¡COMBATIVO DIA DE LAS MADRES!
La filosofía y la reforma del bachillerato
Como parte de mis estudios en filosofía del derecho, en mis años de Italia (1961-1964), mis maestros me hicieron estudiar la obra de los principales filósofos modernos. Mis autores fueron Hobbes, Descartes, Locke, Bacon, Vico, Leibniz, Hume, Kant, Hegel y Marx y tuve que estudiarlos en sus propias lenguas, porque, como me decía mi maestro Umberto Cerroni, la nuestra es, ante todo, una investigación filológica
. Mientras me enfrascaba en el estudio de aquellos autores, también a mí me vino a la cabeza la pregunta ¿para qué todo esto?
y mi maestro Widar Cesarini Sforza, titular de la cátedra de filosofía del derecho, me dijo: Hoy no lo podrás ver. Lo verás cuando ya seas un profesional de la ciencia
.
Cuando pude entrar a dar clase en 1967 a la UNAM, en la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales (en la Facultad de Derecho sólo pude dar clases hasta 1989), había una auténtica fiebre por el estudio de una gringada llamada métodos y técnicas de investigación social
. Tengo unos 50 libros que me compré sobre esa materia. Leí todos los que pude y, un día, le pregunté a Enrique González Pedrero, mi director, para qué hacían que nuestros estudiantes llevaran hasta cuatro y a veces incluso cinco cursos sobre esas idioteces. Él me preguntó: ¿Qué les darías a estudiar?
¡Filosofía!
, le contesté de inmediato. A la pregunta de qué les daría a leer a los estudiantes le dije “¡La Crítica de la razón pura de Kant!” Enrique me sonrió casi con conmiseración y no dijo más.
Durante los 70, mientras todos mis colegas daban cursos sobre los autores de moda, los marxistas embelesados con Althusser, que yo critiqué acerbamente; los antes funcional-estructuralistas, ahora con las propuestas sistémicas
de Easton, que luego pasaron de moda hasta que Luhmann les dio nueva y efímera vida, y así por el estilo, yo persistí en dar mis cursos sobre los autores clásicos del pensamiento filosófico y político. Tuve un plan que seguí con varias generaciones de alumnos: Maquiavelo, Bodino, Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau, Kant, Humboldt, Constant, Hegel, Tocqueville, Marx, Weber. Nunca lo terminé en un semestre. Así que mis alumnos fueron casi siempre de dos o tres semestres. Muchos de ellos recuerdan esos cursos.
Mi demanda de que se eliminaran en la Facultad de Ciencias Políticas los cursos de metodología en ciencias sociales y se sustituyeran por cursos de filosofía jamás prosperó ni fue entendida. Para mi regocijo cada año cambiaban los programas de esos cursos y nunca daban resultados. Desde hace ya más de 15 años, por otro lado, he innovado mi trabajo de formación filosófica de mis alumnos. Cada semestre escojo la obra de un gran autor: la Ciencia nueva, de Vico, por ejemplo, o la Crítica de la razón pura de Kant, o las Lecciones sobre la filosofía de la historia y la Filosofía del derecho de Hegel, o las obras filosóficas de Marx, o La ética protestante y el espíritu del capitalismo y Economía y sociedad de Weber y los leo con mis estudiantes y luego las discutimos pormenorizadamente en seminarios. Debo decir que los resultados han sido muy buenos.
Cuando en 1996 la coordinación del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM eliminó las disciplinas filosóficas y sólo dejó dos cursillos en los que se pretendió meter todo, mientras en las preparatorias se sostenían los cursos tradicionales, yo le hice saber al rector que se estaba consumando una estupidez. El bachillerato universitario, obviamente, necesita de una reforma a fondo, pero no es así como lo vamos a mejorar. Desde hace ya muchos años he concentrado mi labor académica en el posgrado del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras y me ha sorprendido que también allí he tenido que seguir batallando por la filosofía. Contra viento y marea estoy dirigiendo una tesis doctoral sobre la filosofía de la historia de Kant, que algunos investigadores del Instituto de Investigaciones Filosóficas piensan que es una mafufada.
