jueves, 10 de febrero de 2011

La periodista dice estar lista para regresar a MVS si se resarce su integridad profesional

Un berrinche presidencial digno de las dictaduras ocasionó mi cese: Aristegui

Ratifica su postura de que Presidencia debe informar si Calderón tiene problemas de alcoholismo

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La conferencia de prensa de Carmen Aristegui reunió a medios nacionales e internacionalesFoto Carlos Cisneros
Alonso Urrutia
Periódico La Jornada
Jueves 10 de febrero de 2011, p. 19

Mi cese de MVS se debió a un berrinche presidencial, sólo imaginable en las dictaduras que nadie desea para México. Castigar por opinar o por cuestionar a los gobernantes. Es un hecho autoritario, desmedido e inaceptable, afirmó Carmen Aristegui en su primera reacción pública luego de que fue separada de su programa radiofónico.

La periodista llegó puntual a un auditorio repleto de cámaras y reporteros, nacionales e internacionales, quienes tenían la expectativa de escuchar la versión de Carmen Aristegui sobre su cese en MVS el pasado fin de semana: ¿Qué clase de democracia es ésta que por un comentario editorial, que irritó al gobernante, se le corta la cabeza a quien opinó? ¿Cómo es que pudieron elevar desde Los Pinos el grado de exigencia pidiendo casi la humillación por un hecho absolutamente sobredimensionado?

Sin ambigüedades, la periodista fue clara y directa en imputar al presidente Felipe Calderón su salida del programa noticioso. Consideró que su despido es un hecho sólo imaginable en las dictaduras que nadie desea para México. Castigar por opinar o por cuestionar a los gobernantes.

Es un hecho, enfatizó, autoritario, desmedido e inaceptable, derivado de un berrinche presidencial, que exigía a los dueños de MVS una disculpa pública de la periodista.

Concesiones, la estrategia de presión

Aristegui leyó un largo texto para justificar que sus cuestionamientos acerca de la presunta adicción al alcohol del Presidente es un asunto de interés público, que no existió trasgresión alguna al código de ética de MVS y que detrás de todo el escándalo está la presión por las concesiones a la empresa, cuya autorización final, tras aprobarse los requisitos técnicos y jurídicos, es política y está en el cajón del Presidente. En su desenlace gravita el interés del duopolio televisivo, que no admite competencia.

Joaquín Vargas sabe perfectamente que yo no infringí ningún código de ética. Sabe lo que sucedió, sabe que fue una coartada, sabe, porque lo sufre todos los días, de las verdaderas razones que están detrás de está decisión que está a punto de costarnos la cabeza.

Entonces Aristegui lanzó su propuesta a la empresa: restituirla en su cargo el próximo lunes, previo retiro del comunicado oficial de la empresa acusándola de trasgredir el código de ética, sustituyéndolo por otro en el que se asuma que no hubo tal, para resarcir su integridad profesional. Si MVS acepta hacerlo, se reconocerá la naturaleza real de lo ocurrido, pues de lo contrario pierden todos, la empresa, la sociedad, la Presidencia, pues el país no está para perder los espacios ganados, ni que se le regatee a la sociedad mantenerse informado, no hay que tirar por la borda lo ganado.

Desde antes de la llegada de la periodista a Casa Lamm, ya había decenas de radioescuchas gritando consignas que daban por ciertas las versiones de la presunta adicción del Presidente: Carmen sí, borracho no, Carmen a la cabina, Calderón a la cantina. Reclamos en pancartas: Alcoholímetro a Calderón.

La periodista apareció entonces para leer sus razones por las cuales pidió una postura a Los Pinos en torno a la denuncia que, mediante una pancarta colocada la víspera en recinto de San Lázaro, habían lanzado legisladores petistas. Acusación que textualmente decía arriba de una fotografía de Calderón: ¿Tu dejarías a un borracho conducir tu auto?, ¿no, verdad? ¿Y por qué lo dejas conducir al país?

Aristegui reivindicó su desempeño la mañana del viernes en su noticiario. No sólo no rectifico ni me disculpo. Sino que, por el contrario, ratifico la pertinencia de que la Presidencia se manifieste al respecto. Lamentó, sí, que el Presidente y su familia se hayan sentido ofendidos.

Sin embargo, consideró que el tema es un asunto de interés público y aludió a casos semejantes en otras democracias: ¿No tuvo Bill Clinton que hablar del semen depositado en el vestido azul de una muchacha ante una audiencia de millones de personas? ¿No acaso el estado de salud de Dilma Rousseff fue motivo de debate nacional? ¿Acaso no son las francachelas y excesos de Silvio Berlusconi materia del debate nacional? ¿Por qué en México se castiga con el despido a una periodista que se atreve a preguntar?

La sociedad tiene derecho a saber cuál es el estado de salud y el grado de equilibrio de un mandatario, tiene derecho a saber con certeza, sin ofensas, sin caricaturizaciones, sobre las condiciones de salud de quien ha tomado y seguirá tomando todos los días decisiones gravísimas que impactan sobre el destino de una nación, y vaya que sí han impactado las decisiones tomadas desde Los Pinos este sexenio. La reacción presidencial mostró un grado de irritabilidad e intolerancia, que por sí mismas hablan de algún tipo de problemática.

Luego aludió a la familia Vargas, a la que dijo respetar y manifestó que lamentaba que sus nombres estén siendo acribillados con insultos en las redes sociales. Subrayó que la empresa que encabezan fue colocada en una disyuntiva tal, sometida a una presión incompatible con un régimen democrático, pues la exigencia presidencial de una disculpa pública era indigna y pretendía sólo satisfacer la ira presidencial, era una coartada para colocar a MVS en la disyuntiva de buscar las concesiones o cortar la cabeza de una periodista. Por eso tomó esa decisión suicida que va en contra de sus intereses en los momentos de mayor expansión del noticiario y de mayor influencia, valorada por los anunciantes y las audiencias, concluyó.

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