en las inmediaciones del centro, después de ser perseguidos por los elementos de seguridad poblana por más de cinco cuadras a la redonda del zócalo capitalino. Incluso, alrededor de 200 profesores se refugiaron de las agresiones policiacas en la iglesia de santa Inés, ubicada a cuatro calles de la catedral.

En ese momento, al menos cuatro profesores de la región de Zacapoaxtla –de quienes no se ha dado a conocer su nombre por las autoridades estatales– fueron detenidos por policías judiciales; asimismo, retuvieron a Tamara San Miguel Suárez, miembro de la Red Nacional de Derechos Humanos; Lorena Jarquín e Iztel Sánchez Martínez, activistas de derechos humanos, quienes fueron trasladadas a la PGJ para determinar su situación jurídica, pero fueron liberadas por la noche.

Asimismo, en las agresiones en el centro resultaron heridos al menos cinco periodistas: Francisco Rivas, corresponsal del diario Reforma; Viridiana Lozano y Teresa Murillo, reportera y fotógrafo del periódico Cambio; Óscar Bolaños, fotoperiodista del diario Síntesis, y Juan Carlos Sánchez Díaz, fotoperiodista del diario digital Poblanerías en línea.

Por la tarde, al menos 100 policías metropolitanos y estatales acudieron a las instalaciones de la sección 51 del SNTE, ubicada al sur de la capital, a fin de retomar el control del inmueble, donde en ese momento se encontraban más de 10 profesores en resguardo del edificio.

En el lugar, los integrantes de la disidencia magisterial entregaron el edificio y fueron detenidos 13 maestros en el acto, entre ellos: el secretario técnico de la disidencia magisterial de la sección 51 del SNTE, Mariano Rolón Castelán, y los profesores Mario Rubén Camaño, Floriberto Vergara Cañongo, Lourdes Valderrabano; Manuel Espíndola, Verónica Ramírez Jarquín, Elfego Márquez Luna, de la regiones de San Martín Texmelucan, Teziutlán, Puebla y Zacapaxtla.

Después del operativo policiaco, los uniformados se dirigieron a la sección 23 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, situada al norte de la capital, donde finalmente los mentores abandonaron las instalaciones sin que se registrara ningún incidente de gravedad o detenciones de los profesores.



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Astillero

Caiga sido quien caiga sido

La justicia se hace

Visitas de familia

Julio Hernández López
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El titular de la Secretaría de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, y la responsable del programa de estancias infantiles, Joana Cristo Aguirre, durante una conferencia en la que aseguraron que las guarderías de la dependencia son segurasFoto Francisco Olvera
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ástima que faltó una de las tres parientes trianguladas en la visita oficial de condolencia que en domicilios bien preparados de Hermosillo realizó ayer Margarita Zavala Gómez del Campo. De no haber sido por las penosas circunstancias de todos conocidas, la esposa del influenciado médico General de Los Pinos habría podido conocer en persona y departir consanguíneamente con la familiar ausente, la ahora muy famosa Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonella, que por desgracia hubo de pintar su raya de genealogía política un día antes, modosamente vestida de blanco como los demás involucrados en el negocio de embodegamiento siniestro de infantes, todos ellos, los involucrados, comparecientes ante la prensa el pasado martes para decir que no es cierto que hubiese graves deficiencias en la operación del hacinamiento llamado ABC (hubiesen podido llamar, para que declararan a su favor, a unos 44 testigos, pero, por desgracia, eran menores de edad), retratados por la prensa con un irónico tanque portátil rojo, para extinción de fuegos, a sus bien cuidadas espaldas. Pero la ausencia de la familiar desconocida fue de alguna manera atenuada por la compañía de otra integrante de la Familia Política, la atenta Lourdes Laborín de Bours, esposa del gerente estatal, llamado Eduardo. Como ya lo saben hasta algunos columnistas astillados, Lourdes es sobrina de Roberto Gómez del Campo Laborín, que a su vez es padre de la antedicha Marcia y tío de la fugaz visitante Margarita que durante la mañana de ayer estuvo en cuatro domicilios de distintos puntos de la ciudad para reunirse con padres de niños fallecidos en la multimencionada guardería ABC.