¿Por qué la filosofía? Para empezar, todo tiene que ver, precisamente, con el método. Uno de los autores con los que se deleitaban los profesores de Ciencias Políticas en los 60, Russel L. Ackoff, escribió: Las ciencias sociales han ya avanzado muy bien técnicamente, pero no tan bien metodológicamente. Este desarrollo desigual se debe (en parte) al fracaso en distinguir entre técnicas y métodos de investigación social
(The Design of Social Research, University of Chicago Press, 1967, p. vii). La filosofía moderna ha cambiado la idea que los antiguos y los medievales tenían del método: ya no es un saber hacer, como para los gringos hoy; ahora se trata de concebir conceptos. Para concebir conceptos hay que saber pensar y sólo la filosofía sabe enseñarlo.
Desde Kant (en realidad, ya desde Descartes) la filosofía ha dejado de ser mera especulación para convertirse en teoría del conocimiento, vale decir, en teoría del conocimiento científico. Como escribió Ortega y Gasset: La filosofía moderna adquiere en Kant su franca fisonomía al convertirse en mera ciencia del conocimiento. Para poder conocer algo, es preciso antes estar seguro de si se puede y cómo se puede conocer
(Kant
, en Tríptico, Espasa-Calpe, 1947, p. 70). Concebir quiere decir pensar. No se puede elaborar un concepto sin pensarlo. Pongamos por caso el Estado o la sociedad o el ciudadano o la mujer o el hombre en sus relaciones. Hay que pensarlos, además de observarlos. Para eso sirve la filosofía. También hay que pensar el mundo como tal, debo pensarme como sujeto que conoce y definirme y debo saber definir mi objeto de estudio. Son problemas de concepción.
Por eso es una idiotez suprimir las disciplinas filosóficas cuando más las necesitan nuestros alumnos en una etapa tan crucial de su formación como lo es el bachillerato.
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Se le concedía demasiada importancia al personaje, y con su estupenda actuación Anthony Hopkins le confería mayor complejidad sicológica e inteligencia que la que el público estaba dispuesto a reconocerle. Años después, otra caracterización acertada, la de Frank Langella en Frost/Nixon, de Ron Howard, mostró que aquel mandatario poseía, en efecto, una astucia y un magnetismo público nada desdeñables; sin embargo, insuficientes para eludir el juicio histórico que mereció su mandato desastroso.
En Hijo de… Bush (W.), el realizador parece haber abdicado de todo intento por crear un personaje complejo y medianamente interesante. Su propósito es aportar elementos para insistir en la conclusión, ampliamente aceptada, de que el gobierno de George W. Bush fue –a la imagen de su intervención militar en Irak– todo un fiasco. Oliver Stone se aplica a desmenuzar, en una tarea tan ingrata como ociosa, la pequeñez moral de un mandatario que declaró haber oído un llamado celestial para salvar a una nación de pecadores lastimados
, en un misterioso plan que haría del mundo un escenario de confrontación entre las fuerzas del bien y algunas naciones pertenecientes a un eje maligno.
Para efectos de una dramatización sin sutilezas, el realizador centra toda su atención en el personaje estelar (su equipo de colaboradores cercanos apenas disienten de él, no muestran autonomía suficiente, no se les atribuyen intenciones o intereses propios, son comparsas deslucidos en la tragicomedia insulsa de un solo hombre, al que escuetamente se identifica por la inicial intermedia de su nombre, W). De él conoceremos, mediante flash-backs rutinarios, sus delirios de grandeza y su espíritu bravucón en sus tiempos de estudiante en Yale, con esa novatada cruel presentada como ensayo virtual de las torturas que el mandatario autorizara en contra de sus enemigos reales o imaginarios, en Abu Ghraib o en Guantánamo; de él sabremos también, por los azarosos vericuetos del sicoanálisis instantáneo, de sus frustraciones juveniles y su rebeldía frente al padre que siempre prefirió a su hermano, y de cómo esta insatisfacción primitiva marca y decide buena parte de un comportamiento que años después linda ya con la paranoia.
