Desfiladero
AMLO: la esperanza se organiza
A diferencia de ellos, López Obrador tiene el respaldo consciente de más de dos millones de personas organizadas en comités municipales y territoriales, que comparten una misma esperanza, una gran claridad de ideas en cuanto a lo que deben hacer durante los próximos dos años y un proyecto político en el que creen a pie juntillas, porque saben que ofrece diagnósticos precisos y soluciones concretas a los problemas que destruyeron a México.
En cambio, los retadores de López Obrador buscan la siniestra simpatía de las 30 familias que mantienen sometidos a 100 millones de mexicanos; de la televisión que devasta el cerebro pero vende popularidad, y de las empresas chatarra que convierten a jóvenes y niños en vientres de engorda. Todos ellos, menos Ebrard, confían en que, a la hora de la hora, serán beneficiados por las estructuras clientelares del PRI, expertas en comprar el voto de los más pobres.
Por su parte, algunos oscuros panistas –Ernesto Cordero, secretario de Hacienda; Javier Lozano, de Trabajo; Alonso Lujambio, de Educación, e incluso el grisáceo Santiago Creel, eterno gallo de Vicente Fox, y el tenebroso Manuel Espino– esperan llegar a Los Pinos gracias al llamado gobierno federal
, a sus ilimitados recursos económicos, a su delincuencia organizada dentro de las dizque instituciones
, y a sus jueces, magistrados y ministros a sueldo (¡y vaya a qué sueldos!)
¿Y Marcelo Ebrard? ¿Qué quiere Ebrard en medio de todo esto? ¿Convertirse en alfil de la alianza PAN-PRD, con la fuerza de los chuchos, El Yunque y Nava, dada la calderónica mediocridad de los pretendientes panistas? Como dijo Descartes, no lo descartes...
El arca de Noé
Si algo tienen en común Peña Nieto, Beltrones, Paredes, Gamboa, Herrera y Ebrard, es que unos se desdibujaron y otros se destiñeron después de los comicios del pasado 4 de julio. ¿Pruebas? Peña Nieto se achicó tras las derrotas del PRI en Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Beltrones ganó en Chihuahua, Tamaulipas y Durango, donde las carambolas estaban cantadas a su favor, pero no pudo ni meter las manos en Zacatecas, donde el amo del proceso fue el estratega obradorista Ricardo Monreal.
Beatriz Paredes, por su parte, se alzó con las pequeñas victorias de Tlaxcala e Hidalgo (pero, ¿ganarle a Xóchitl Gálvez la vuelve una nueva Margaret Thatcher?). Sin adversario al frente, Emilio Gamboa se llevó el gato al agua en Quintana Roo (donde, gracias a Manuel Camacho y Jesús Ortega, el PRD perdió una gubernatura que ya tenía en la bolsa), mientras en Veracruz, donde las cosas se le pusieron color de hormiga roja al cacique Fidel Herrera, el mérito mayor fue de Elba Esther Gordillo, quien también mucho tuvo que ver en Puebla.
Por lo demás, ninguno de los abanderados de la alianza PAN-PRD que se impusieron en Oaxaca, Puebla y Sinaloa pertenece al PAN o al PRD. El de Oaxaca debe su victoria a López Obrador, el de Puebla a la Gordillo y el de Sinaloa a priístas que se pelearon con otros priístas. El caso de Ebrard es todavía más elocuente: su única apuesta fue por Zacatecas, donde no escatimó nada para apoyar al candidato del PRD y, sin embargo, cosechó una derrota muy significativa.
Antes del mitin del domingo pasado, que por segunda vez puso a López Obrador en ruta hacia la Presidencia (y con mayores posibilidades que en 2006), Manuel Camacho nos hizo pensar en Ruth Zavaleta cuando, entrevistado por un periódico, señaló que las izquierdas ya no pueden estar bajo la conducción de un solo hombre
(El Universal, 23/07/10).
A su vez, Ebrard vaticinó las peores lluvias de todos los tiempos y botó una nueva arca de Noé, denominada Unidad Tormenta
, que se declaró en alerta máxima
, con el enternecedor (por ingenuo) propósito de evitar que vinieran al DF decenas de miles de obradoristas que llevaban semanas preparando su viaje al Zócalo.
Tiempo de rectificaciones
Después del indudable campanazo que dio al país entero la multitudinaria asamblea de los pejecomités territoriales en el Zócalo, Camacho rectificó y dijo a la prensa que las izquierdas tienen dos grandes candidatos
, mientras Marcelo bajaba del arca de Noé, soltaba a todas las parejas de chuchos y panuchos que había albergado dentro de ella, y se iba a comer con Andrés Manuel, supuestamente para refrendar la alianza que lo llevó al Gobierno del Distrito Federal en 2006, y de la que por lo visto ya no se acuerda, pues ahora habla de su
ciudad y, muy al estilo Gómez Mont, increpa a los delincuentes con la fálica amenaza de que no se la van a acabar
.
