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Usos y abusos de las televisoras mexicanas
Enrique Castillo González
-->adios a la tele
Lo que voy a comentar es algo que seguramente usted, kaosistico amigo mexicano, ya ha detectado y, a ciencia cierta que al igual que este su escribidor, ha externado también dos o tres mentadas de madre a los responsables de esa lesión visual que afecta al hígado, ¿se ha dado cuenta la cantidad de anuncios comerciales en la televisión de este país? Mire, trataré de ser muy especifico. La norma dictada por la Secretaría de Gobernación decía que (pongo un ejemplo) en el transcurso de una telenovela (1/2hora) al entrar los mensajes comerciales entre bloque y bloque los anuncios comerciales tendrían que ser 3 y1 promocional de su propia programación; sin embargo, ahora, en estos tiempos en que los señores empresarios son los que dictan las políticas, nos encontramos con que aquella norma ha sido más violada que una borracha en Rio de Janeiro.
¡Hemos contado hasta 12 comerciales e incluso hemos tenido el temple, mi linda esposa y yo de, aunque el programa esté muy bueno, apagar la tele y mentarle su madre a cuanto tenga que ver con esa nueva forma de idiotizar (incluyome) al tele auditorio, aclaro que el que mienta madres soy yo, mi mujer es una dama.
Lo cierto es que ahí se está violando una ley, pero eso de pasarse las leyes por lo más pando es lo de hoy, “dime cuantas leyes violas y te diré cuan poderoso eres”, como sea, el punto es que frente a nuestras narices nos están mostrando cuanto es que las gentes de las televisoras nacionales respetan lo que el Gobierno dice.
En otro asunto, en cierta forma ligado al anterior, los señores de la tele saben que paulatinamente el Internet les está quitando millones y millones de clientes que antes estaban cautivos, por lo que ahora, a manera de lavativa hertziana, nos están dejando dentro toda la información, es decir, ellos piensan que a mayor cantidad de comerciales mayor Indice de probables compradores, al punto que es un hecho que la mayor televisora DEL MUNDO es youtube pues el índice de visitas y por ende audiencia supera por mucho cualquier televisora del mundo.
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Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
En todo hogar mexicano, o casi
En todo hogar mexicano, sin importar cuántos viven allí, once, dos o cuatro; una sola con su gato pachón, hay una televisión. A lo menos, porque en la mayoría de los hogares hay más: la del cuarto de la tele, la del cuarto de los señores, la de la habitación de la nena, la del cuarto de la abuela, la del cuarto de júnior o la que comparten los mellizos, la del cuarto de servicio y la tele de la cocina. Es cosa común que la sala de la casa, casota, casita, la del depa o del estudio, la del convento, la de juntas, la de espera, la gobierna un aparato de televisión. En una habitación pueden dormir muchos o ninguno, pero invariablemente allí va a haber una televisión.
En un hogar mexicano puede no haber computadora ni conexión a internet; puede no haber equipo de sonido (que es, casi siempre, el número dos después de la tele); puede no haber teléfono, pero siempre hay televisión. A lo mejor en la cochera no hay coche, ni motocicleta, ni bicicleta y tal vez ni siquiera patines, pero por las noches seguro en algún rincón podemos detectar el relumbrón azulado de una televisión.
Tal vez no en todos los hogares mexicanos hay gente que estudia, o que trabaja, o que, en fin, se gana las diarias tortillas con honestidad y decencia, pero seguro hay gente que ve televisión.
Quizá no en todos los hogares mexicanos hay una repisa con libros. Quizá tampoco se tengan implementos de artista: un caballete, crayones de pastel o cera, lápices de colores, papeles de fibra seductora o bastidores para un lienzo. Posiblemente tampoco pueda uno hallar gubias ni cinceles, arcilla, un trozo de mármol o madera en que esculpir algo; ni los arreos de un actor, ni los artefactos propios del videoasta, ni los del performancero. Es muy posible que no encontremos partituras, y de un instrumento musical ni las astillas. Pero seguro encontramos una televisión.
