sábado, 18 de junio de 2011

FERNANDO MEDINA ICTUS MI NIÑA CUBA


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Los estudiantes luchan por ser jóvenes, o guardan silencio porque el individualismo los corroe




Pedro Echeverría V.


1. Con fuertes gritos de “indignados” contra la monarquía española: “Los Borbones a los tiburones”, “La educación no es mercancía, fuera la hipocresía”, “Fuera las empresas de la Universidad”, “Queremos un pisito con el del principito” y otras más, fue abucheado -por decenas de estudiantes agrupados por el movimiento M15- el Príncipe Felipe frente a la Escuela Politécnica Superior de la UAM en el momento en que el heredero bajaba del coche para ser recibido por el ministro de Educación, Ángel Gabilondo. Es sin duda una demostración en el sentido de que el nivel de conciencia de los estudiantes –que antes estaba muy adormecida por los medios de información y la iglesia- ha venido desarrollándose en Madrid, en toda España y en muchos países europeos como Francia, Grecia, Alemania y demás. Perder por lo menos el respeto a esos figurones que nos explotan y nos oprimen es ya un buen avance de conciencia humana.

2. Los intereses financieros del jefe de Estado, ha escrito el investigador Decio Machado, se han visto envueltos en numerosas irregularidades. Los negocios del rey, así como su relación "carnal" con la clase empresaria, contrasta con la figura mediática de "el rey de todos los españoles". Su intermediación a favor de los intereses de las multinacionales españolas y de las cúpulas de la CEOE ha marcado su labor como máximo representante del Estado en el exterior. A pesar del silencio mediático, la figura del rey dista mucho de ser incuestionable: desde su falta de legitimidad democrática a la construcción de su importante fortuna personal, pasando por una nunca bien aclarada actuación en el 23-F, el rey nunca ha tenido que rendir cuentas de sus acciones. Las finanzas del monarca y las inversiones de su familia son asuntos oscuros de enriquecimiento de la realeza.

3. Los estudiantes de nivel medio y superior, de los 16 a 30 años, han jugado en muchos países un papel revolucionario. Los marxistas, cuyo objetivo fue siempre destruir la sociedad capitalista, han visto como contradicción fundamental a la gran burguesía dueña de los medios de producción, y al proletariado por ser éstos los directamente productores de la riqueza. A pesar de que Marx, Engels, Lenin, Mao, Gramsci, Fidel Castro, fueron estudiantes y en ese periodo de su vida obtuvieron la conciencia de lucha social, en sus textos permanentemente pusieron en primer lugar a la clase obrera y campesina porque sin el trabajo de esas clases jamás viviría el capitalismo. Sin embargo, lo innegable es que los estudiantes, en todos los países, de una u otra manera, se convirtieron en chispa de los movimientos revolucionarios y más adelante en teóricos y dirigentes.

4. Los estudiantes –mayoritariamente- han pertenecido a la pequeña burguesía o clases medias. Esta clase social, de acuerdo a Marx, ha luchado por no caer en la pobreza y, al mismo tiempo, ha buscado convertirse en clase burguesa. En el capitalismo ha sido una clase que ha vivido con desesperación –víctima de la publicidad televisiva y de las ambiciones por ser clase rica- las clases medias suelen jugar un papel revolucionario cuando se suman a la protesta social. Pero también suelen ser los mayores propagadores de los ideales individualistas, del modo de vida capitalista y luego opositores de la rebeldía social. Los gobiernos y los empresarios han usado a los sectores medios, a la pequeña burguesía, como rémora de los movimientos sociales y como frenos a los propios hijos estudiantes en las manifestaciones de sus rebeldías e inquietudes sociales; pero muchos hijos han respondido.

5. Los estudiantes, al ser jóvenes, ven al mundo de manera natural con pasión crítica, rebeldía y deseos de transformación y, aunque los padres –también naturalmente conservadores- quieran someterlos, tienden a rebelarse. Desafortunadamente los estudiantes sólo son rebeldes cuando jóvenes porque al ser profesionistas, obtener un empleo y establecer su familia, se transforman nuevamente en conservadores, repitiendo el mismo ciclo. ¿Cuántos cientos de miles de estudiantes de la UNAM participaron en los sesenta, en 1986, 1971, 1986, 1999, que hoy gozan de los manjares y las limosnas de la sociedad capitalista y que hoy no se meten en nada? Por eso los estudiantes sólo pueden ser chispa de las transformaciones sociales cuando ejercen sus estudios y no pueden tener permanencia, pero nadie puede negar esa enorme importancia de encabezar estallidos.