En el círculo concéntrico de Ebrard se estima que tarde o temprano la olinarquía comprenderá que ningún panista será capaz de reunir votos suficientes para dormir en Los Pinos el primero de diciembre de 2012. En consecuencia, hay quienes argumentan que Ebrard sí podría alcanzar acuerdos con las 30 familias, con la televisión depredadora y con las empresas chatarra, ofreciéndoles en prenda la colaboración estratégica de Elba Esther Gordillo (a quien le quitó de la Secretaría de Educación del GDF al pedagogo Axel Didriksson, que se peleaba continuamente con ella, para sustituirlo, después de un breve paréntesis, por Mario Delgado, su carta bajo la manga para los comicios locales de 2012). Todo esto, claro está, no perseguiría otro fin que obtener la adhesión a su candidatura presidencial, por parte del PAN y del PRD, a cambio de impunidad para Calderón y los suyos y un nuevo sexenio de más de lo mismo.
Si ésta es la lectura de Ebrard y de su grupo, al fin vamos a entender por qué el GDF reprimió de manera tan desalmada a los vecinos de la Magdalena Contreras. Es obvio: los molió a palos para desalojarlos de sus viviendas, obligado por los millonarios contratos que tiene firmados con la trasnacional española OHL –empresa con inversiones en Brasil, Argentina, Perú y México– y las inmobiliarias ATCO y Copri, para construir la supervía poniente. Esta, en realidad, sería una especie de segundo piso que uniría las principales carreteras que desembocan en la capital, con un libramiento de paga conectado a Santa Fe, una de las zonas residenciales más caras de México, donde viven algunas respetables familias oligarcas y, tal vez por qué no, olinarcas.
¿Es también por esto que Ebrard prohibió a los trabajadores del SME reunirse en el Ángel, poco antes del clímax de su huelga de hambre? ¿Y por lo mismo le ha hecho la vida imposible a Clara Brugada en Iztapalapa, tratando de asfixiarla políticamente al negarle presupuesto a sus programas de ayuda a los pobres?
López Obrador ha llamado a multiplicar los comités territoriales para defender el voto en 2012 (que haya dos por cada casilla electoral
), pero ante los atropellos que sufre, la gente se prepara para defenderse. Mañana, a las 10 horas, habrá una cadena de brazos en Magdalena Contreras contra la supervía; otros ya planean una manifestación contra Ebrard en bicicleta, y en algunos círculos de estudio capitalinos se habla de convocar a una quema de recibos de la Comisión Federal de Electricidad, en protesta por el pésimo servicio que brinda. La esperanza se organiza, el descontento también.
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Cuando Vicente Fox lanzó prematuramente su campaña para los comicios de 2000 hizo algo que se consideró fuera de lugar, primero porque en vez de gobernar el estado de Guanajuato dejó a sus electores a buen recaudo y se dedicó de tiempo completo a promover su imagen personal en forma abusiva, y segundo porque con ello generó un clima de expectativa que terminó minimizando las acciones del gobierno de Ernesto Zedillo; sin embargo, la jugada le salió bien, porque logró sus objetivos, sin que nadie le reclamara la no atención de sus responsabilidades como gobernador.
Considero que el caso de López Obrador es hoy diferente, porque no tiene ninguna responsabilidad asociada a un puesto de elección y porque la situación de desastre por la que atraviesa el país, como resultado de las acciones del gobierno de Calderón, así como la angustia que viven poblaciones enteras, ante la inseguridad y la pérdida de control cada día más evidente por parte del gobierno, hace necesaria la existencia de opciones que ofrezcan un cambio y un motivo de esperanza.
Por los resultados observados, la estrategia de López Obrador me ha parecido oportuna; sin embargo, varios aspectos deben ser analizados ahora que una primera precandidatura asociada con la izquierda ha quedado definida. El primero de ellos es, desde luego, la pluralidad de la sociedad mexicana, la cual incluye gente con ideas, intereses y concepciones políticas muy diversas que, sin embargo, está molesta con la forma que los candidatos y grupos panistas han conducido al país en los últimos 10 años. ¿Cuál es la imagen que todos esos posibles votantes tienen de López Obrador? ¿Es posible cambiar esa imagen con la contundencia necesaria para asegurar sus votos frente a otras opciones? Ello es importante, porque las elecciones no se ganan con el solo voto de una minoría, por entusiasta que ésta sea.