Es factible que no en todo hogar mexicano haya una calculadora o un teléfono celular, pero casi seguro hay un control remoto para la tele. Que no haya control remoto no significa, además, que no haya televisión.
Un hogar mexicano puede carecer de agua corriente, de agua caliente, de drenaje, de ventilación, de una buena ubicación, de patio y hasta de paredes, y puede in extremis hasta adolecer de instalación eléctrica, pero los dioses, que sabios son y bien saben que sin televisión no es posible vivir, inventaron las pilas y las baterías de coche y los ingenios con que improvisar convertidores de corriente para que siempre, siempre haya televisión. Uno podría afirmar que el dios del génesis cristiano, ése que anduvo atareado en crear todo lo necesario para que viva la gente, llevó por apellidos Azcárraga o Salinas, o el de cualquiera de sus antecesores y símiles, voraces empresarios de la televisión.
En un hogar mexicano bien pueden pasarse por alto la ética, la estética, las ciencias o la historia como temas de conversación. Más allá de los elementales curas Hidalgo y Morelos, y de los tatas Cárdenas, Villa, Juárez y Zapata, se diluyen con pasmosa facilidad en lacerante anonimia los nombres de cientos de próceres, de mártires, de heroínas y héroes y también de villanos, tiranos y caciques con cuya tenacidad, demencia o sangre se construyeron los cimientos de esta hoy desvencijada nación, y posiblemente son contados los hogares mexicanos donde se conocen los episodios de nuestra historia por su nombre y circunstancia, pero en casi todos los hogares mexicanos la gente conoce, comenta, recuerda, pronuncia los títulos de las telenovelas de moda, de los programas de hoy, de locutores y actricillas y presentadores de la barra programática, y hasta los vericuetos sentimentales que la televisión, vulgar y chismolera, entrega todos los días: quién se casó con quién, quiénes se divorciaron y divorciados volvieron a tener hijos, quién no quiere saber nada del otro, quién se revolcó con cuántos del mundillo de la televisión.
En los hogares de México poco y mal se pueden leer periódicos y revistas, escasamente podrá sintonizarse un noticioso en la radio, pero todo mundo conoce el mundo según lo hayan dictado anoche López Dóriga en canal dos o Javier Alatorre en el trece, o cualquier corbata, cualquier bigotito de los que salen en televisión. En los hogares mexicanos la opinión pública va logrando ser como leche: homogeneizada y pasteurizada después de su diario paso por el serpentín ductivo de la televisión.
Por eso, este no es un país. Es un programa de televisión. Nomás que uno bastante malito y demasiado repetido.
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UN LLAMADO URGENTE: GUERRA EN MÉXICO
1,- Nuestro amada tierra vive la peor situación de inseguridad de hace casi un siglo. En catorce meses, ha habido más de dos mil setecientas cincuenta ejecuciones. Se han incrementado las violaciones a mujeres por hombres armados, los secuestros, extorsiones, asaltos a mano armada, robos de autos. No hay familia en el estado que no haya sido victima -directa o indirecta- de estos hechos delictivos.
2.- Chihuahua es territorio de impunidad. La violación al estado de derecho constituye una larga cadena de agravios en la que destacan los eslabones del feminicidio, la corrupción política, la falta de rendición de cuentas de los funcionarios públicos de alto nivel y, en el momento actual, la cancelación de facto de las garantías individuales y los derechos humanos producto de la invasión militar al estado.
La oportunidad para resolver estos complejos problemas se dejó pasar: no se hizo nada a tiempo para resolverlos de fondo y, ahora, vivimos en medio de la violencia, la ineptitud e ineficacia de los gobiernos Federal y Estatal.
La militarizació
La subordinación de las autoridades civiles a las militares —protegidas por el inadmisible privilegio del fuero castrense— es la evidencia mayor de la cancelación de la división de poderes sin la cual los derechos humanos y las garantías individuales han sido suspendidas contraviniendo la Constitución general de la República. La militarizació
3.-La crisis económica y social sorprendió a los gobiernos sin capacidad real para encararla porque se han mantenido fieles a los esquemas neoliberales depredadores, generadores de pobreza y atraso. Chihuahua vive una contradicción que denota la existencia de privilegios: en un polo están los dueños del estado, la vieja oligarquía que domina con un discurso empresarial carente de responsabilidad y monopolizadora del poder y la riqueza. En el otro, amplios espacios territoriales que padecen estancamiento que se muestra en cifras de pobreza patrimonial reconocida en el mundo y aquí ocultadas dolosamente.