6. En México hay universidades con historias ricas en movilizaciones estudiantiles (México, Guerrero, Puebla, Oaxaca, Sinaloa, Michoacán) y otras universidades que por estar siempre –de manera directa al servicio de los gobiernos, empresarios y el clero- tales como Yucatán, Guanajuato, Baja California, Sonora, Coahuila, y demás), jamás se han movilizado, ni siquiera para defender su dignidad contra el autoritarismo y la represión. Por eso cuando se escucha que el Europa y América Latina (Chile, Argentina, Honduras, El Salvador, Guatemala) los estudiantes han iniciado movilizaciones, en México se presenta difícil porque desde 1999 los estudiantes de la UNAM y otras universidades y politécnicos están casi muertos. Muchos tenemos las esperanzas de que las movilizaciones estudiantiles de otros países sacudan y ayuden al despertar de los mexicanos.

7. Y en México es realmente inexplicable porque desde hace 11 años hemos sido sometidos por gobiernos abiertamente derechistas del PAN y antes el salinismo de los priístas también fue despótico y brutal. Los analistas de lo político deberíamos profundizar para comprender ese fenómeno inexplicable de los últimos 30 años: mayor desempleo, salarios más miserables, gigantesca acumulación de riquezas en unas cuantas familias, millones de trabajadores emigrantes, represión, privatización, cero huelgas, brutal represión a los jóvenes, rechazo de millones de estudiantes en las escuelas, servicios de salud y educación en proceso de privatización. En fin, mil agresiones a los trabajadores y al pueblo y nada pasa. ¿O será que la clase política y empresarial han logrado unificarse estrechamente ante la posibilidad de levantamientos sociales violentos?
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Encinas y los trabajadores
Arturo Alcalde Justiniani



La desigualdad y el abuso de los recursos públicos que caracterizan la campaña electoral en el estado de México nos han hecho recordar las viejas y eternas luchas de los pobladores de esa región del país por mejorar sus condiciones laborales y de vida, y la importancia de tenerlas presentes en el momento de votar.

El dilema de los trabajadores será optar por un candidato que, más allá de las promesas, dará continuidad a las prácticas que los han mantenido en la postración: bajos salarios, sindicatos charros, impunidad e inseguridad, o intentar transitar hacia un cambio en favor de un gobierno cercano a sus intereses.

Si bien el charrismo o la represión a la organización libre e independiente de los trabajadores es un fenómeno común en todo el país, el estado de México se caracteriza por su dureza. Esta represión es común ante el más mínimo intento de organización autónoma; todos los indicadores así lo exhiben. El acceso a la información pública gubernamental en materia laboral es nula; las redes de complicidad entre las autoridades de trabajo y los líderes venales están entremezcladas. En la práctica es casi imposible dar trámite a los juicios colectivos, incluyendo los de titularidad o cambio de sindicato, a tal grado que el personal jurídico encargado de esta función dentro de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje ha sido disminuido a su expresión mínima. El estado de México presume un control absoluto sobre los trabajadores.

A pesar de las dificultades, los asalariados de esta entidad han dado ejemplo de luchas valientes y generosas para organizarse, mejorar sus salarios y hacer respetar sus derechos. En todo el territorio mexiquense, incluyendo Xalostoc, Ecatepec, Naucalpan, Coacalco, Tlalnepantla y Cuautitlán, viven los héroes conocidos y anónimos de esas batallas, aquellos quienes desde principios de los 70 nos dieron grandes enseñanzas. Vienen a la memoria sus lugares de trabajo, entre otros: General Electric, Vidrio Plano, Empacadora Bremer, Crinamex, Kraft, Alcon, Matosa, Acermex, Herdez, Altafisa, Harper Wyman, Kelvinator, Trailmóbile, Sealed Power, Rassini Reen, Lido Texturizado, Kimex, Kindy y Piplast. Cómo olvidar a los trabajadores de Pettibone, forzados a firmar su renuncia mientras les cubrían la cabeza con bolsas de plástico que les impedían respirar; cómo olvidar las andanzas del temido Wallace de la Mancha, gángster cetemista que tenía asolados a los obreros de las fábricas en la región; o la noche previa al recuento de Itapsa, cuando el grupo de golpeadores denominado Los chiquiticos secuestraron a los trabajadores, amenazándolos para impedir su voto en favor de un sindicato independiente. Cuánto habría que contar de Spicer, Ford o Vidriera y Alumex.