Lo que no se permite la cinta de Stone es una visión panorámica y más sustanciosa de lo que fueron los momentos claves de los ocho años de mandato de GWB. Ni una palabra acerca de las elecciones amañadas que lo mantuvieron en el poder, y muy poco de las presiones económicas y las afanosas complicidades de quienes ven en la intervención militar la oportunidad de un buen negocio (de Halliburton a Rumsfeld, pasando por un largo etcétera). Apenas algunas imágenes sobre la repulsa mundial a la aventura bélica, y referencias muy anecdóticas y al borde de la caricatura del involucramiento de otros líderes mundiales en la guerra. Hay, con todo, un énfasis sostenido en el argumento falaz de la existencia de armas de destrucción masiva en poder de Saddam Hussein.
En poco tiempo, la atención conferida a un personaje presentado esencialmente anodino y rapaz –depósito de frustraciones y rencores–, desplaza cualquier intento por comprender la realidad política de ocho años de un ejercicio caprichoso y arbitrario del poder supremo.
Si Bush se distingue por su propensión al maniqueísmo moral y a la revancha instintiva, Oliver Stone apenas opera de modo diferente. En este contexto, Josh Brolin (el rencoroso Dan White en Milk, de Gus Van Sant) hace lo posible por no naufragar en la trivialidad interpretativa a que lo orilla el guión freudiano de Stanley Weiser. Al finalizar la película, poco habrá añadido el espectador a su percepción de Bush como un mandatario de inusitada frivolidad política. Tal vez podrá concluir que lo que el cineasta intentó demostrar en las dos horas de Hijo de… Bush, cualquier caricaturista talentoso lo habría resuelto en muy pocos trazos.
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Disculpen la molestia
Eduardo Galeano
Quiero compartir algunas preguntas, moscas que me zumban en la cabeza.
¿Es justa la justicia? ¿Está parada sobre sus pies la justicia del mundo al revés?
El zapatista de Irak, el que arrojó los zapatazos contra Bush, fue condenado a tres años de cárcel. ¿No merecía, más bien, una condecoración?
¿Quién es el terrorista? ¿El zapatista o el zapateado? ¿No es culpable de terrorismo el serial killer que mintiendo inventó la guerra de Irak, asesinó a un gentío y legalizó la tortura y mandó aplicarla?
¿Son culpables los pobladores de Atenco, en México, o los indígenas mapuches de Chile, o los kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo por defender su derecho a la tierra? Si sagrada es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son sagrados, también, quienes la defienden?
Según la revista Foreign Policy, Somalia es el lugar más peligroso de todos. Pero, ¿quiénes son los piratas? ¿Los muertos de hambre que asaltan barcos o los especuladores de Wall Street, que llevan años asaltando el mundo y ahora reciben multimillonarias recompensas por sus afanes?
¿Por qué el mundo premia a quienes lo desvalijan?
¿Por qué la justicia es ciega de un solo ojo? Wal-Mart, la empresa más poderosa de todas, prohíbe los sindicatos. MacDonald’s, también. ¿Por qué estas empresas violan, con delincuente impunidad, la ley internacional? ¿Será porque en el mundo de nuestro tiempo el trabajo vale menos que la basura, y menos todavía valen los derechos de los trabajadores?
¿Quiénes son los justos, y quiénes los injustos? Si la justicia internacional de veras existe, ¿por qué nunca juzga a los poderosos? No van presos los autores de las más feroces carnicerías. ¿Será porque son ellos quienes tienen las llaves de las cárceles?
¿Por qué son intocables las cinco potencias que tienen derecho de veto en Naciones Unidas? ¿Ese derecho tiene origen divino? ¿Velan por la paz los que hacen el negocio de la guerra? ¿Es justo que la paz mundial esté a cargo de las cinco potencias que son las principales productoras de armas? Sin despreciar a los narcotraficantes, ¿no es éste también un caso de crimen organizado?
Pero no demandan castigo contra los amos del mundo los clamores de quienes exigen, en todas partes, la pena de muerte. Faltaba más. Los clamores claman contra los asesinos que usan navajas, no contra los que usan misiles.
Y uno se pregunta: ya que esos justicieros están tan locos de ganas de matar, ¿por qué no exigen la pena de muerte contra la injusticia social? ¿Es justo un mundo que cada minuto destina 3 millones de dólares a los gastos militares, mientras cada minuto mueren 15 niños por hambre o enfermedad curable? ¿Contra quién se arma, hasta los dientes, la llamada comunidad internacional? ¿Contra la pobreza o contra los pobres?