La economía del campo esta en crisis, el desempleo y la precarización del trabajo son galopantes, los servicios educativos y de salud son de mala calidad y cerrados. Se construyen cifras récord de viviendas para satisfacer el afán de lucro, no para crear espacios dignos que favorezcan la convivencia armónica de las familias.
4.- En este marco, se deja sentir un creciente desinterés por las elecciones para renovar la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión. Se les ve como ajustes mediante los cuales las altas burocracias de los partidos políticos se dan la oportunidad para repartirse espacios de poder. Buscan auto-representarse, postergando los mas altos y urgentes intereses de la población.
La derecha pretende convertir las elecciones en un plebiscito sancionador de la militarizació
5.- Convencidos de lo anterior, manifestamos que la militarizació
Convencidos de que los derechos humanos son una prerrogativa que eleva la dignidad de las personas y responsabilizando a todos los niveles de gobierno, por el riesgo que padecen los derecho-humanistas, exigimos:
a) El restablecimiento de la plena vigencia de la Constitución de la República y del Estado de Derecho y el respeto irrestricto a la división de poderes que asegura y garantiza los derechos humanos.
b) Alto inmediato a la militarizació
c) Como los soldados ya están en nuestras comunidades, exigimos de los poderes civiles el establecimiento de una hoja de ruta que registre —día a día— la desmilitarizació
d) Política de Estado para el combate al crimen organizado y al narcotráfico que contemple todas sus aristas: financieras, lavado de dinero, fiscales, internacionales, tráfico de armas, trata de personas, colusión del poder con la delincuencia, corrupción política, salud y, en fin, diseños de inteligencia que nos demuestren que no tan solo se pretende gobernar al crimen, sino combatirlo de fondo: conteniéndolo, por una parte; y, excluyéndolo drásticamente de todas las esferas de gobierno, por la otra, lo que hoy esta lejos de ser la regla.
e) Aplicación de una política anticrisis para remediar las grandes necesidades sociales que atraviesan al estado de Chihuahua. En particular el establecimiento de la escala móvil de horas de trabajo para combatir el desempleo operado con paros técnicos unilaterales y de un programa emergente de desarrollo social que ha faltado a Chihuahua todos estos años y cuya ausencia ha permitido que se propicien la degradación, drogadicción, la agresión a la cultura y la delincuencia.
Nos comprometemos a iniciar una nueva lucha y crearemos un Observatorio Ciudadano para la Seguridad y la Legalidad que dé cuenta de manera objetiva e independiente de la situación que predomina en nuestro estado en este aspecto, la conteste y la resista con el apoyo social de los ciudadanos.
Abriremos espacios y canales de información para que la sociedad chihuahuense esté al tanto de lo que sucede en este ámbito y pueda presentar sus denuncias y sus opiniones.
Nuestra lucha llegará a todos los rincones del Estado, la capital de la República y las principales metrópolis del mundo a donde llevaremos la noticia de lo que pasa en México y en Chihuahua.___________________________________________________
Vigilando a la Border Patrol para dar el “brinco”. Foto: J. Guadalupe Pérez |
Crónica de una migración
El caso Querétaro
Agustín Escobar Ledesma
Al igual que las mariposas monarcas emigran de México a Estados Unidos, los primeros días de enero de cada año, miles de queretanos salen de regreso a ese país. Muchos de ellos son adolescentes que por primera ocasión se aventuran al otro lado. Durante los meses de febrero, marzo y abril es cuando la gran mayoría abandona su tierra, aunque el resto del año el flujo migratorio no cesa.
