Sugiere que líderes de PRD, PT y Movimiento Ciudadano se registren como precandidatos
Señala que en 2006 Azcárraga le mostró documento apócrifo sobre expropiación de Televisa
Jueves 17 de noviembre de 2011, p. 15
Andrés Manuel López Obrador sugirió que los dirigentes nacionales de los partidos de la Revolución Democrática (PRD), del Trabajo (PT) y Movimiento Ciudadano se registren como precandidatos a la Presidencia de la República por las fuerzas de izquierda, y de esa forma no perder el periodo de dos meses fijado para precampañas.
La razón es que en caso de que algún partido político, solo o coligado con otros, postulara un solo precandidato a la Presidencia, éste no podría emplear el tiempo del Estado mexicano durante el periodo de precampaña –del 18 de diciembre al 18 de febrero– para la promoción de su imagen y sus propuestas políticas.
Es este escenario el que se vislumbra para López Obrador y los partidos que pretenden postularlo, una vez que se conocieron los resultados de las encuestas relacionadas con el jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, en las cuales el político tabasqueño resultó mejor posicionado en la opinión pública.
En entrevistas con Carmen Aristegui y Jacobo Zabludovsky, López Obrador se refirió a la guerra sucia de la que fue víctima en la elección presidencial de 2006.
En el espacio radiofónico de Zabludovsky reveló que dos días antes de la elección de ese año se reunió con Emilio Azcárraga, presidente del grupo Televisa, quien le entregó un documento apócrifo
donde López Obrador expropiaba la televisora. El texto contenía incluso considerandos legales que argumentaban la acción.
Yo ni sabía cuántas empresas tenía Televisa, pero ahí aparecían las empresas bien señaladas, y al final el acuerdo donde iba yo a expropiar Televisa. ¡Imagínese!
, comentó López Obrador.
Agregó: “de verdad, dos días antes, tengo el documento en mis manos, me lo entregó Emilio Azcárraga con duda, diciendo: ‘¿Y esto qué?’, o ‘¿esto es cierto?’ Fíjese a qué grado se llegó en el 2006.
Si esto pasa en este asunto, imagínese: mucha gente sí creyó todas esas mentiras
, expresó, en referencia a la campaña de difamación de que él era un peligro para México
.
Durante la entrevista con Aristegui, el ex candidato presidencial habló también de su programa emergente de empleo, mediante el cual se pretende atender a 7 millones de jóvenes que no estudian ni trabajan.
Los recursos para ponerlo en marcha saldrían de ahorros en el gobierno federal, apuntó.
De esta forma, añadió, se ayudaría a impedir que ese sector de la población caiga en manos de la delincuencia, pues actualmente no son atendidos ni tienen opciones reales de salir adelante. Este programa de empleo emergente ayudaría a resolver ese problema, insistió.
Explicó que este programa se denominaría Jóvenes construyendo el futuro, y está inspirado en lo hecho por el ex presidente de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt, quien en la época de la gran depresión en ese país dio empleo a 4 millones de personas en unas cuantas semanas.
López Obrador lamentó la campaña de difamación lanzada en su contra en las pasadas elecciones, porque se perdió una oportunidad para la República.
El país no estaría así si no se hubiera cometido ese fraude electoral. Y en este momento, el ejemplo no sería Brasil, no sería (Luiz Inacio) Lula (da Silva), sería México. Pero, en fin, ojalá ya la gente actúe también de otra manera, de forma más precavida, que no se creyeran todo, que no se comieran todos esos platos de mentira.
En relación con las precampañas, en la entrevista con Carmen Aristegui, el político tabasqueño calificó de injusta
la medida que va en contra de los precandidatos únicos, pues el consenso también es democracia.
Rechazó que el registro de otros aspirantes que le disputaran la candidatura presidencial fuera una simulación, pues se diría la verdad.
López Obrador explicó en el mismo programa de Aristegui el concepto de república amorosa
, expresada por él la víspera, cuando se dieron a conocer los resultados de las encuestas.
Se trata, explicó, de un país donde se privilegien los principios y que prevalezca un código moral y el amor al prójimo.
Cuando se habla de ese concepto estoy pensando en que debemos fortalecer los valores, el amor a las familias, al prójimo, a la patria, que eso es fundamental, un código moral; es llegar a la conclusión de que sólo siendo buenos podemos ser felices. Esto es
.
hay una suerte de empate entre Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador en las encuestas que se realizaron para definir al candidato de las izquierdas. ¿Pensamiento ilusorio, estupidez o mala leche? El pensamiento ilusorio está basado en lo que una persona quisiera que ocurra y no en la evidencia empírica. La estupidez no se puede remediar, pero la mala leche no le corresponde al dirigente de un partido que aceptó, con anterioridad, un procedimiento para designar al candidato de las izquierdas, incluido el PRD. El primer paso de este procedimiento consistía en dos encuestas simultáneas de donde saldría el candidato y en el anuncio de los resultados por las personas designadas por ambos contendientes: Ebrard Casaubon y López Obrador. Zambrano no respetó las reglas ni los tiempos y, además, quiso sembrar dudas sobre el procedimiento y hasta llegó a sugerir que
lo recomendable, lo aconsejable, incluso hasta para que todo mundo participe de una manera más intensa y abierta, sería que se abriera un nuevo periodo. Es decir, trató de influir en la ciudadanía sembrando el sospechosismo, como diría Creel, sobre el procedimiento acordado por los precandidatos. Por decencia, de la que ya dio muestras Ebrard, Zambrano deberá hacerse a un lado y recordar que llegó al cargo gracias al chuchinero de sus correligionarios.
