sábado, 14 de junio de 2008

QUE OTRA COSA SE PODIA ESPERAR EL PELELE: QUE HASTA EN EL EXTRANJERO LO REPUDIEN:

■ Rechazan violaciones a derechos humanos e impunidad

Con protesta, madrileños dicen adiós al Ejecutivo mexicano

Claudia Herrera y Armando G. Tejeda (Enviada y corresponsal)

En la ciudad de Zaragoza, España, minutos antes de que se inaugurara la Expo Internacional 2008, los reyes dieron la bienvenida al mandatario mexicano y su esposa En la ciudad de Zaragoza, España, minutos antes de que se inaugurara la Expo Internacional 2008, los reyes dieron la bienvenida al mandatario mexicano y su esposa Foto: Ap

Madrid, 13 de junio. En la última etapa de su gira por Madrid, en un encuentro con industriales en el hotel Ritz, el presidente Felipe Calderón se encontró a su llegada con una recepción agridulce: por un lado, lo más granado y selecto del empresariado madrileño. Por otro, un grupo pequeño, pero muy ruidoso, de unas 30 personas. Los manifestantes querían denunciar la violación a los derechos humanos en México, la “expoliación” en las comunidades indígenas y la “impunidad” de crímenes como los ocurridos en San Salvador Atenco, estado de México, donde fueron violadas y ultrajadas varias mujeres, entre ellas las españolas Cristina Valls y María Sastres.

Calderón llegó de despedirse de los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, del Palacio del Pardo, donde por la mañana se reunió con un grupo de empresarios con intereses en México e intenciones de ampliar su presencia en el país en los próximos años. Hasta ese momento, en sus tres días en Madrid, el único episodio que había provocado sobresalto al aparatoso dispositivo de seguridad del mandatario fue la insolación de varios miembros de la Guardia Real.

Los grupos de defensa de los derechos humanos y las asociaciones vinculadas con el movimiento civil mexicano hicieron un primer intento el miércoles por acercarse a Calderón y expresarle su malestar por la situación en México, en el Congreso de los Diputados. El fuerte dispositivo de seguridad impidió que se aproximaran a su coche.

Así, los colectivos, cercanos al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, decidieron acudir a las puertas del hotel Ritz, donde desplegaron tres grandes pancartas, en las que se leía: “Empresas españolas+gobierno mexicano= genocidio indígena”. Bajo el amparo de una orden judicial, que había autorizado la protesta en “un lugar visible”, la policía no tuvo más remedio que permitir la movilización pacífica.

Alrededor de las 14 horas, cuando empezaron a llegar de manera insistente vehículos de gran cilindrada, la mayoría con vidrios blindados y equipo de seguridad, los manifestantes gritaron con más fuerza sus consignas. Entre ellas, “justicia para Atenco”, “Zapata vive, la lucha sigue” y “presos y presas, libertad”.

Empresarios, periodistas y dirigentes políticos que iban llegando espaciadamente al citado hotel miraban de reojo, perplejos y nerviosos, la protesta pacífica, en la que también fueron colocadas en lugar visible grandes cruces rosadas, que recordaban a las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, Chihuahua, que a la fecha permanecen impunes, y cruces blancas, en las que escribieron los nombres de algunos indígenas asesinados por grupos paramilitares.

“Tenéis las manos manchadas de sangre”, gritaban sin cesar los manifestantes ante la llegada de personas que se iban a encontrar minutos después con el Presidente mexicano, quien llegó alrededor de las 14:15 horas a las puertas del hotel. Ahí fue recibido por representantes de los organizadores del encuentro, el Foro Nueva Economía, quienes lo hicieron ingresar rápidamente. A pesar de todo, el mandatario escuchó cómo desde un potente altavoz le gritaban de nuevo en Madrid: “asesino”, “fraudulento” y “usurpador”.

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