Es en los primeros días de enero cuando los migrantes que estuvieron con sus familias durante las vacaciones retornan al otro lado. Migración circular, le denominan los académicos a la gente que va y viene a su país de origen. El contacto para ir a Nuevo Laredo, Tamaulipas, en uno de los múltiples viajes que los migrantes de Huimilpan realizan al año para cruzar la frontera norte, lo establecí con el dueño de un autobús turístico.
La cita para emprender el viaje fue en la gasolinera ubicada a un lado de la carretera a Huimilpan, municipio ubicado a unos treinta kilómetros de la ciudad de Querétaro. El autobús, con aire acondicionado, televisión, wc y música estereofónica, es tripulado por Ultiminio, curioso nombre que solamente una ocasión había escuchado antes, allá por la década de los sesenta, cuando el boxeador cubano-mexicano Ultiminio Ramos fue campeón mundial.
Soy la primera persona en abordar el autobús, situación que aprovecha Ultiminio para ultimar detalles. Puesto que voy en calidad de investigador, me instruye para que no tome fotos ni entreviste a los migrantes con grabadora, que cuando se suban, él me señalará quién es el “caminador” –Ultiminio me dice que así se conoce a quienes los cruzan al otro lado, que no les dicen coyotes– que lleva a los migrantes. También menciona que en los retenes no les diga a las autoridades que estoy haciendo una investigación sobre los migrantes, porque entonces los voy a echar de cabeza.
–Diles que vienes conmigo, que eres mi ayudante, que tú te encargas de lavar el autobús.
Ultiminio tiene unos sesenta y cinco años de edad, es moreno, delgado y apenas y rebasa el metro y medio de estatura; su hijo es su ayudante, un muchacho gordo muy moreno, que andará entre los catorce y dieciséis años de edad. Ultiminio se queja; menciona que en la semana estuvo enfermo del estómago, que evacuó sangre y se siente débil porque durmió poco, aun así dice sentirse listo para manejar veinticuatro horas seguidas de ida y vuelta a Nuevo Laredo, Tamaulipas. Entre sus pertenencias lleva el medicamento que el doctor le recetó.
Agentes de la Border Patrol detienen a un par de migrantes. Foto: Notimex/ Joaquín Murrieta |
A los pocos minutos se acercan los primeros jóvenes a bordo de algunas camionetas en que los van a dejar sus parientes. Se asoman al autobús y preguntan que si es el camión de el Lápiz, el chofer contesta afirmativamente. Enseguida suben sendas mochilas para apartar lugares, después se bajan a fumar y a platicar. Poco a poco van llegando más muchachos, la mayoría fluctúa entre los veinte y los treinta años de edad, el más joven es un adolescente que si acaso andará en los dieciséis años, y me llama la atención porque llega a bordo de una camioneta roja de la que descendieron dos personas más, una mujer y un hombre, su padres seguramente. Ella lo abraza y le da un beso en la frente y se va con el hombre sin volver la vista atrás.
Desde lejos, pero al mismo tiempo lo más cerca posible al grupo de jóvenes que se va reuniendo, escucho sus pláticas que versan sobre lo ocurrido en las fiestas decembrinas del puente Guadalupe-Reyes. Que uno de El Bimbalete acuchilló a otro de La Noria es lo más relevante. Que quién sabe si Los Chorris se animarán a ir a Estados Unidos este año. Otros hacen referencia a algunos de sus compañeros, entre los que se encuentran el Toño, la Muerte, el Pulpo, el Chiva, Chinchay, el Costa, el May, el Moto, Ángel, el Pasha, el hijo del difunto Macoy, etcétera. Por sus pláticas infiero que a los jóvenes que llevará el autobús a Nuevo Laredo, una vez cruzando el río Bravo y, después de una caminata de diez horas, los estarán esperando varios vehículos y se dividirán en tres grupos, el primero con rumbo a Lousiana, el segundo con destino a Alabama y el último a Florida; casi todos van a trabajar a la industria de la construcción.