¿Por qué los fervorosos de la pena capital no exigen la pena de muerte contra los valores de la sociedad de consumo, que cotidianamente atentan contra la seguridad pública? ¿O acaso no invita al crimen el bombardeo de la publicidad que aturde a millones y millones de jóvenes desempleados, o mal pagados, repitiéndoles noche y día que ser es tener, tener un automóvil, tener zapatos de marca, tener, tener, y quien no tiene, no es?
¿Y por qué no se implanta la pena de muerte contra la muerte? El mundo está organizado al servicio de la muerte. ¿O no fabrica muerte la industria militar, que devora la mayor parte de nuestros recursos y buena parte de nuestras energías? Los amos del mundo sólo condenan la violencia cuando la ejercen otros. Y este monopolio de la violencia se traduce en un hecho inexplicable para los extraterrestres, y también insoportable para los terrestres que todavía queremos, contra toda evidencia, sobrevivir: los humanos somos los únicos animales especializados en el exterminio mutuo, y hemos desarrollado una tecnología de la destrucción que está aniquilando, de paso, al planeta y a todos sus habitantes.
Esa tecnología se alimenta del miedo. Es el miedo quien fabrica los enemigos que justifican el derroche militar y policial. Y en tren de implantar la pena de muerte, ¿qué tal si condenamos a muerte al miedo? ¿No sería sano acabar con esta dictadura universal de los asustadores profesionales? Los sembradores de pánicos nos condenan a la soledad, nos prohíben la solidaridad: sálvese quien pueda, aplastaos los unos a los otros, el prójimo es siempre un peligro que acecha, ojo, mucho cuidado, éste te robará, aquél te violará, ese cochecito de bebé esconde una bomba musulmana y si esa mujer te mira, esa vecina de aspecto inocente, es seguro que te contagia la peste porcina.
En el mundo al revés, dan miedo hasta los más elementales actos de justicia y sentido común. Cuando el presidente Evo Morales inició la refundación de Bolivia, para que este país de mayoría indígena dejara de tener vergüenza de mirarse al espejo, provocó pánico. Este desafío era catastrófico desde el punto de vista del orden racista tradicional, que decía ser el único orden posible: Evo traía el caos y la violencia, y por su culpa la unidad nacional iba a estallar, rota en pedazos. Y cuando el presidente ecuatoriano Correa anunció que se negaba a pagar las deudas no legítimas, la noticia produjo terror en el mundo financiero y el Ecuador fue amenazado con terribles castigos, por estar dando tan mal ejemplo. Si las dictaduras militares y los políticos ladrones han sido siempre mimados por la banca internacional, ¿no nos hemos acostumbrado ya a aceptar como fatalidad del destino que el pueblo pague el garrote que lo golpea y la codicia que lo saquea?
Pero, ¿será que han sido divorciados para siempre jamás el sentido común y la justicia?
¿No nacieron para caminar juntos, bien pegaditos, el sentido común y la justicia?
¿No es de sentido común, y también de justicia, ese lema de las feministas que dicen que si nosotros, los machos, quedáramos embarazados, el aborto sería libre? ¿Por qué no se legaliza el derecho al aborto? ¿Será porque entonces dejaría de ser el privilegio de las mujeres que pueden pagarlo y de los médicos que pueden cobrarlo?
Lo mismo ocurre con otro escandaloso caso de negación de la justicia y el sentido común: ¿por qué no se legaliza la droga? ¿Acaso no es, como el aborto, un tema de salud pública? Y el país que más drogadictos contiene, ¿qué autoridad moral tiene para condenar a quienes abastecen su demanda? ¿Y por qué los grandes medios de comunicación, tan consagrados a la guerra contra el flagelo de la droga, jamás dicen que proviene de Afganistán casi toda la heroína que se consume en el mundo? ¿Quién manda en Afganistán? ¿No es ése un país militarmente ocupado por el mesiánico país que se atribuye la misión de salvarnos a todos?
¿Por qué no se legalizan las drogas de una buena vez? ¿No será porque brindan el mejor pretexto para las invasiones militares, además de brindar las más jugosas ganancias a los grandes bancos que en las noches trabajan como lavanderías?