No tengo ninguna duda de que la opinión dominante de la mayoría de los mexicanos es que sus expectativas ante los dos gobiernos panistas han sido frustradas y que por ningún motivo votarán nuevamente por ese partido, lo cual se traduce en una nueva oportunidad para que la izquierda llegue a gobernar. Por otra parte, para muchos de esos votantes, con ciertos niveles de aversión natural a la izquierda, es posible que vean a los grupos que forman los cuadros de López Obrador como un nuevo riesgo, ante su falta de preparación para gobernar, porque ciertamente salir a la calle para apoyar a su candidato con gritos y consignas, y tener la capacidad y los conocimientos para conducir bien el país, son dos cosas diferentes. La probidad de algunos de los integrantes de su círculo próximo tampoco constituye un atractivo particular, luego del escándalo que generaron los videos de Ahumada en torno a algunos colaboradores cercanos al mismo López Obrador.
La opción de López Obrador está dada en un momento en que el desprestigio del actual gobierno es total, frente a la falta de respuesta a problemas graves, la inclinación de colocar en puestos claves para la solución de problemas no a los más capaces, sino a los amigos, sin reparar en las consecuencias de esas decisiones, inclinadas siempre a favorecer a grupos de interés, menospreciando los reclamos de las mayorías.
Todo ello le puede dar y le ha dado a López Obrador nuevas banderas y opciones de lucha política que pueden convertirse en ventajas y simpatías importantes; sin embargo, en el proceso electoral pasado la ventaja inicial fue dilapidada, frente a la falta de autocrítica, con la voluntad de corregir los errores oportunamente y desde luego, con la ayuda de las cadenas televisoras, que no desaprovecharon ocasión para golpearlo y que seguramente repetirán sus andanzas ante la amenaza que su triunfo electoral les representa.
En esa ocasión, la ventaja inicial que le dieron los inocultables yerros del gobierno de Fox, incluyendo su obstinación en inventarle pretextos para eliminarlo e incluso llevarlo a la cárcel, le hizo cometer errores graves, sintiéndose seguro de su triunfo, a marginar de la lucha política a quienes consideró que le podían hacer sombra, como fue el caso del ingeniero Cárdenas, en lugar de buscar alianzas a partir de afinidades y acuerdos posibles, y a bajar la guardia, ignorando que para quitar el poder a quienes lo tienen es necesario cuidar con esmero los aspectos medulares de una campaña política y del proceso electoral mismo, para evitar las trapacerías que terminaron haciendo en su contra.
Qué tanto ese fracaso ha hecho posible madurar a López Obrador, para no cometer los errores de 2006, para entender que las elecciones no las deciden, con sus votos, quienes piensan igual que uno, sino la diversidad de corrientes que pensando de diferentes maneras quieren un México distinto al de la pesadilla que ha vivido este país ya por demasiado tiempo.
La lección que el presidente Lula da Silva ha dado al mundo, de manera especial a las corrientes de izquierda de los países de América Latina, no puede ser dejada a un lado. La necesidad de un gobierno incluyente, capaz de dirimir diferencias entre sectores con intereses legítimos, pero contrapuestos, comienza cuando en los partidos políticos se escucha a los demás y se toman decisiones por consenso, buscando no la gloria personal, sino la victoria de un grupo más amplio, e incluso a costa del sacrificio personal, en aras de quien pueda tener no más simpatizantes en el PRD o en el PT, sino quien o quienes puedan atraer más votos de la sociedad toda, y ello sin cometer el error de buscar uniones de conveniencia, como las alianzas recientes y pasadas construidas para fortalecer a los contrarios.
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Sábado 31 de julio de 2010, p. 23
En agosto, el precio del kilogramo de gas licuado de petróleo (LP) al usuario final costará 9.70 pesos en el Distrito Federal, así como en algunos municipios de los estados de México e Hidalgo, de acuerdo con la Secretaría de Economía (SE). De esta manera, el precio vigente a partir del próximo domingo representa un incremento de siete centavos comparado con julio.
En el Diario Oficial de la Federación la dependencia da a conocer que el costo más alto del combustible será de 11.38 pesos, el cual se aplicará en algunos municipios de Baja California Sur, localizados en la región 9.
En cambio, el menor precio del energético para el usuario final será de 8.64 pesos en localidades de Chihuahua, que pertenecen a la región 21. Por otra parte, la Secretaría de Energía (Sener) publica el decreto que modifica y amplía al 31 de agosto próximo la vigencia del diverso por el que se sujeta el gas LP a precios máximos de venta de primera mano y de venta a usuarios finales, publicado el primero de enero de 2010.
Economía fijará los precios máximos de venta del gas licuado al usuario final de manera que el promedio sea de 8.43 pesos por kilogramo antes del impuesto al valor agregado.
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