Todos llevan zapatos tenis, jeans, playera con letras en inglés, chamarra para el frío y cachucha para protegerse del sol; ninguno lleva equipaje pesado, solamente una mochila cargada a la espalda y una bolsa de plástico con latas de atún, sardina, frijoles, tortillas y refrescos de cola. El temor a lo desconocido se asoma en sus rostros. Sin embargo, el resorte principal es la esperanza de cruzar y conseguir trabajo para ganarse unos dólares, porque saben que si se quedan también se van a encontrar con el miedo a enfrentarse a la realidad local que no les ofrece maldita cosa.
Un poco después el grupo de veinticinco jóvenes está a bordo del autobús; quedan quince lugares disponibles que serán ocupados por otros muchachos que lo abordarán en Dolores Hidalgo, Guanajuato. El Lápiz, que es de los últimos en arribar, le entrega a Ultiminio un fajo de billetes. “Son diez mil”, le dice al mismo tiempo en que le da la orden de arranque del autobús y, con todos los muchachos arriba, se dirige a ellos. “¿Ya nadie falta, verdá?” Una pregunta retórica que sirve para destensar los nervios de los pasajeros, “El que falte que levante la mano”, insiste, ante las risas de los jóvenes. Una vez que todo está bajo control, el Lápiz se dirige nuevamente a todos: “Ora sí ya nos vamos, persínense bien.” Por último, le extiende un billete de a 200 pesos al chofer, “pal' chesco y pal' lonche” le dice. Ultiminio enciende el motor y emprende el inicio del viaje a Nuevo Laredo del grupo de jóvenes campesinos provenientes de diferentes comunidades, entre las que se encuentran Lagunillas, El Milagro, Apapátaro, La Noria , Zorrillo, Fresno y Puerta del Tepozán.
Justo a la ocho de la noche el autobús llega a Dolores Hidalgo, sitio en el que ya espera el otro grupo de quince muchachos. Emprendemos la marcha en medio de la noche. Los aspirantes a migrantes van callados. Aunque es un autobús de turismo que en otras circunstancias iría con gente festiva, comiendo y riendo, la atmósfera es pesada, nadie platica, se nota que todos van angustiados ante el futuro inmediato e incierto que les espera. Por respeto no distraigo a ninguno, sólo platico brevemente con uno de ellos, quien me dice que es la primera vez que intentará, “si todo sale bien”, cruzar al otro lado. Sólo escucho sus palabras, nacidas del desaliento hacia una incierta futura esperanza; no lo veo porque el autobús avanza y lleva todas las luces interiores apagadas, es como un autobús fantasma que se desliza por un túnel que atraviesa la noche. Lo último que vieron los migrantes fueron retazos de su tierra y lo primero que verán, en cuanto amanezca, serán las espinosas orillas del imperio que los atrae, pero que al mismo tiempo los rechaza. Mi interlocutor menciona lo ya sabido: “Aquí ya nomás alcanza pa' puro comer, los sueldos ya no dan ni para comprar ropa. Si todo sale bien, cruzaremos hasta San Antonio pal' jale en la construcción; si todo sale bien me ganaré unos dólares pa' mandarle a mi mujer y mis hijos. Lo bueno es que ya tenemos a dónde llegar.”
“Si todo sale bien”, una expresión que hace las veces de oración para exorcizar los peligros, para atraer la buena suerte, para evitar ser detenido por la migra, para cruzar el Río Bravo sin ahogarse, para que San Antonio bendito amarre sus animalitos y ninguna víbora le inocule la maldad que almacena en los colmillos. Guardo en mi memoria cada una de sus palabras, porque no puedo, no debo, sacar la grabadora, aunque sea a hurtadillas, eso no sería ético. Memorizo todas y cada una de sus frases, de sus expresiones invisibles en la oscuridad del autobús en marcha, cuyo ronroneo del motor es lo único audible en medio de la oscuridad. Es por eso que ante alguna imperfección del asfalto, la lámina del camión chirría como monstruo herido.