Ahora el mundo está triste porque se venden menos autos. Una de las consecuencias de la crisis mundial es la caída de la próspera industria del automóvil. Si tuviéramos algún resto de sentido común, y alguito de sentido de la justicia, ¿no tendríamos que celebrar esa buena noticia? ¿O acaso la disminución de los automóviles no es una buena noticia, desde el punto de vista de la naturaleza, que estará un poquito menos envenenada, y de los peatones, que morirán un poquito menos?
Según Lewis Carroll, la reina explicó a Alicia cómo funciona la justicia en el país de las maravillas:
–Ahí lo tienes –dijo la reina–. Está encerrado en la cárcel, cumpliendo su condena; pero el juicio no empezará hasta el próximo miércoles. Y por supuesto, el crimen será cometido al final.
En El Salvador, el arzobispo Óscar Arnulfo Romero comprobó que la justicia, como la serpiente, sólo muerde a los descalzos. Él murió a balazos, por denunciar que en su país los descalzos nacían de antemano condenados, por delito de nacimiento.
El resultado de las recientes elecciones en El Salvador, ¿no es de alguna manera un homenaje? ¿Un homenaje al arzobispo Romero y a los miles que como él murieron luchando por una justicia justa en el reino de la injusticia?
A veces terminan mal las historias de la Historia; pero ella, la Historia, no termina. Cuando dice adiós, dice hasta luego.
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DIFUNDIMOS IMPORTANTE INVITACION:
REUNIÓN NACIONAL: POR UN DIÁLOGO POLÍTICO
“Al mismo tiempo que impulsamos el Movimiento en defensa de la soberanía
nacional, del petróleo y de la economía popular, planteamos la necesidad
de un diálogo sobre un partido de trabajadores independiente”
16 DE MAYO 2009, 10 AM. Local del SITUAM (Calz. de Tlalpan 1036. Cercano
al Metro Nativitas)
Apreciados compañeros y compañeras:
Nosotros los que suscribimos esta invitación, trabajadores de diferentes
orígenes políticos y de diferentes organizaciones sindicales, hemos
participado plenamente en este período en las movilizaciones primero
contra el fraude electoral y por el respeto a la voluntad popular en el
año de 2006, después en la defensa de Pemex y ahora en la lucha del
Movimiento en defensa de la soberanía nacional, del petróleo y de la
economía popular.
Nosotros consideramos que la reunión nacional de la Convención Nacional de
Comités Municipales del Gobierno Legítimo, realizada el 21 de marzo pasado
en la Ciudad de México, es un gran éxito, tanto por la presencia y
combatividad de sus 12 mil delegados, como por los acuerdos tomados:
promover una red de casas del movimiento, construir una estructura
política para defender la economía popular, el petróleo y la soberanía
nacional.
Apoyamos la plataforma que el Lic. López Obrador y el gobierno legítimo
trazaron en esa reunión y en el mitin realizado en el zócalo al día
siguiente, plataforma del movimiento en defensa de la economía popular.
En particular, apoyamos lo dicho con relación al petróleo:
“El año pasado le dimos toda la importancia a la defensa del petróleo.
Está a la vista lo que se logró y lo que ha quedado pendiente… estamos
concientes y lo señalamos el 18 de marzo pasado, que esta lucha aún no
termina…. Por eso hemos renovado el compromiso de seguir adelante, para
cumplir tres propósitos. Evitar que se otorguen concesiones a empresas
petroleras nacionales o extranjeras para explorar y explotar nuestro
petróleo en áreas exclusivas del territorio nacional; combatir la gran
corrupción que existe en Pemex y en la Comisión Federal de Electricidad y
lograr que el petróleo deje de exportarse como materia prima y sea
utilizado internamente para la elaboración de gasolinas, diesel y
productos petroquímicos y para generar empleos e impulsar la
industrialización del país”.
Al mismo tiempo, los que firmamos esta invitación participamos plenamente
como constructores del Movimiento en Defensa de la Soberanía Nacional, el
Petróleo y la Economía Popular, combatimos por su ampliación y
masificación. Consideramos que en esa lucha es necesario actuar para que
la clase trabajadora disponga de su propio partido para facilitar su
alianza con todos los sectores de la sociedad, campesinos, estudiantes,
indígenas, etc., un partido de trabajadores que sea plenamente parte del
Movimiento.