Dicho lo anterior, pasemos a lo importante. Ganó López Obrador. Si todo continúa como debe ser y en un marco de decencia que no se les da muy bien a los chuchos y a otros igualmente tramposos, la coalición de partidos de nuestra cuestionable izquierda, que se llamará Movimiento Progresista
, será registrada pronto y posteriormente su candidato será precisamente quien ganó en las encuestas de días pasados. Ebrard bien dijo que su aceptación de los resultados obedecía, además de las evidencias de los datos duros, a la necesidad de que las izquierdas asistan unidas a los comicios federales próximos. Él y todos sabemos que si dicha unidad no se da, las probabilidades de las fuerzas progresistas para ganar la Presidencia serán muy bajas. Tanto o más bajas que las probabilidades que tiene el PAN. Es más, Marcelo llamó a sus seguidores a sumarse a la candidatura de AMLO y a poner todo el esfuerzo en llevarlo al triunfo en contra del candidato priísta, el principal adversario. Espero que tanto los chuchos como muchos de los abajofirmantes a favor de Ebrard así lo entiendan, siempre y cuando sus posiciones moderadas y afines al sistema no sean un impedimento.
El trato de caballeros que hicieron AMLO y Marcelo Ebrard es entre ellos y lo respeto y hasta lo celebro, pero yo no tengo nada que ver con ese arreglo, por lo que no encuentro razones para referirme al actual jefe de Gobierno del Distrito Federal como si fuera de mi simpatía, que no lo es. Simplemente me da gusto que el próximo candidato de las izquierdas a la Presidencia no sea él. Mis razones son políticas, no personales.
Ebrard cometió varios errores: el más importante fue aliarse en los hechos con los chuchos, con Cuauhtémoc Cárdenas y con ciertos sectores de intelectuales y políticos más identificados con el sistema
que con la oposición a éste. Los más desprestigiados del PRD, que ahora sufre deserciones masivas (la más cercana en el estado de México), fueron el apoyo principal de Ebrard, esos mismos que en 1999 y otras elecciones internas (incluyendo la reciente de consejeros) han hecho trampa para quedarse con la dirección de su partido. Son los que recurrieron al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación para que los validara como dirigentes del sol azteca. Son los que permitieron que Fox y Calderón entraran por la puerta trasera en San Lázaro y los que le guardaron la silla en tribuna a Beltrones (Ruth Zavaleta) ese primero de diciembre de 2006. Son los que también en los hechos reconocieron a Calderón como jefe del Ejecutivo nacional, incluyendo al mismo Ebrard, primero bajo el pretexto de que lo saludó de mano porque era el presidente de la Conago, y luego nada más porque sí. Son también los que, finalmente, plantearon en diversos foros una alianza con el PAN para impedir –como han dicho– que el PRI regrese a Los Pinos: la restauración priísta
.
Pero esos errores deben quedar ahora en el olvido y ver hacia el futuro. Hemos tenido una de las peores y más terroríficas experiencias con los gobiernos panistas. Padecimos igualmente a los priístas por muchos años y, peor todavía, a los priístas tecnocráticos y neoliberales de las últimas décadas. Nada bueno nos han dejado a los mexicanos. Habrá que detenerlos. Pongo mis esperanzas en el Movimiento Progresista (aunque no me gusta el nombre), en López Obrador y en el voto del pueblo de México. Si actuamos con decencia, con honestidad e inteligencia, ganaremos. Si no lo hacemos, pues mereceremos que alguien como Peña Nieto nos gobierne, pero entonces no nos quejemos de los resultados.
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Pasteurización táctica
Recetario: amor y bondad
DF, moneda de cambio
Simular precampañas
La izquierda está otra vez ante su espejo. Relegada del proceso de toma de decisiones, la base ciudadana que coincide genéricamente con el ente llamado izquierda
juega a adivinar lo que habrá sucedido en las elites de las que sólo recibe consignas y resoluciones (un ejemplo: las famosas encuestas de las que nadie sabe, nadie supo, más que detalles finales que sirvieron para enmarcar un arreglo de corte netamente político entre dos líderes) y se emociona con explicable razón por las aparentes expectativas de éxito electoral que se podrían derivar de ese idealizado posicionamiento competitivo que produjo el Pacto del Hilton, sin reparar (ni aceptarlos, mucho menos combatirlos) en los componentes maquiavélicos que podrían llevar en 2012 a la corriente del lopezobradorismo a una programada derrota numérica que a la vez sea utilizada por sus adversarios como comprobación de una supuesta derrota histórica.