Operativo Guardián de la Border Patrol que vigila la frontera de México con Estados Unidos. Foto: José Antonio López/archivo La Jornada |
Me tocó el asiento número 40, a un lado de la puerta del sanitario que tampoco cuenta con un triste foquito que lo ilumine. Quienes entramos al lugar debemos encender un cerillo o, en el último de los casos, atinarle a ciegas al excusado. El olor a amoniaco es penetrante. “No es el fin del mundo”, me digo a modo de consuelo. Así como el grupo de jóvenes migrantes son guiados por el Lápiz , a mí me llevan de la mano las enseñanzas del maestro Kapuscinsky; sus palabras son un faro que me guía en lo incierto: “Para escribir lo que siente la gente, hay que vivir como ellos.”
En Matehuala, San Luis Potosí, el autobús se detiene. “Tienen veinticinco minutos para tomarse un café”, nos dice Ultiminio. La mayoría permanece a bordo, si acaso nos estiramos y desperezamos mientras sube un muchacho con una cubeta de plástico para lavar el apestoso retrete. Una vez realizado su trabajo, de regreso por el pasillo esparce desodorante con un atomizador en el piso del autobús. Ya nos están matando las pulgas, alcanzo a escuchar a uno de los pasajeros. El comentario trae a mi memoria la época en que los mexicanos iban de braceros por contrato a Estados Unidos, de 1942 a 1964, cuando, para entrar a trabajar, eran fumigados para matarles los parásitos, además de revisarles el ano (tener hemorroides era motivo de rechazo), también les realizaban exámenes sanguíneos para detectar enfermedades, en suma, eran tratados como ganado. Con esas imágenes me quedo dormido.
–¡Por favor, identificación con fotografía!
De ese modo, después de viajar durante doce horas continuas, de Dolores Hidalgo, Guanajuato, a Nuevo Laredo, a las seis de la mañana, la recia voz de un agente aduanal nos despertó. Con linterna en mano, revisa los documentos de los cuarenta pasajeros del autobús cuya calefacción hace horas que dejó de funcionar, nuestros pies casi se congelan. Es el último retén del camino a cargo del Instituto Nacional de Migración, ubicado a escasos veinticinco kilómetros de Nuevo Laredo, Tamaulipas, en la carretera federal 260 México-Nuevo Laredo.
Todos nos identificamos, salvo un muchacho de los que se subieron en Dolores Hidalgo, de unos veinticinco años de edad, quien como distintivo lleva enredado un paliacate azul en la cabeza.
–No traigo –le dijo quedamente al agente aduanal. Sin embargo, todos supimos de lo que se trataba.
–¿De dónde eres?
–De Guanajuato.
–Quién es el gobernador de Guanajuato?
–No sé.
–A ver ¿quién fue presidente de México, que era de Guanajuato?
–¿Salinas?
–¡Cómo que Salinas!
–….
–¡A ver, acompáñame!
Después de un minuto a solas con el agente y doscientos pesos de por medio, el joven del paliacate regresa al autobús que reinicia el trayecto a la frontera.
Es la temida Aduana 26, a cargo de agentes del Instituto Nacional de Migración. En este sitio se les aparece la feroz esfinge a los viajeros, transmigrada en agente de migración. A quienes no se identifican ante su inquisidora mirada, les formula una serie de preguntas dirigidas a detectar migrantes centroamericanos. Ya no es la clásica pregunta aquella que la esfinge de la Antigüedad le formuló a Edipo: “¿Qué animal es aquel que al amanecer anda en cuatro patas, al mediodía en dos y al atardecer en tres?”, no, ahora las preguntas para quienes no se identifican son aparentemente más sencillas. Les puede preguntar, por ejemplo: ¿Para qué sirven el petate, el metate y el molcajete? ¿Cuántas varas mide tu casa?, o bien, hacerlos cantar el himno nacional mexicano. Si las preguntas del agente de migración no son contestadas acertadamente, la esfinge le devora algunos billetes para sumergirse en el mar de la corrupción que asola a nuestro país. Una vez satisfecho su apetito, deja pasar al viajero sin más trámite.
Apenas pasamos el retén, unos cinco kilómetros adelante, de pronto, cuando creí que la gente dormitaba, el autobús se detuvo. A una señal proveniente de el Lápiz, los cuarenta jóvenes se levantaron de sus lugares, silenciosa y rápidamente. Sin decir agua va, bajaron uno a uno. La operación se realizó en menos de un minuto. El grupo se perdió en la oscuridad previa al amanecer, entre la sombra de los matorrales.