El reino de la justicia simulada hizo descender (al mismo tiempo que la pariente Margarita lo hacía a la ciudad, entre revuelo sostenido de militares y policías) a férreos verdugos esculpidos en poliestireno expandido, coloquialmente llamado frigolit o hielo seco: ¡Oh, existe el estado de derecho y las leyes se aplican caiga sido quien caiga sido, diría el lingüista vernáculo del calderón! Para empezar, ayer mismo fueron judicialmente citados los responsables formales de haber permitido que un malvado cooler se derritiera y sus partes candentes por hacendosa papelería oficial incriminante se esparcieran y, merced a extrañas artes sólo explicables en razón de fuerzas sobrenaturales, vencieran la científicamente comprobada resistencia al fuego del pétreo, férreo, casi incombustible material vulgarmente conocido como hielo seco.

Llamadas ante la manejable agencia del ministerio público Bachoco fueron las propietarias de la guardería funesta, esposas ellas de funcionarios influyentes que la víspera habían renunciado (al cargo, no a la relación conyugal), así como una veintena de presuntos sospechosos de ser cómplices del cooler asesino. La acomedida PGR ayer mismo anunció que, dado que no es delito grave lo sucedido en la bodega de niños ABC, los indiciados podrían obtener pronta libertad bajo fianza (dos mujeres de pobreza evidente, en los días inmediatamente anteriores, habían sido detenidas, exhibidas y satanizadas por haber agregado a su letanía de pedigüeñas a domicilio la falsa versión de que el dinero que les dieran sería para velorios de niños muertos en la tragedia del ABC, como si lo malo fueran las argucias de sobrevivencia y no la condena estructural a la miseria). Pero también se dio un ¡golpazo! (se incluyen signos de admiración, por si los lectores no alcanzan a apreciar el tamaño y las consecuencias de la decisión: casi un Quinazo pero en chivito expiatorio local) al cesar al delegado del Seguro Social en Sonora.

Movidísima la tropa de la teatralidad justiciera: el director del Seguro Social daría una arriesgadísima conferencia mediante transmisión televisiva cerrada; la máxima tapadera institucional de nivel federal (apodada Secretaría de la Función Pública) estaría por iniciar investigaciones sobre la legalidad del permiso con que funcionaba la guardería, y el Cordero electoral que condiciona los recursos del pueblo aseguraría que las estancias infantiles de la Sedeso suelen ser más seguras que las casas de los padres de esos privilegiados infantes (casas donde muy seguramente ni han de tener cooler, el frío mayordomo naturalmente sospechoso del pésimo folletín policiaco editado por Publicaciones Sonora Los Pinos).

Todas esas historias habrán de ceder el paso a escándalos y tragedias que conmoverán e irritarán socialmente, pero que también quedarán en el gavetero de la impunidad concertada. Algunos castigos efímeros (hay quienes creen que el apellido de la parte femenina de la pareja real bien merece darle un llegue bien medido a la Marcia caída en desgracia), sentencias y persecuciones de papel cuando los presuntos culpables ya hubieran cruzado fronteras, y al siguiente episodio de la telenovela roja estelarizada por Saladón I.

Astillas

Los asiduos a esta inflamada bodega informativa saben que el título mal puesto en el portón de entrada tiene como referente la más conocida de las novelas del maestro Juan Carlos Onetti (nacido en Montevideo, el primero de julio de cien años atrás). Pues bien, nomás porque sí, releyendo textos, saltaron ayer a estas teclas algunas palabras de una entrevista hecha a David Lipszyc, el director de la adaptación cinematográfica de esa obra (Argentina, 2000), en la que se le pregunta “¿de qué habla, detrás de la historia, El astillero?”, y el cineasta responde (obviamente sin pensar en México): Habla del poder, de cómo ciertos personajes enquistados en el poder político se mantienen a pesar de su decadencia y de sus fracasos como seres humanos. Cada uno sabe que es imposible reconstruir ese astillero que dio de comer a la zona tanto tiempo, pero sostienen esa fantasía porque si no es el final de cada una de esas vidas. Viven, mientras la miseria se mantiene como condición del hombre... Y, mientras la Salación Nacional trataba de inflarse ante la gran potencia futbolera llamada Trinidad y Tobago, ¡hasta mañana!, cavilando: ¿10 de junio sí se olvida?



Guarderías changarro-Fisgón

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