En el lapso que va de octubre de 2008 a marzo de 2009, más de 500 mil
trabajadores han sido despedidos. Los voceros empresariales dicen que este
año se perderán unas 350 mil plazas. Los banqueros pronostican un descenso
del PIB de 3.2% en 2009.
El gobierno usurpador ha entregado en estos meses más de 22 mil millones
de dólares de las reservas de la nación, a los especuladores y banqueros
con el pretexto de sostener al peso que por el contrario, se ha devaluado
en más de 50%.
Ahora pide al FMI y al Tesoro de EU, nuevos préstamos que suman alrededor
de 77 mil millones de dólares para continuar “sosteniendo al peso”.
Calderón va más lejos en la entrega de los intereses nacionales. En
Londres, en la víspera de la reunión del Grupo de los 20, declaró:
“Tenemos un enorme potencial, pero necesitamos el apoyo de compañías
británicas, no sólo de British Petroleum, sino también de muchas otras
compañías medias y grandes que acabamos de ver hace unos momentos”.
Calderón borra de un golpe la lucha de los trabajadores y de la nación en
el periodo 1936-38 que permitió recuperar la soberanía sobre el petróleo y
da la espalda a los sentimientos de la nación que se han manifestado
claramente estos meses en defensa de Pemex.
El país ha entrado en una espiral de descomposición y la violencia
comienza a corroer a toda la sociedad. Con el pretexto del narcotráfico,
el gobierno estadounidense acentúa sus presiones para intervenir en el
país y llevarlo hacia la militarización. La política de sumisión
practicada por el gobierno de Calderón permite el desarrollo de esta
situación.
La señora Clinton, en su reciente visita para preparar el viaje del
presidente Obama a nuestro país, subrayó “la necesidad de fortalecer la
competitividad mediante una mayor integración económica (…) la apertura y
el comercio son los mejores caminos para enfrentar la crisis
internacional”1- ¿Una mayor integración económica con EU? ¿Qué significa
sino un pillaje sin limites de nuestras riquezas naturales, la destrucción
del campo y de la industria, la profundización del TLCAN y del Plan
Mérida, en otras palabras, la descomposición del país?
Los partidos del régimen, PRI-PAN y sus comparsas Verde, Panal, etc., se
pelean entre ellos por las diputaciones, regidurías, etc., pero todos
están en el marco de la defensa de la política de entrega de la nación
practicada por el gobierno surgido del fraude de 2006, fraude que todos
ellos avalaron.
El PRD, en el cual una capa de trabajadores finca sus ilusiones de un
cambio de política, votó a favor de la contrarreforma del artículo tercero
constitucional y la mayoría de sus diputados y senadores aprobó la
contrarreforma petrolera. Además, su dirección se declara favorable a
trabajar con Calderón. Los otros partidos del FAP (PT y Convergencia), no
ofrecen una perspectiva de independencia respecto al pillaje y la
explotación que las potencias imperialistas realizan sobre nuestro país.
Nosotros, al mismo tiempo que somos impulsores decididos del Movimiento en
Defensa de la Soberanía Nacional, el Petróleo y la Economía Popular, y
apoyamos incondicionalmente cualquier movilización en ese sentido,
proponemos emprender un AMPLIO DIALOGO sobre la necesidad urgente de
forjar un partido independiente, un partido de la clase trabajadora.
Un partido que responda a cuestiones que son de vida o muerte para
millones de trabajadores, como el empleo y el salario. Un partido que
luche por la adopción de una ley que prohíba los despidos y decrete un
aumento salarial de urgencia, de tal manera que el salario responda
verdaderamente a su definición de ser suficiente para que una familia se
alimente cotidianamente.
¿Acaso no es necesario un partido que luche por la renacionalización de la
banca, en manos de los banqueros especuladores? Más aún, el principal
banco del país, Banamex, está en manos de Citigroup, controlado por el
gobierno de E.U., lo cual viola la ley mexicana.
¿Acaso no es necesario un partido que luche por la anulación del TLCAN
empezando por el capítulo agropecuario, instrumento de destrucción del
campo mexicano?