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Ello resultaría no sólo en el cumplimiento de un deber que deriva en el control de los ciudadanos por su conocimiento de los actos de gobierno, sino también en un autocontrol del propio Estado: informar para gobernar mejor. Parecerían meras ocurrencias si no constatáramos, día con día, que la falta de información en ambos sentidos, simple y sencillamente, está dando lugar a una creciente e imparable deformación de las funciones del Estado y a una atrofia de la democracia que tenemos. Informar por deber y por convicción desde el Estado nos llevaría a un fortalecimiento de la función pública y de la misma democracia.
No gobernar informando da lugar a las peores prácticas de gobierno, aun cuando se trate de un gobierno democrático que no ha acabado de conformarse como el nuestro. Simulación, opacidad, engaño y mentira, ocultamiento, cinismo, prepotencia, corrupción hasta la comisión de auténticos delitos como el tráfico de influencias, la compra de decisiones burocráticas y políticas, el robo y el saqueo y, en todos los casos, la violación flagrante de la ley son los resultados inevitables de la sucia práctica de gobernar sin informar. Para demostrarlo no hace falta escarbar mucho. Tenemos a la vista casos que lo muestran con toda claridad.
Arturo González de Aragón, al informar de la cuenta pública de 2007, nos abrumó con las monstruosas irregularidades que detectó en el gasto público de ese año (ya con Calderón) y que se tradujeron en un gasto del que no se sabe en qué fue, por 60 mil 723.6 millones de pesos (el último año del gobierno foxista el reporte fue de 33 mil millones de pesos). El auditor superior de la Federación no sabe a dónde fue a parar ese dinero, vale decir, que no encontró información al respecto. Leer el detallado relato que hace de las tropelías en el ejercicio del gasto, no sólo en lo referente al gobierno federal, sino en lo que toca a las asignaciones a los estados y los municipios deja los pelos parados de punta.
No hay más que ver cada uno de los departamentos del Estado y las decisiones que toman sus funcionarios para darse cuenta de que todo comienza, precisamente, en la falta de información o en una desvergonzada desinformación. Ya Gershenson, en su artículo del domingo pasado, denunciaba cómo en las concesiones a privados en la zona de Chicontepec, Tabasco y otras, lo que priva es la desinformación, cuando no la manipulación de la información que se puede constatar en las mismas cifras oficiales. Si se trata de la lucha contra la delincuencia organizada es lo mismo. Y, así, en todo lo demás.
Llama la atención el caso de Banamex-CitiGroup. Como es bien sabido, el reciente rescate bancario del presidente Obama deja en manos del gobierno estadunidense poco más de la tercera parte de los activos de ese grupo. Nuestras leyes dictan que eso no es permitido en nuestro país. El secretario que padecemos en Hacienda, el más inepto e ignorante de cuantos se puedan recordar, salió con la peregrina idea de que, visto que se trata de un rescate
y éste no está previsto en las leyes, se le daría a la situación un plazo inicial (¡para aplicar la ley!) de tres años y, si se necesita, de otros tres años. ¿Quién le ha dicho a Carstens que puede hacer a menos de la ley de esa manera? ¿Es que no tiene juristas y abogados en su equipo?
Habría que enseñarle a Carstens que la función del Ejecutivo consiste, justo, en ejecutar
las leyes que dicta el Legislativo y que no está autorizado, salvo en los casos que prevé el artículo 29 (invasión, perturbación grave de la paz pública o de cualquier otro que ponga a la sociedad en grave peligro o conflicto
), a anular, abrogar o poner entre paréntesis ninguna ley que le concierne cumplir sin condiciones. Veamos: el artículo 13 de la Ley de Instituciones de Crédito establece que, en tratándose de acciones O
y L
, consideradas estratégicas en la jerga bursátil, no podrán participar en forma alguna en el capital social de las instituciones de banca múltiple personas morales extranjeras que ejerzan funciones de autoridad
(es el caso del gobierno de Estados Unidos).
