lunes, 12 de septiembre de 2011





Camila Vallejo y Julio Antonio: un amor a destiempo


Escrito por Editorial

camilavalejoCamila Vallejo empezó a ser noticia cuando con solo 22 años arribó a la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. Por segunda vez en la historia de esta organización estudiantil -nacida en 1906- una mujer ocupaba el más alto escaño.

En una de las primeras entrevistas que concediera, la joven chilena contaba que en cuanto a gustos musicales prefería a Joan Manuel Serrat, a Chinoy y a Ismael Serrano. Culminaba el 2010; por ese entonces Camila estudiaba quinto año de Geografía y era, desde 2007, miembro de las Juventudes Comunistas de Chile.

Desde los primeros momentos anunció sus proyectos: fortalecer la educación pública y revertir el hecho de que las universidades se estén convirtiendo en reductos de una elite social y económica. Un asunto que, aseguró, no sólo ocurre en las instituciones privadas.

Julio, con una edad similar a la de Camila, también se vinculó a las luchas estudiantiles. Para él las cosas estuvieron bastante difíciles. Asumió el gran reto de crear una organización estudiantil universitaria en un país donde no existía. En un contexto, tan o más difícil que el de Chile.

Matriculó en Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad. Allí se destacó como líder estudiantil, aunque también sobresalía como deportista. Subió la escalinata en 1921 y al año siguiente le tocó organizar a los estudiantes. Aunque no fue el primero, apenas un año después y con solo 20 años de edad, se convirtió en el presidente de la Federación Estudiantil Universitaria. Entre sus propuestas más importantes estaba crear una Universidad Popular inspirada en aquella fundada con anterioridad por Haya de la Torre en el Perú.

Camila por su parte resumía los objetivos de su proyecto: Generar nuevos mecanismos de acceso a la universidad. Es importante que la Universidad de Chile dé el ejemplo en el sentido de terminar con la marginación de los alumnos de sectores vulnerables que ocurre con la PSU y que evalúe habilidades y talentos más que conocimientos. A nivel nacional, nuestro objetivo es consolidar una propuesta de reforma a la educación superior de carácter sistémico, que ponga como eje central la responsabilidad que tiene el Estado para con sus universidades. Ya es hora de que se haga cargo, porque las universidades públicas, realmente públicas, ya no existen en nuestro país.

En una actitud coherente con Camila, decía Julio Antonio:

Pedimos participación en el gobierno universitario, a fin de fiscalizar toda reforma en los planes de estudio —base de las inmoralidades actuales—; depuración del profesorado, a fin de que sea apto moralmente y capaz para los empeños pedagógicos, y, por último, lo más fundamental, la autonomía universitaria. Sin ella todo esfuerzo de reforma y perfeccionamiento será inútil. La realidad de nuestra situación comprende una lucha entre dos tendencias: la nuestra, creadora, activa, ansiosa de fórmulas nuevas, reclamando procedimientos modernos, atención a las doctrinas y a las ideas contemporáneas, y la de un profesorado caduco, integrado por viejos fósiles incapaces de quebrantar la venerable rutina.

Entonces un día Camila abrió un blog. En palabras simples escribió: “Proponemos una federación participativa y cercana a los estudiantes. Que sea representativa y heterogénea, fomentando la discusión, la participación y el trabajo constante, donde no primen las diferencias sino la voluntad de avanzar. Que se proponga transformar la universidad, defender los espacios públicos e incidir en la sociedad”.

Entonces Julio Antonio creó una revista, le puso Alma Mater y bajo los seudónimos Zeus y Lord Mac Partland, encarnó con valentía la voz de aquella juventud. “En política somos hoy los mismos, los estudiantes cubanos, los que ayer supieron protestar del abuso y de la intromisión filibustera en nuestros asuntos patrios, en virtud del derecho de la fuerza, no pueden cambiar”, y agregó: “Somos optimistas, confiamos en la victoria, nuestra juventud y nuestros ideales nos incitan a luchar y a triunfar”.

Camila insistió en su propuesta:

Tiene que haber una política de Estado. Como federación apostamos al término del sistema de subvención, ya que los recursos tienen que estar enfocados en el sistema público. No se puede dejar en manos del municipio la entrega de recursos. Deben estar centralizados para que velen por el igual desarrollo de todos los establecimientos. Mayores recursos y mayor preocupación por la estabilidad de los profesores. Muchos tienen remuneraciones bajísimas, pésimas condiciones para impartir la enseñanza y, a pesar de eso, los han catalogado como los grandes culpables.

Julio Antonio también defendió la suya:

La autonomía universitaria es nuestra finalidad inmediata. Queremos una autonomía total, en la política, en lo administrativo y en lo económico. Mientras la Universidad esté supeditada a dependencias superiores, su marcha no se puede regular con esmero. Es preciso que las matrículas, que todos los ingresos de la misma, sean interiormente administrados. El Estado debe, tan sólo, como en todas las Universidades extranjeras, subvencionar a ese cuerpo docente. ¿Puede nunca una Comisión del Congreso conocer y aplicar los ingresos universitarios con la competencia con que puede hacerlo un claustro de profesores? La Universidad, manejando su dinero, sabe en la mejor forma en que deberá de emplearlo.

Camila y Julio Antonio salieron a las calles, se manifestaron contra el gobierno y fueron reprimidos. Ambos supieron de huelgas de hambre, de compañeros de lucha asesinados por la policía, de boletines y propagandas clandestinas, de medios de prensa que intentaron sabotear y ocultar la realidad de las luchas estudiantiles, de gobiernos corruptos… de “asnos con garras”.

El periodista Arturo A. Roselló publicó una entrevista en la revista Carteles. Hablaba de Julio ¿o de Camila? “Tiene, simultáneamente la salud física, y la consistencia moral. Su inteligencia parece circular libremente alrededor de los problemas más complejos. Habla con transparencia recortando cada período, ahondando en la materia acotada y extendiendo con incidental elocuencia sus observaciones precisas a los aspectos más ulteriores y diversos. Demuestra tener, pese a su voluntad, visión amarga del presente y visión óptima del porvenir”. El texto escrito en La Habana, 1924, pudiera fecharse en Santiago de Chile, 2011.

El cubano Julio Antonio Mella y la chilena Camila Vallejo vivieron momentos muy parecidos, enfrentaron enemigos similares y defendieron los derechos estudiantiles con la misma pasión y energía, solo que lo hicieron en épocas diferentes. En un pensamiento romántico y un tanto lírico, imagino que hubiese sido de ambos de haber nacido juntos en la misma época. Seguro hubiesen sido novios, amantes de la justicia y de la igualdad, enamorados de un mundo mejor, con todos y para el bien de todos.

Lamentablemente Julio Antonio murió asesinado por orden del dictador Gerardo Machado (1925-1933), gobernante títere de los años 30 en Cuba y siervo fiel del injerencista gobierno norteamericano. En cambio Camila vive, y con ella Gloria Negrete y sus compañeros de la huelga, el ejemplo imborrable de Manuel Gutiérrez, y los tantos jóvenes que hoy están en las calles de Chile. Cuba tuvo que esperar 30 años para que luego de la muerte de Mella, el 10 de enero de 1929, los jóvenes universitarios pudieran estudiar en un país libre y justo. Por suerte, los jóvenes chilenos no tendrán que esperar tanto tiempo. Todos tenemos fe en la causa que defienden, liderados por Camila Vallejo, la novia a destiempo de Julio Antonio Mella.

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