En estas luchas participaron diversas organizaciones independientes, como el Frente Auténtico del Trabajo, la Tendencia Democrática de los Electricistas y el Sutin, abogados democráticos, estudiantes, sacerdotes comprometidos y diversos grupos de izquierda que hacían causa común con los trabajadores. Entre ellos destacaba la Cooperativa de Cine Marginal, integrada por jóvenes con especial creatividad y dinamismo: Paco Taibo II, Paco Ceja, Belarmino Fernández, Paloma Saiz, el Rompecoches, Guadalupe Ferrer, Servando Gaja, Francisco Abardía, el Gallo Villarreal, Nena Cortés, Horacio Gómez, el Cabezón Aurecoechea, Luis Hernández Navarro, Beatriz Novaro, Saúl Escobar, Mario Núñez, Orlando Delgado, Jorge Fernández Souza, Miguel Lanz, Gisela Landazurri, Jorge Robles y Carmen Durán, cuyo temprano fallecimiento entristeció a todos.

En todas estas batallas, los procesos de formación política y laboral fueron elementos clave para la toma de conciencia, los círculos de estudio, las lecturas, la entrega de periódicos a puerta de fábrica, como La causa del Pueblo, Trabajadores en lucha o El obrero insurgente. Múltiples fueron las formas de organización que se convirtieron en armas de batalla.

Esta es la herencia que esos luchadores dejaron a los trabajadores que hoy, con su voto, pueden cambiar su historia. Imaginemos un gobernante cuya principal preocupación sea el bienestar de la gente menos favorecida. Imaginemos autoridades laborales que impartan justicia imparcial y honesta. Imaginemos, también, una política social y económica que logre mayor equidad y protección social, servicios otorgados no como un favor, sino en cumplimiento de una obligación del gobierno.

Alejandro Encinas, hoy candidato a la gubernatura del estado, es parte de esa generación de luchadores. Desde muy joven tuvo una clara vocación social y de compromiso con los más desprotegidos. Lo recuerdan algunos a primeras horas de la mañana durmiendo en su vocho, esperando la entrada de los obreros mexiquenses en alguna fábrica, para entregarles el volante o el periódico. Como académico, diputado y en su actuar como funcionario público, se ha distinguido por su honestidad, eficiencia y capacidad de concertación. Es, en pocas palabras, un aliado de los trabajadores del campo y la ciudad; raro, un político que no tiene cola que le pisen.

Hoy más que nunca es necesario recuperar la memoria histórica y recordar lo que han sido los regímenes priístas incrustados hace mucho tiempo en el estado de México. Estos gobiernos son los que han permitido toda clase de atropellos y abusos contra los más débiles. En la actual coyuntura electoral, la apabullante propaganda de los medios pretende hacer olvidar la condición social de los trabajadores y las causas de su marginación. Que no nos confundan: las falsas promesas, la saturación propagandística y las dádivas son las de siempre; la estrategia es que se olvide el pasado. En otras palabras, que los votantes pierdan de vista quién es quién en esta contienda.

Hoy, ir a votar es un compromiso con el pasado y el futuro. La mayoría de la población en el estado de México ha sido privada de los recursos y derechos necesarios para vivir mejor, y los gobernantes de siempre confían en el olvido. La interrogante es en qué medida las mujeres y hombres que viven de su trabajo votarán conforme a sus verdaderos intereses. Un estado de México distinto será posible si los trabajadores ejercen el poder que tienen en sus manos.

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