El artículo 18 de la Ley para Regular las Agrupaciones Financieras dice, en su artículo 18, lo mismo: no podrán participar en forma alguna en el capital social de la controladora personas morales extranjeras que ejerzan funciones de autoridad
. El secretario de Hacienda alegó en su descargo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, diciendo que lo que disponía justificaba su proceder. Alguno de sus asesores debería dedicarse a estudiar el texto del tratado, pues encontraría que, en su anexo VII a las reservas, impone que “los gobiernos extranjeros y las empresas estatales extranjeras no pueden invertir, directa o indirectamente en sociedades controladoras…” y viene una retahíla de especificaciones.
Los gobernantes priístas de antaño no fueron ningún modelo para nadie, pero sabían cubrir sus actos con el cumplimiento (muchas veces sólo en apariencia) de las leyes que ellos mismos aprobaban. Los panistas de hoy piensan, evidentemente, que las leyes son sólo un adorno inútil y que se las puede usar como se quiera, tergiversar, ignorar o, incluso, anularlas cuando no dicen lo que les conviene. Los priístas jamás informaban gobernando; los panistas no gobiernan y menos informan.
El gobierno legítimo de López Obrador les está poniendo una muestra a todos ellos de lo que es hacer política informando. Por supuesto que no puede gobernar, pues no tiene el poder del Estado, pero todas sus tareas desembocan en un continuo y permanente esfuerzo por informar a sus millones de seguidores de todos los pasos que está dando y, sobre todo, de los que están dando sus adversarios, los cuales no hacen más que revolcarse en el lodazal de la arbitrariedad, la impunidad y la desinformación.
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Ejemplo de impunidad: Ibarra, AI y Comité del 68
Representantes del Comité del 68, Amnistía Internacional (AI) y la senadora Rosario Ibarra deploraron la resolución judicial que exonera al ex presidente Luis Echeverría de responsabilidad en la matanza de estudiantes en Tlatelolco, ya que es ejemplo del clima de impunidad que hay en México
.
La gran ausente de México sigue siendo la justicia, porque no se le ve por ninguna parte, resaltó Ibarra, dirigente del Comité Eureka. Para ella, Echeverría debe ser juzgado también por los cientos de desaparecidos políticos durante su sexenio.
Por su parte, el dirigente del Comité del 68, Raúl Álvarez Garín, desmintió la versión difundida por Juan Velázquez, abogado de Echeverría, de que éste puede salir de su casa, ya que –explicó– la sentencia que lo exculpa del crimen estudiantil surtirá efecto hasta que forme parte del expediente.
Álvarez Garín exigió a los magistrados del quinto tribunal colegiado en materia penal del primer circuito que expliquen públicamente las consideraciones hechas para llegar a la conclusión de que Echeverría es inocente de genocidio por los hechos del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas.
Destacó que conforme a lo difundido, parece que los juzgadores se limitaron a retomar los criterios del magistrado Jesús Guadalupe Luna Altamirano, quien concedió el amparo al ex mandatario con el argumento de que no hay pruebas para culparlo de lo ocurrido en Tlatelolco. “De especial gravedad y significación política es que en este momento ese magistrado está sujeto a un proceso disciplinario de la Judicatura por dos resoluciones muy controvertidas, ya que dejó en libertad a Archibaldo Guzmán, hijo de El Chapo Guzmán, y al secuestrador Maldonado Leza”, dijo.
Integrante del Consejo Nacional de Huelga del movimiento estudiantil de 1968, informó que una vez agotadas las instancias nacionales, sobre todo si prevalece la impunidad, el caso Echeverría será llevado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Entrevistada por separado, la senadora Rosario Ibarra destacó que de poco serviría acudir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que exoneró a los gobernadores de Oaxaca, Ulises Ruiz, y del estado de México, Enrique Peña Nieto, a pesar de la represión contra movimientos sociales.
Absolver a Echeverría –insistió– es desconocer la lucha popular, pero en el caso del ex presidente no se ha dicho la última palabra, porque falta que lo enjuicien por los desaparecidos políticos, que son más de 300.
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