¿Acaso no es necesario un partido para combatir por la abrogación de
“reformas” que destruyen derechos y conquistas del pueblo trabajador como
la nueva ley del ISSSTE, la ACE (“Alianza para elevar la calidad de la
educación”), la contrarreforma de la Ley Federal del Trabajo,…?
En resumen, el propósito de la Reunión Nacional del 16 de mayo, a la cual
te invitamos a que seas parte, es desarrollar un amplio diálogo sobre
estas cuestiones fundamentales para la vida del pueblo mexicano.
Primeros firmantes (a título individual, a menos que se especifique lo
contrario. Los nombres de las organizaciones y las representaciones solo
se dan para fines de identificación).
Frente de Mexicanos en el Exterior (FME, California, EU). Al Rojas,
miembro de la dirección del FME. Luis Magaña, Organización de Trabajadores
Agrícolas de California (OTAC). Raúl May Cocom, secretario general
delegacional, sección 7 del SNTE (Chiapas). Fulgencio Talavera Ortiz,
secretario general delegacional, sección 7 del SNTE (Chiapas). José Iber
Córdoba, miembro de la sección 7 del SNTE. Habacuc Mera Benítez, concejal,
padres de familia, EST 79 (Chiapas). Ángel Yoniris Robledo López,
estudiante, Escuela Normal Superior (Chiapas). Carolina Castro Arreola,
estudiante, Escuela Normal de Educadoras (Chiapas). Iris Nayeli Rivera
Sancho, Escuela Normal de Tonalá (Chiapas). Carlos Misael Palma López,
miembro de la sección 7 del SNTE (Chiapas). Ana Karen Álvarez, Escuela
Normal Superior (Chiapas). Brenda Mabel León, profesora, sección 40 del
SNTE (Chiapas). Carlos Hernández Chávez. Raúl Córdoba Chanona, Valdemar
Herrera y José María Grajales, miembros de la Coalición de Trabajadores
del INEGI (Chiapas). Asariel Hernández Díaz y Gustavo Santana, miembros de
El Trabajo (Chiapas). Celina Beltrán Paz, profesora, sección 7 del SNTE
(Chiapas). Amilcar Pérez N., profesor, sección 7 del SNTE (Chiapas). Ángel
Morales Pérez, profesor, sección 7 del SNTE. Ricardo Súarez Estrada,
miembro del Movimiento Resissste, (Chihuahua). Javier Brena Alfaro,
delegado sindical, STUNAM (DF). Roberto Alcaraz López, secretario de
Organización, comité ejecutivo delegacional D-II-8-IPN (ESE), sección 10
del SNTE. Jorge Illescas Chávez, secretario de Trabajo y Conflictos,
delegación D-II-23, sección 23 del SNTE (Puebla). Daniel Rosas, Fernando
Mendoza y Augusto Reyes Medina, profesores, miembros de la sección 22 del
SNTE-CNTE (Oaxaca). María de los Ángeles Corona Ruiz Cabañas, miembro del
cuerpo directivo de la Asociación de Jubilados del DIF (DF). Armando Pasos
Cabrera y Braulio Sánchez Hernández, representantes sindicales, SITUAM
(DF). Amador Velasco Tobón, miembro de la Asamblea General de
Representantes, sección 10 del SNTE-CNTE. Luis Vázquez Villalobos y
Humberto Martínez Brizuela, miembros de la redacción nacional del
periódico El Trabajo. Luis Alfonso Godínez, secretario general de la
delegación D-II-9-IPN (FM), sección 10 del SNTE (DF). Eduardo Rodríguez
Guerrero, secretario general de la delegación D-II-11-IPN (ESIQIE),
sección 10 del SNTE (DF). Juan Radamontes, jubilado, STUNAM (DF).
Margarita Quiroz Miranda, Cleotilde Molina e Ignacio Gastélum Ruiz,
miembros del Movimiento de Resissstencia, sección 2 del SNTE (BC). Mario
Alcaraz Noceda, miembro de la sección 37 del SNTE (BC). Gema López Limón,
profesora universitaria (BC). Lorenzo Cortez Beltrán, ferrocarrilero
jubilado (BC) Organizando La Lucha.
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