lunes, 3 de marzo de 2008


La Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería

■ La violencia no se condena en abstracto, depende de la finalidad, dice

Destacan vigencia del libro Ética y política,

de Adolfo Sánchez Vázquez

Fernando Camacho Servín

Reivindicar a la política en su sentido original, como preocupación por el bien común y conocimiento sobre lo que sucede en el mundo, es el tema principal de uno de los libros clásicos de las ciencias sociales en México, Ética y política, de Adolfo Sánchez Vázquez, que se presentó ayer en la jornada de clausura de la 29 Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.

El volumen, que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha editado cerca de 50 veces, fue el centro de una reflexión con respecto a la congruencia entre el decir y el hacer y la falta de definición de los partidos políticos en la actualidad.

Federico Álvarez, amigo y colega del autor, señaló que el tema de las relaciones entre ética y política, aunque no es nuevo, es de gran actualidad por la concepción, cada vez más extendida entre la gente, de que no se puede “andar metido en la política” y ser una persona decente al mismo tiempo.

Aunque abunden ejemplos de presidentes, senadores y ministros que sólo piensan en sus intereses una vez que llegan al poder, política y moral no tienen por qué ser términos excluyentes ni la política se limita a los partidos y las instituciones formales.

Uno de los señalamientos polémicos que incluye el autor en los ensayos y conferencias de este libro, dijo Álvarez, es la cada vez más difusa línea entre la izquierda y la derecha en todo el mundo, en aras de un pragmatismo que privilegia la llegada al poder a costa de lo que sea.

Además de reivindicar a la política como una actividad necesaria, Sánchez Vázquez considera que hay que buscar un equilibrio entre la llamada “política sin moral”, que conduce al cinismo y la corrupción, y la moral sin política, una actitud de “pureza” o superioridad en la que nadie quiere involucrarse en los asuntos públicos.

A partir de dichos conceptos, el filósofo y profesor emérito de la UNAM analiza el tema de la violencia, cuya validez como herramienta de cambio social ha sido debatida durante muchos años.

“La violencia no puede ser condenada en abstracto; está en función de la finalidad de quien la ejerce. Hay un tipo de violencia liberadora, y de hecho las grandes revoluciones de la historia, como la francesa o la cubana, son fenómenos violentos por definición”, en los que perdieron la vida millones de personas.

El límite de esas acciones de fuerza es el respeto a la vida de los civiles, que por lo general quedan en medio durante un enfrentamiento armado. El terrorismo es, por lo tanto, una acción “injustificable y absurda” que resta legitimidad hasta a los propósitos más nobles de liberación.

Durante sus intervenciones, Griselda Álvarez y Gabriel Vargas coincidieron en que no puede haber una teoría divorciada de la práctica, porque ello sólo generaría una idealización utópica de la lucha social, en la que nadie quiere ensuciarse las manos.

Si un mensaje es necesario subrayar del discurso de Adolfo Sánchez Vázquez, resumieron, es el de la recuperación del pensamiento crítico, cuya validez sigue en pie a pesar de la rama del posmodernismo que invita a descreer, a no movilizarse y a no comprometerse.

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