A cambio de una candidatura de unidad condicionada, la única corriente de izquierda que significa una cierta posibilidad de reformismo popular aceptable, la que encabeza Andrés Manuel López Obrador, ha negociado y cedido en sus posturas de años (con Ebrard, se terminó la etiquetación de ilegitimidad al ahora saludado Calderón; con el nuevo Frente Amplio Progresista diseñado por Manuel Camacho se somete a AMLO a una línea de centro
que nadie creerá en éste pero sí servirá para modelar el futuro de Ebrard). Además, esa corriente se encamina a buscar por la vía de la pasteurización táctica lo que sus adversarios le negarán nuevamente por la vía salvaje pero que ahora, al competir de nueva cuenta, en los mismos términos, con los mismos factores bipartidistas de poder amafiado y en peores circunstancias, no podrá adjudicar a un fraude electoral que a nadie sorprenderá dado que en esta ocasión está absolutamente anunciado (tanto en el PRI, con su maquinaria de mapachería aceitada con dinero oscuro y operada por el cártel de ex gobernadores y gobernadores, como en el PAN con los programas sociales utilizados para promoción del voto y con el uso político de la violencia relacionada con el narcotráfico).
Pero ésa es la izquierda que el país tiene. Más crítica que participativa, esperanzada en que los líderes tomen decisiones positivas por meros actos súbitos de bondad o iluminación, ácidamente dolida pero crónicamente pasiva frente a los abusos y traiciones de quienes se han apropiado en todo el país del negocio de la representación
de esa franja partidista. Lo que hay es lo que se ve: sin reflexión ni autocrítica, todo se desliza por los toboganes del inmediatismo, lo panfletario y la fe o el denuesto individualizados; sin vida interna auténtica, todo se concentra en las intrigas de su burocracia partidista y en los gestos y lances de sus cupulares personalidades; sin conexión ni interés genuino por las luchas sociales, todo se reduce a lo electoral. La inaceptable izquierda vista en lo general no es más que la suma de las acciones y omisiones de muchos de quienes al ver tal espejo no aceptan reconocerse allí.
López Obrador, por ejemplo, ha tenido a bien asignarse un preocupante perfil espiritualizado que en caso de llegar al gobierno significaría la conducción de los asuntos públicos a partir no de un programa partidista o de compromisos sociales específicamente de izquierda política sino de una suerte de cristianismo amoroso bajo exégesis tabasqueña. No es un asunto menor, por más que los fieros defensores del Estado laico frente a amenazas provenientes de otros partidos se conviertan en comprensivos y sonrientes solapadores del nuevo discurso político-religioso. Además, la fórmula para alcanzar la felicidad en México, ha dicho el predicador Andrés Manuel, consiste en ser buenos. Oremos, hermanos.
La propia joya de la corona liberal mexicana, la capital del país, ha sido empeñada o, más bien, canjeada, por el asentimiento ebrardista a la candidatura de AMLO. Como si nada, el tabasqueño ha anunciado que respaldará la orientación
que el capitalino quiera dar al proceso de sucesión en la jefatura de gobierno. Así de sencillo: un pacto pragmático en las alturas define el curso político de una capital que requiere sacudimientos y limpieza ante la acumulación de ineficacia y corrupción que han regido durante las administraciones perredistas el gobierno de la gran ciudad: el reparto del botín entre perredistas ha llevado a la asamblea legislativa, a las delegaciones y al aparato central del GDF a personajes vergonzosos en cuanto a incultura política y general, a depredadores del erario, a trepadores y esquilmadores cuyo único mérito es la pertenencia a determinada corriente del sol azteca. En el propio saldo de Ebrard hay episodios relacionados con la asignación de contratos y beneficios a empresas españolas en materia de construcción de obra pública que merecen revisión a fondo y eventuales sanciones cuando menos políticas. Pero ahora se ha entregado al ganancioso Marcelo la concesión personalísima para que trate de mantener un imperio transexenal chilango.
Otro error en curso es la pretensión de simular competencia interna en los tres partidos pertenecientes al Dia para conseguir los beneficios de la precampaña según los términos electorales previamente establecidos. Nadie obligó a AMLO y MEC a definir en estos momentos y mediante nebulosas encuestas la candidatura presidencial. Fue una decisión de ellos y a sabiendas de que el tiempo en medios y los recursos públicos para precampañas sólo se asignarán a quienes, obviamente, luchen internamente por conseguir una postulación. Andrés Manuel y Marcelo bien pudieron realizar una verdadera precampaña en los tiempos predeterminados para ello y con los beneficios naturales que les corresponderían. Pero estimaron conveniente adelantar la resolución, con sus beneficios y perjuicios. Habilitar a dirigentes partidistas como simuladores de una contienda interna sería una pifia estigmatizante.
Por el bien de todos (los de la izquierda), primero la claridad, la congruencia y los principios. ¡Hasta mañana!
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